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Reportaje:

Sacerdotes españoles construyen la 'Iglesia del pueblo' a 1.800 Kilómetros de Buenos Aires

En la provincia de Jujuy, 1.800 kilómetros al noroeste de Buenos Aires, y a sólo 80 de la frontera argentina con Bolivia, en la llamada zona del altiplano o puna, a 4.000 metros de altura, 18 sacerdotes españoles conviven con la soledad, la geografía árida y dura, los climas extremos y el ancestral silencio de los coyas, habitantes del lugar.

José Rodríguez Murillo, natural de Campanario, provincia de Badajoz, sacerdote de la parroquia del pueblo de Abra Pampa y delegado de la diócesis en toda la región, cuenta una historia común a todos ellos. "Hombre, de EL PAIS; esto sí que es un milagro. Nunca hubiera imaginado que llegaríais hasta aquí", se le oye decir en la oscuridad del patio de tierra y maleza que separa la parroquia de su pequeña casa de madera en los fondos.Acaba de cenar un plato de sopa caliente y espesa y asegura que estaremos mejor en su despacho. Es un cuarto austero, mínimo, cargado de libros, con una sola luz amarilla que baja sobre la mesa cuadrada. Silba el viento que golpea la casa. "La marginación del país hacia esta zona es tremenda. Tanto que nos llaman bolivianos, ni siquiera consideran al coya como a un argentino. Eso ya provoca una reacción, un enfrentamiento. En nuestros proyectos nosotros tratamos de integrarlos para que ellos mismos se construyan sus caminos y viviendas. La cooperativa de artesanos ha funcionado muy bien. Eso evita al intermediario que le compraba sus tejidos por monedas".

Cada día el alma divina de estos hombres pone los pies en la realidad de la tierra -la pachamama- y sale a levantar la voz para denunciar la injusticia y la explotación en las minas y los ingenios azucareros más ricos del país. "El problema social aquí es gravísimo. Los mineros viven hacinados en barracas junto con sus familias. El índice de mortalidad infantil es el más alto de todo el país, llega al 200 por 1.000. Esto sucede en la mina de Piriquitas y en la de Pan de Azúcar, que pertenecen a militares retirados. En la de Aguilar, una de las más grandes de Suramérica, propiedad de una empresa norteamericana, ellos manejan el hospital, y cuando el jefe de personal dice que un minero está sano, pues eso, está sano, porque lo dice el jefe, aunque se muera dos días después".

El Evangelio y el pueblo

Sostienen un compromiso pleno con el Evangelio y construyen lo que ellos llaman "Iglesia del pueblo" en contra de la "oficial o burocrática", a la que cuestionan y critican. Por su incesante tarea en la promoción social del coya, para llevarlo al menos a una condición de vida humana, han sido perseguidds por las sucesivas juntas militares de la dictadura argentina que asoló al país entre marzo de 1976 y diciembre de 1983. Los militares y la policía los identificaban como "elementos subversivos". Fueron presionados, encarcelados y uno de ellos, Jesús Olmedo, amenazado de muerte y emplazado a marcharse del país. "Sí, es que en las minas los sacerdotes tuvimos muchos problemas. Nos enfrentamos con las empresas por defender los derechos de los obreros. Discutimos los salarios, la seguridad, las condiciones de trabajo y los despidos que se produjeron después del golpe militar, cuando aprovecharon para echar a todos los sindicalistas y a todo aquel que pudiera estorbarles"."Aunque en esta zona han desaparecido sólo dos delegados obreros, la represión ha sido tremenda.

Nuestro obispo, Márquez Bernal, que también es español, ha denunciado varias veces estos casos, sin ningún resultado. La Iglesia argentina, que es muy conservadora, ha sido débil en la protesta para evitar enfrentarse con el Gobierno. Yo sé de casos en que las madres de la plaza de Mayo han ido a golpear a la puerta de cardenales y obispos y no las han atendido. Ahora mismo algunos sectores de la Iglesia insisten en que no se debe investigar. Quieren llegar a una reconciliación venida de arriba, pero eso es imposible si antes no se reconoce la verdad y se hace justicia".

Todos voluntarios

Empezaron a llegar a fines de la década de los sesenta. El obispo de Jujuy había pedido clero para esa zona. El aviso se difundió desde Roma y fue recibido por la congregación de los claretianos del sur de España. "Todos somos voluntarios. Aquí hay andaluces, extremeños, compañeros de Cuenca, León, Burgos... La Iglesia oficial, digamos, no nos ayuda demasiado"."La que más colabora con nosotros" agrega, "es la Iglesia católica alemana. Nos financian las obras sociales con los fondos que recaudan allí. Los claretianos españoles se encargan de nuestros pasajes para que podamos ver a la familia una vez al año".

Los curas de pantalones vaqueros debajo del poncho, sombrero y botas de abrigo, recorren cientos de kilómetros uniendo pueblos dispersos en la precordillera. La Iglesia popular baja de los altares a las barracas.

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