Henry Kissinger culmina su gira centroamericana afirmando que sin democracia no habrá paz
Sin democracia no será posible la paz en Nicaragua. Este ha sido el mensaje subliminal distribuido en este país por la comisión Kissinger, que el sábado por la tarde terminó su gira de seis días por otros tantos países centroamericanos. Antes de emprender el viaje de regreso a Washington, el ex secretario de Estado manifestó, en una lacónica declaración: "En El Salvador dije que no queremos tener la opción de elegir entre la seguridad y los derechos humanos. Aquí digo que no se nos debe pedir que elijamos entre la paz y la democracia".
El comandante Daniel Ortega, que se entrevistó por espacio de una hora con Henry Kissinger, declaró, por su parte, que Nicaragua mantiene una voluntad de diálogo con Estados Unidos, pese a que el actual Gobierno de Washington le ha declarado una, guerra que es cada vez más abierta y en la que se está involucrando más directamente cada día.El dirigente sandinista manifestó que el gran desestabilizador de Centroamérica es Estados Unidos, que podría ser también el gran estabilizador. "A ellos corresponde decidir si continúan por la vía de la guerra o buscan el camino de la distensión y la solución política de los problemas. Si se inclinan, como dicen, hacia una solución política a través de Contadora, deben dejar de poner obstáculos a Contadora". Enumeró, en este sentido, los sabotajes cometidos durante el último mes y el financiamiento de los grupos antisandinistas por parte de la CIA. (The New York Times revelaba ayer que la CIA recomendó y ayudó a planificar los últimos atentados contra Puerto Corinto y Puerto Sandino.) Kissinger admitió que no tenía grandes expectativas por los resultados de la comisión, pero reiteró que su Gobierno no descarta la salida negociada, "aunque la realidad es que estamos confrontando una situación de guerra".
Comandantes en manifestación
En torno a los términos de paz y democracia giraron todas las entrevistas sostenidas en Managua por la comisión bipartidaria norteamericana, a cuya breve estancia (nueve horas) no le faltó el aderezo de una multitudinaria manifestación antinorteamericana, encabezada por los comandantes Bayardo Arce y Víctor Tirado.
Los interlocutores de la oposición nicaragüense pusieron énfasis en las limitaciones existentes a las libertades individuales: expresión, asociación, reunión. Los representantes del Gobierno presentaron, por su parte, una queja reiterada por las acciones bélicas llevadas a cabo con apoyo de EE UU.
La comisión Kissinger, dividida en varios grupos de trabajo, recibió por la mañana a dirigentes de partidos opositores, líderes de sindicatos no sandinistas, directivos del diario La Prensa, miembros de la comisión no gubernamental de derechos humanos y plana mayor de la empresa privada.
Estos últimos admitieron que no habían hablado sobre la guerra cada vez menos encubierta que padece este país. Censuraron en cambio la vieja política norteamericana, que ha oscilado históricamente entre las intervenciones militares y la tolerancia hacia los regímenes dictatoriales. Pidieron un cambio decidido a favor de la democracia. Los empresarios expusieron su opinión de que Centroamérica necesita, dada la interconexión de sus cinco naciones, una solución política conjunta y homogénea, que no puede ser otra que la democrática, poniendo término a la tentación marxista de Nicaragua y a la serie de Gobiernos militares en Guatemala y El Salvador.
Kissinger y varios miembros de la comisión abandonaron el centro de convenciones únicamente para entrevistarse con el arzobispo de Managua, Miguel Obando, en su residencia particular. Kissinger se declaró "impresionado" por la exposición que le hizo el prelado católico, y ante las preguntas de los periodistas se limitó a manifestar que, a su juicio, la democracia es la solución para todas las personas que muestran inquietud ante la evolución de los acontecimientos en Nicaragua. Remitió cualquier otra cuestión a una conferencia de prensa que ofrecería al término de su visita y que no se llegó a realizar.
La ronda de conversaciones con el Gobierno se inició mediante una reunión con el jefe de la inteligencia militar, comandante de brigada Julio Ramos, y varios jefes del Ejército. A partir de este momento, la preocupación por la guerra se hizo prioritaria, con abundantes referencias al involucramiento de la CIA. A los miembros del Consejo de Estado se les plantearon cuestiones relacionadas con el pluralismo político, la libertad sindical y las elecciones anunciadas para 1985. El subcomandante Rafael Solís declaró que estas inquietudes parecían relacionadas con los planteamientos hechos horas antes por la oposición.
El profundo antagonismo que vive el país se concretó una vez más en el tema de los derechos humanos. La comisión no gubernamental había hablado de persecución a la Iglesia y de supuestas ejecuciones de presos en el centro penal Jorge Navarro.
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