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Tibio pronunciamiento de la Iglesia católica argentina sobre los 'desaparecidos'

El episcopado argentino, ante la presión social, ha publicado una declaración urgiendo la reconciliación entre los argentinos, en la que se equipara las víctimas del terrorismo a las de la represión. La Junta Militar ha asegurado que antes de final de mes publicará su informe sobre desaparecidos y lucha antisubversiva.

Uno de los obispos que el sábado abandonaba la 46ª asamblea plenaria del episcopado argentino (reunidos durante una semana en las afueras de Buenos Aires) no pudo ser más explícito ante el acoso de los periodistas: "Señores, no nos podemos despeinar todos los días". Las presiones sobre estos doctos varones han sido múltiples, en un intento de forzarlos a definir la voz de la Iglesia católica sobre los graves problemas del país. Y han hecho lo que han podido con arreglo a los acreditados cánones de la diplomacia vaticana. Y los argentinos todavía no saben si deben estar contentos o indignados con sus pastores evangélicos ante el ratoncito alumbrado por este parto de los montes.

Reunido el pleno de los obispos para redactar un documento sobre moralidad, éste fue finalmente aprobado, pero no tendremos posibilidad de conocerlo antes de 30 días. Es lícita la suposición de que la Iglesia argentina no quiere pronunciarse sobre ninguna moralidad antes de conocer el documento de la Junta Militar sobre la guerra antisubversiva y los desaparecidos.

Pero bajo la presión de las organizaciones humanitarias y, al menos, la expectación de la opinión pública, se ha visto obligada a emitir una declaración. En 13 puntos que continuamente remiten a los misterios del Nuevo Testamento los obispos argentinos declaran que "...la reconciliación con Dios obtenida para los hombres por Jesucristo, debe ser asumida a través de la historia por cada uno de nosotros. Ello implica el reconocimiento de los propios yerros en toda su gravedad, la detractación de los mismos, el propósito firme de no cometerlos más, la reparación del mal causado y la adopción de una conducta totalmente nueva".

Apelando a los principios de la verdad, la justicia y el amor, continúan los obispos: "Sólo aceptando estos valores nuestro pueblo podrá encarar situaciones tan graves tomo el doloroso problema de los desaparecidos y de las víctimas de la subversión, que también desgarra a, los hogares y afecta a la convivencia de los argentinos (...). No es el resarcimiento de las injusticias y de los sufrimientos mutuamente inferidos y provocados, sino solamente la voluntad de reconciliación y la común búsqueda de nuevos caminos para una amistosa convivencia, lo que debe construir y garantizar a las naciones un futuro mejor".

Se extienden después los obispos, con mayor amplitud, sobre la necesaria solidaridad con las víctimas de las inundaciones que sufre el noreste argentino, y hacen admoniciones a los políticos para que definan sus imprecisos programas (se interpreta que sobre temas como el divorcio, el aborto, la familia, etcétera); a los sindicatos, para que "no desvirtúen" el derecho de huelga; a los periodistas, para que favorezcan la comprensión entre los hombres, y a los actuales gobernantes, para que reduzcan los gastos de armamento, dada la "angustiosa situación económica".

Ni una palabra sobre la tortura

Ni una palabra sobre la tortura, sobre la corrupción o sobre las garantías de los elementales derechos del hombre. El dolor por los desaparecidos se equipara con el dolor por las víctimas del terrorismo sin entrar en consideraciones sobre la violencia de Estado.

Las Madres de la Plaza de Mayo han insertado anuncios en los periódicos denunciando la hipocresía de la jerarquía argentina y su silencio durante la represión.

Observadores eciesiales estiman que en esta conferencia episcopal ha quedado en minoría el segmento más progresista de la Iglesia, aunque se admite que el margen de maniobra de los obispos es muy escaso y que por lo menos la Iglesia argentina ya ha desaconsejado tres borradores militares sobre desaparecidos por impresentables jurídica, moral y hasta lógicamente.

La Junta Militar ha prometido para antes de final de mes publicar su versión sobre este drama, cuyas líneas generales se conocen: represión legal encargada por el Gobierno peronista de María Estela Isabelita Martínez de Perán, que los desaparecidos están muertos y que sólo la justicia militar podrá entender de este tema.

Multipartidaria del Cono Sur

Si así van a ser las cosas, si los obispos argentinos no se deciden a despeinarse ni los militares siquiera a confesar dónde están los cuerpos de los desaparecidos y cuál fue su última suerte (como paso previo a una amnistía para todos), pueden estar echándose las bases de la descomposición social argentina.

Por lo demás, el paisaje no es alentador: la tímida apertura informativa está descubriendo dramáticas estadísticas sobre mortalidad infantil por desnutrición en Tucumán, Buenos Aires, Chaco y Santiago del Estero, y semana a semana, implacablemente, el tarifazo (el reajuste de los precios de bienes y servicios) dinamiza el presupuesto de los argentinos, curados ya de tentaciones monetaristas y militaristas.

Todo el armazón castrense en el Cono Sur parece desmoronarse a cámara lenta: la dictadura uruguaya ha tenido que autorizar una marcha obrera de protesta para el Primero de Mayo; el 11 del mismo mes los obreros del cobre chilenos intentarán arrastrar a una huelga general a otros sectores productivos; Raúl Alfonsín, presumible cabeza ganadora de la segunda fuerza política argentina, los radicales (faltan las elecciones internas de cada partido), ha propuesto en Santiago de Chile la creación de una multipartidaria de todo el Cono Sur con sede en Buenos Aires para coordinar el desmantelamiento de las dictaduras militares en este extremo del mundo.

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