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Reportaje:

Guinea Ecuatorial, un país con recursos para ser rico en pocos años

En plena ensenada de Biafra, donde Africa ahueca su cintura ante el Atlántico, Guinea Ecuatorial tuvo muy poco que ver con la voluntad de sus moradores a la hora de elegir sus límites. Casi trescientos kilómetros separan la isla de Bioco de Río Muni, cuyas fronteras fueron trazadas con cartabón por portugueses, franceses y españoles, con supervisión de alemanes y británicos. Muchos núcleos étnicos Jang quedaron en los países limítrofes, Gabón y Camerún y todavía algunos ancianos del continente recuerdan haber tenido cuatro nacionalidades sucesivas.Exploradores, militares y comerciantes colonizaron el país desde que en 1777 Portugal cediera a España la administración de estos dominios, cristianizados por misioneros católicos casi completamente antes de acceder a la independencia, en 1969.

Un país rico en recursos

Según la memoria elaborada por el profesor Velarde Fuertes y sus colaboradores, así como de una comisión de la Comisaría de Abastecinlientos y Transportes, y las estimaciones del profesor Fernández Carrancho y la señorita Consuelo Nonidedeu, Guinea Ecuatorial es un país rico en recursos agrícolas y forestales. Ha sido el país exportador de cacao más importante del mundo -42.000 toneladas en 1968y sus producciones cafeteras, de madera -10.000 km2 de bosques por explotar- y de aceite de palma le situaron en una posición privilegiada entre los países africanos. Con una de las rentas per cápita más elevadas del continente, Guinea Ecuatorial se mantuvo en una saneada situación económica a Costa de la mano de obra nigeriana, que cultivaba casi completamente sus fertiles tierras.

Sometida a una dictadura sin precedentes en gran parte de Africa -el trabajo forzoso en las plantacienes era una práctica obligatoría-, la mitad del país se halla hoy selvatizada, la economía truncada y el comercio estrangulado, su moneda -el ekuele- carece de cotización internacional. Sólo sus rentas de situación le hubieran permitido mantener una subsistencia digna, dada su ubicación entre países ricos, como Nigeria y Gabón, pero el régimen del dictador Macías sumió al país en la bancarrota total.

El aparato administrativo, incipientemente formalizado tras el acceso a la independencia, se hallaba destruido y el nuevo régimen militar trata de recomponerlo poco a poco, erradicando hábitos que, corno la corrupción, el nepotismo y el abuso, se convirtieron en prácticas asfixiantes y únicas.

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Simpatía hacia España

Pese a los grandes males por los que su población ha pasado en los once años de régimen despótico, los guineanos conservan la simpatía hacia España, su antigua metrópoli. La propaganda antiespañola de Macías no ha calado en ellos. Además, la enorme dependencia que el país necesita mantener con el extranjero para reconstruirse casi por completo, fortalece más aún sus nexos con España, potentes por la lengua y la cultura comunes. Cientos de guineanos han estudiado en España, con maestros o sacerdotes españoles. Gran parte de su Ejército se ha formado en nuestro país, y la población, cuyas distintas etnias se entienden en nuestra lengua, «piensa en español». El humor, los valores y la cultura cotidiana llevan la impronta española en casi todas sus manifestaciones.

Las gentes recuerdan la etapa española como una era dorada. Incluso la conciencia nacional se presentaba como más firmemente consolidada antes de que el país, esperanzadamente, llegase a la independencia. Las no abundantes manifestaciones de racionalidad colonial española -que hasta los años cincuenta de nuestro siglo mantuvo a los nativos en situación de no emancipados, sin acceso a lugares que sólo podían frecuentar los españoles- cristalizaron en una exigua pero suficiente trama administrativa y política, que con una mínima destreza, hubiera permitido a cualquier régimen protagonista de la posindependencia mantener el país en el nivel económico y social que adquirió durante la presencia de España.

Guinea Ecuatorial sigue siendo un país potencialmente muy rico. Las plantaciones de cacao, que cubren buena parte de la superficie cultivable del país, requerirían un adecentamiento; pero inyecciones, mínimas de capital podrían extraer partidas similares a las que colocaron al país a la cabeza de los exportadores mundiales. Con el café sucede lo mismo, pero la destrucción de las redes comerciales -carreteras devoradas por la selva, carencia de instalaciones portuarias y de almacenes- arruinan las parcas cosechas que ahora se recogen.

La madera ha sido el único producto que ha mantenido niveles de explotación semejantes a los de la etapa anterior. Bosques enormes guardan celosamente su riqueza maderera, que se reproduce en muy poco tiempo. El puerto de Bata puede llegar a ser, con poco esfuerzo, el más importante enclave maderero de toda Africa occidental.

Sin embargo, el sector donde Guinea Ecuatorial necesita mayores apoyos no es el agrícola, virtualmente rico, sino el de los servicios, dotación de una red alimenticia, de potabilizacíón de agua, de electricidad y de asistencia sanitaria, que actualmente se hallan en un nivel bajísimo. Aunque resulte difícil afirmarlo, la población guineana parece haber perdido los estímulos por otro tipo de alimentación. que no sea la de mera subsistencia, a base de bananas, piña, aguacate y yuca.

Con enormes dificultades durante la última etapa en las tahonas guineanas se fabricaban panecillos -verdadero manjar- de defectuosa factura y precio exorbitante. Para una población de un cuarto de millón de habitantes, cada día se producían unos 30.000 panecillos, alimento prohibido durante once anos, penada su venta y muy castigado su consumo.

Prácticamente inexistente la carne, la única fuente proteínica de los guineanos fue el pescado abundante en las costas, pero sometido a un deterioro tremendo, dadas las pésimas instalaciones fri goríficas con las que el país contaba y la política de concesiones pesqueras seguida por el régimen de Macías.

Desolación sanitaria

En el sector sanitario, el panora ma es desolador. El paludismo, la temible filaria y la enfermedad del sueño castigan muy frecuentemente a la población, y la poliomielitis, la tosferina y el tifus se ceban con los niños. El país necesita casi 5.000 camas hospitalarias mil repartidas entre las capitales insular y continental: Malabo y Bata; otras mil entre las poblaciones del interior del país y 3.000 para la otrora gran leprosería de Mikomeseng, en el territorio continen tal. Para proveer estos hospitales, el país necesita un abastecimiento semanal de cuatrocientas tonelada de alimentos, leche en polvo purés, sopas preparadas, huevos, aceite, azúcar, conservas cárnicas y de pescado, queso y materias grasas. Por lo menos, para salir de la situación actual, Guinea Ecuatorial precisa de un centenar de médicos, ATS y enfermeras.

Teniendo en cuenta los stocks alimenticios actuales de que dispone el país, es necesario proporcionar a Guinea Ecuatorial -para restablecer a sus habitantes una dieta similar a la de sus vecinos de Camerún, Nigeria y Gabón- cuatrocientos kilos de yuca, 350 kilos de bananas, dieciocho kilos de otras frutas, dieciocho kilos de pescado congelado, nueve kilos de carne de caza y de animales diversos y trece kilos de aceite de palma, coco o similares, por persona y año.

En cuanto a otros alimentos, que es preciso suministrar al país a corto plazo, entre arroz, legumbres, harina de trigo, azúcar, leche en polvo, pescado seco, conservas de pescado y de vegetales, su monto alcanza una cifra de 20.600 toneladas.

Horizonte económico

En cuanto a otros sectores, la entrega de grupos eléctricos a Guinea Ecuatorial, la mejora y reposición de las redes, se convierten en objetivos prioritarios, muy costosos de lograr -cien millones de pesetas en una etapa de urgencia-, si bien el caudal de créditos acumulado por el país permite abrigar esperanzas. Entre los préstamos españoles, los concernientes a los Acuerdos de Lomé, las ofertas del Fondo Monetario Internacional, un crédito de la República Popular China y otro del Banco de Desarrollo de Africa, el volumen crediticio guineano ronda los cincuenta millones de dólares.

Las reservas guineanas alcanzaban, el 30 de abril de 1979, un nivel de veinticinco millones de dólares.

Todo parece indicar que, si el nuevo régimen guineano dota al país de la autonomía de mano de obra que precisa para no depender de los braceros extranjeros en el cultivo de su riqueza agrícola -mediante una política de convicción a sus nacionales, de remozamiento de canales de distribución, comerciales y de transporte-; si admínistra los fondos acumulados y la copiosa ayuda exterior española, francesa y comunitaria, tras el saneamíento de su Administración central-, y se aprovecha sus rentas de situación por su privilegiada posición en el golfo de Guinea, desarrollando, siquiera incipientemente, sus recursos mineros y energéticos -posee fuertes reservas petrolíferas potenciales en yacimientos aún sin explotar-, Guinea Ecuatorial puede abandonar a corto plazo la economía de guerra en la que Macías le sepultó y convertirse, en un plazo no superior a los cuatro años, en un país nuevamente rico.

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