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Tribuna:La encrucijada chilena / 2
Tribuna
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Pinochet se encuentra en el momento más débil de su presidencia

El objetivo inmediato de esa crisis, (de origen evidentemente natural, pero con entusiastas abonadores desde fuera), es la figura política de Augusto Pinochet. A pesar de sus resistencias, por encima de su propia seguridad, puesta de manifiesto en declaraciones públicas, Pinochet sabe que quienes propician el cambio en su país, aunque sólo sea formal, buscan prioritariamente su salida de la presidencia de la República. Quizá uno de los más graves errores del general Pinochet haya sido, precisamente, acumular en sus manos la mayor parte del poder. De haberse mantenido el ejercicio del Gobierno en un organismo colegiado e impersonal, las presiones exteriores habrían tenido mucha menos efectividad.Los dos hechos anteriores (existencia, de la crisis y personalización de la misma en la figura de Augusto Pinochet), resultan incontestables y han sido suficientemente analizados, lo que no está tan claro, es el cómo y el tempo de las posibles salidas. Quizá esa sea la razón por la que existe tanta unanimidad a la hora de definir el problema y sus causas, y tan escaso consenso en el punto de la oferta de soluciones.

Cuestiones clave

¿Qué posibilidades reales existen de que, en un plazo corto, se produzca un cambio en la cúspide del poder chileno? ¿Por qué medios se puede conseguir dicho cambio? Producido éste, ¿qué alternativas se presentan para conducir políticamente a Chile en la etapa sucesiva que, presumiblemente, acaba en la devolución del poder a los civiles mediante unas elecciones libres y democráticas? Estas son, a juicio de la mayoría de los observadores, las cuestiones clave de la actual situación chilena y que, desafortunadamente, aún no han recibido una respuesta concluyente.

Nunca como ahora ha tenido tan evidente respuesta afirmativa la primera de esas preguntas básicas. Objetivamente, los datos que se pueden manejar apoyan la hipótesis de que la Junta militar y, más específicamente, Agusto Pinochet, se encuentran en el punto más débil de su trayectoria.

Los oficiales jóvenes saben que tienen una dilatada carrera profesional por delante. Muchos de ellos ni siquiera tuvieron una participación periférica en los sucesos del 11 de septiembre de 1973 y, por tanto, se sienten apenas comprometidos con la Junta y no tienen deseos de que sus nombres se vean sumados al inevitable deterioro interior y exterior que las Fuerzas Armadas chilenas han sufrido en este proceso.

Presión exterior

Otro de los datos objetivos que permiten creer en la posibilidad de un cambio a corto plazo en la conducción política de Chile es la presión exterior, particularizada especialmente en Estados Unidos.

A pesar de declaraciones en sentido contrario formuladas por dirigentes chilenos, e incluso el propio presidente, (recogidas en EL PAÍS), resulta evidente para la mayoría de los observadores que Estados Unidos están manejando el relevo de Pinochet en el poder. Resulta curioso observar cómo han coincidido las acciones más sorprendentes de la Justicia norteamericana con momentos especialmente problemáticos para la Junta chilena. La última, y hasta ahora la más importante, ha sido la petición de extradición del ex director de la DINA y de dos de sus más directos colaboradores: Se ha producido al mismo tiempo que la más grave crisis interna sufrida por la Junta hasta ahora, concluida con la fulminante destitución del general Leigh.

Pocas personas dudan de que la presión norteamericana no se va a detener en el punto a que ha llegado. Es más; existe la casi plena convicción de que los tribunales estadounidenses encargados de examinar el «caso Letelier» guardan celosamente nuevos y más sorprendentes detalles relacionados con el caso, que muy bien podrían afectar directamente al propio Pinochet. Si efectivamente es así, ese momento podría muy bien ser el del principio del cambio.

Carter busca un éxito

A la política exterior norteamericana le hace falta un éxito como el que puede ser un, cambio de estructuras en Chile. Especialmente en Latinoamérica, la confusa política de la Casa Blanca favorable a la evolución democrática de regímenes militares, ha sufrido serios reveses en los casos de Bolivia y Ecuador. Patrocinar con éxito el cambio político, o al menos de figuras, en Chile, sería muy interesante para Jimmy Carter.

Y no solamente es la presión norteamericana la que influye en el aislamiento exterior de la Junta chilena, aunque sea la más importante. Pocas veces se ha producido en el mundo una unanimidad tan notable a la hora de juzgar el caso de otro país. Lo dirigentes chilenos hablan de una conjura internacional contra la Junta. Lo que se produce es, simplemente, la expresión del deseo mayoritario de que Chile recupere pérdidas libertades.

Y este es un sentimiento compartido por muchos chilenos. La mayoría del pueblo desea el cambio. No quiere, por supuesto, ver repetirse el clima de desorden social, político y económico de los últimos meses del Gobierno de Allende, pero se siente especialmente sensibilizado por el hecho de ser el punto de mira de la opinión mundial y por vivir en un sistema político absolutamente extraordinario en la larga historia democrática del país.

Escollo importante

El escollo más importante para que el cambio se realice, la mayor resistencia a las presiones, se produce en un hecho incuestionable: el temor de la mayoría de las personas comprometidas con la actual situación de que, hecho el cambio, se produzca en el país un previsible clima de exigencia de responsabilidades, de «ajustes de cuentas», una de las mayores insistencias del ex presidente democristiano Eduardo Frei (cuya figura ha resurgido notablemente en los últimos meses, con evidentes complacencias exteriores), se centra justamente en ese punto, en señalar que Chile precisa una etapa de transición hacia la recuperación de la democracia en la que estén ausentes los odios y los revanchismos.

A pesar de esas resistencias, un examen objetivo de la realidad chilena permite asegurar que las posibilidades. de cambio en el régimen chileno, ahora, existen. Hay muchas condiciones favorables para que se produzca, como se ha tratado de explicar someramente en los párrafos anteriores. Falta por ver, porque eso entra en el terreno de lo futurible, el cómo, el cuándo y el quién de las soluciones. Esas tres preguntas son, sin duda, las que más difícil respuesta, presentan.

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