Arranca el Festival de Bayreuth con polémica, gafas de realidad aumentada y muchas dudas
La cita veraniega creada por Richard Wagner estrenará una nueva producción de ‘Parsifal’ con gafas especiales, pero que solamente podrán utilizar 330 de los 1.937 espectadores del Festspielhaus. En el foso debutará el director español Pablo Heras-Casado
La nueva edición del festival de Bayreuth, que fundó Richard Wagner hace 147 años para representar sus dramas musicales, volverá a arrancar con polémica. El próximo martes, 25 de julio, se estrenarán, en el Festspielhaus de la pequeña ciudad bávara, dos versiones de una nueva producción de Parsifal, una con gafas de realidad aumentada (AR) y otra sin ellas.
Lo ha explicado su responsable escénico, el dramaturgo y artista norteamericano Jay Scheib, al diario bávaro Münchner Merkur:”Hay dos conceptos, por lo que básicamente sería necesario presenciar dos veces nuestro Parsifal. Las gafas de realidad aumentada añaden muchas ideas y proyecciones, que de otro modo no se podrán ver”.
El problema es que el festival no ha podido comprar gafas AR suficientes. Y tan solo 330 de los 1.937 espectadores, que asistirán a cada una de las siete representaciones de Parsifal hasta el 27 de agosto, verán esos elementos virtuales superpuestos a los acontecimientos escénicos en la ópera de Wagner.
Polémica en la prensa alemana
La polémica saltó en la prensa alemana hace casi un año. Entonces, Ulrich Jagels, director general del Festival de Bayreuth, se agarró al reto técnico, financiero y organizativo que supone el uso de la realidad aumentada para justificar algo así. Pero el crítico Markus Thiel lo atribuye a la vieja zanja que separa, en Bayreuth, a los renovadores de los tradicionalistas.
La directora artística del festival, Katharina Wagner, personificaría el primer bando. La bisnieta del compositor dirige los designios del festival desde 2008, primero en compañía de su hermanastra Eva Wagner-Pasquier y, desde 2015, en solitario. El balance en las últimas ocho ediciones, obviamente trastocadas por la pandemia que obligó a su cancelación en 2020, ha impulsado actividades paralelas para difundir las óperas de su bisabuelo entre los más jóvenes (Wagner für Kinder) y ha fomentado su diálogo con la creación contemporánea (Diskurs Bayreuth).
Pero su dirección artística no ha estrenado ninguna producción relevante desde 2017, con Los maestros cantores de Núremberg, de Barrie Kosky. Una trayectoria errática que cosechó su mayor fracaso, el año pasado, con la decepcionante producción de la tetralogía El anillo del nibelungo, del joven régisseur Valentin Schwarz. A ello habría que sumar el alejamiento del festival de las grandes batutas del momento, incluso de Christian Thielemann en la edición de este año, o la limitada presencia de los principales cantantes wagnerianos, que se une habitualmente a un rosario de cancelaciones.
El presidente de la Sociedad de Amigos de Bayreuth y también del consejo de administración del festival, Georg Freiherr von Waldenfels, encarnaría a los tradicionalistas. Esta asociación de patrocinadores anunció, en febrero pasado, un importante recorte en sus aportaciones al festival wagneriano que mantiene, a partes iguales, con la República Federal de Alemania, el Estado Libre de Baviera y la ciudad de Bayreuth. Una reducción de un millón de euros, a partir de 2024, que supone casi un tercio de los 3,4 millones que sufraga anualmente.
Este recorte se ha interpretado como un episodio más de su desencuentro con Katharina Wagner. Von Waldenfels ha criticado abiertamente las decisiones artísticas de la bisnieta del compositor acerca de la nueva producción del referido Anillo de Schwarz y también la salida de Thielemann. Y parece decidido a vetar la renovación de su contrato, que vence en 2025, lo que pondría fin al control de los Wagner del festival, pues siempre ha estado en manos de un miembro de la familia del compositor.
Esta deriva artística del festival wagneriano ha conducido, además, a una situación inédita. Si hasta hace pocos años, todos aquellos que quisieran peregrinar al festival wagneriano debían esperar un mínimo de ocho años para adquirir sus localidades, en la actualidad ya no se agotan las entradas de muchas representaciones.
“Aberraciones escénicas y cuestionables directores”
Ioan Holender advirtió del peligro de esta situación, el pasado 30 de junio, en las páginas del diario austríaco Die Presse. El antiguo director artístico de la Ópera de Viena, de 1992 a 2010, atribuye esta decepción del público actual de Bayreuth “a las aberraciones escénicas de los últimos años y a los cuestionables directores de orquesta y cantantes programados”. Y admite, además, que “la maravillosa acústica del Festspielhaus, única en el mundo, ya no puede compensar la dirección musical promedio, un elenco de cantantes a menudo pobre y las incomprensibles reproducciones visuales inventadas por los directores de escena”.
La dura crítica de Hollender añora la época de Wolfgang Wagner como director artístico del festival, desde 1951 hasta 2008. El padre de Katharina, que dirigió en solitario el rumbo de Bayreuth tras la muerte de su hermano Wieland, en 1966, optó por convertirlo en un “taller”. Un lugar para la innovación escenográfica con las diez óperas canónicas de su abuelo, desde El holandés errante hasta Parsifal. En adelante, las propuestas de los principales directores de escena franceses, alemanes y británicos, como Patrice Chéreau, Jean Pierre Ponnelle, Peter Hall, Götz Friedrich, Harry Kupfer o Hans Neuenfels, convivieron con la tradicional excelencia musical de voces y directores especializados en las óperas de Wagner.
El equilibrio entre tradición e innovación que presidieron los años de su padre contrasta con las renovadoras ocurrencias de su hija. El referido doble concepto escénico de Jay Scheib, con y sin gafas de realidad aumentada (AR), es un buen ejemplo. De todas formas, apenas hay detalles concretos sobre su propuesta, más allá de una genérica idea para combinar una sociedad que busca un nuevo futuro con el drama familiar de sus protagonistas.
Scheib espera que el rápido desarrollo de la realidad aumentada lo simplifique todo, según declaró a Münchner Merkur. Y que, en años venideros, los espectadores puedan traer sus propias gafas AR al Festspielhaus y acceder a los elementos virtuales de la producción descargando una aplicación. Pero, en la actualidad, los 330 afortunados con gafas AR asignadas deberán acudir la mañana de cada representación a personalizarlas con puentes nasales y lentes correctoras de miopía (de 1 hasta 8 dioptrías), y después se las encontrarán en su asiento dentro de una bolsa negra.
La dirección musical de esta nueva producción de Parsifal supondrá el debut de Pablo Heras-Casado en el festival wagneriano. El director granadino se convertirá en el primer español que dirige una nueva producción en Bayreuth, y el segundo en ejercer desde el foso del Festspielhaus, tras la anecdótica actuación de Plácido Domingo al frente de una reposición suelta de La valquiria, en 2018. El evento supone un hito en la ascendente carrera del director español, que en septiembre inaugurará la nueva temporada de la Ópera de Viena, con La clemenza di Tito de Mozart, y dirigirá, en noviembre, el estreno en el teatro austríaco de Le Grand Macabre de Ligeti. Pero Heras-Casado no cuenta con el pedigrí wagneriano de otras batutas habituales en Bayreuth. Nunca ha dirigido una producción de Parsifal y le preceden irregulares interpretaciones de El holandés errante y del Anillo en el Teatro Real.
Figuras de relevancia en próximas ediciones
La situación no es diferente en el resto de producciones de este año en Bayreuth. El director finlandés Pietari Inkinen, que tuvo que ser sustituido el año pasado por Cornelius Meister, podrá ofrecer finalmente su visión completa del Anillo. No obstante, a juzgar por las tres funciones que dirigió de La valquiria, en 2021, no se espera nada especialmente relevante. Markus Poschner volverá a ofrecer su versión eminentemente sinfónica de Tristán e Isolda y habrá, por vez primera, dos directoras en Bayreuth: Oksana Lyniv al frente de El holandés errante y el debut de Nathalie Stutzmann dirigiendo Tannhäuser, aunque sorprenda la ausencia de Simone Young, que es la directora de orquesta más acreditada en lides wagnerianas.
Para cubrirse las espaldas, Katharina Wagner anunció el año pasado que regresarán directores más importantes en próximas ediciones. El año que viene volverá Semyon Bychkov para dirigir Tristán e Isolda y, en 2025, lo hará Daniele Gatti al frente de una nueva producción de Los maestros cantores de Núremberg. De Thielemann se ha indicado que se hará cargo de la producción de Parsifal que estrena ahora Heras-Casado, pero a partir de 2025.
En el apartado de voces, la bisnieta del compositor ha podido hacer frente con solvencia al importante rosario de cancelaciones que han afectado este año a los papeles principales de varias óperas. Empezando por Stephen Gould que iba a participar en El ocaso de los dioses, Tristan e Isolda y Tannhäuser, y que será sustituido por Andreas Schager, Clay Hilley y Klaus Florian-Vogt. Schager también cubrirá la reciente baja de Joseph Calleja como Parsifal y Michael Volle regresará a Bayreuth, tras su excelente Sachs, para sustituir a John Lundgren como Holandés. No obstante, se echará de menos a Lise Davidsen, como Sieglinde y Elisabeth, aunque ambos personajes estarán bien servidos por Elisabeth Teige. Y, entre todos los repartos, sobresale la presencia de la mezzo letona Elīna Garanča que debutará en Bayreuth, como Kundry, en las tres primeras funciones de Parsifal.
Pero las ocurrencias de Katharina Wagner no se detienen. Según ha revelado el portal de noticias OperaWire, para 2026 planea una nueva producción de Rienzi. Una ópera que nunca se ha representado en el Festspielhaus de Bayreuth, al considerarse fuera del canónico decálogo wagneriano. Pero la bisnieta está dispuesta a revisar ese canon y a apropiarse de la opinión de su bisabuelo: “Estoy segura de que Richard Wagner, en su inquietud artística, lo habría disfrutado desde la perspectiva actual”. El Festival de Bayreuth sería mucho mejor hoy sin un Wagner al frente.
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