Incompatible ‘Poppea’, de Calixto Bieito y Jordi Savall
El regreso de la última ópera de Claudio Monteverdi, para cerrar la presente temporada en el Liceo de Barcelona, confirma la anunciada desavenencia entre escenario y foso, aunque se salva por un magnífico reparto vocal
“Esta ópera refleja opiniones modernas”. La famosa declaración de Giovanni Busenello, en relación con La Didone, deja bien claras las connotaciones intemporales de sus libretos. Los espectadores que asistieron al estreno de L’incoronazione di Poppea, en Venecia, a finales de enero o principios de febrero de 1643, con la prodigiosa música del anciano Claudio Monteverdi, vieron una trama histórica protagonizada por personajes reales y ambientada en tiempos del emperador romano Nerón. Pero sabemos que contemplaron las escenas de depravación moral e intriga política de Busenello y Monteverdi con una mirada plenamente contemporánea.
El director de escena Calixto Bieito lleva esas gafas de serie, pero no es el caso del director y violagambista Jordi Savall, que regresaba al foso del Liceo tras veinte años de ausencia. Una desavenencia entre escena y foso que resultó públicamente manifiesta durante la rueda de prensa de esta producción de la última ópera de Monteverdi, que cierra estos días la presente temporada en el Liceo de Barcelona. La puesta en escena procede de la Ópera de Zúrich, donde se estrenó en 2018, y ha contado con Marcos Darbyshire como responsable de su reposición.
Bieito suele transformar las óperas del pasado, con mayor o menor acierto, en rituales contemporáneos. En este caso opta por convertir el teatro en un gigantesco selfie. La escenografía de Rebecca Ringst dispone quince pantallas en el escenario. Muestra primeros planos del público, antes de la función y durante el descanso, e imágenes de la escena durante la representación. Pero también vídeos preparados por Sarah Derendinger en donde vemos a los protagonistas tomando un baño de espuma o desangrándose. Un escenario ocupado, además, por dos gradas con sesenta espectadores y un agujero central para ubicar a los dieciséis instrumentistas de la orquesta. Y con todo el espacio restante, tanto en medio del público como alrededor de la orquesta, convertido en una pasarela para la acción.
Sobre el escenario se intensifica cada detalle lascivo o violento del texto del libreto de Busenello y de la partitura de Monteverdi. Un cóctel de sexo y sangre con muy poco espacio para los contrastes entre lo serio y lo cómico. Con personajes generalmente poco perfilados, más allá de sus exagerados actos violentos y provocativos. Y donde la lista de ocurrencias empieza con Fortuna quitándose una infinidad de bragas durante el prólogo, y prosigue en los dos primeros actos con violaciones, cunilingus, degollaciones y palizas. Acciones potenciadas por las quince pantallas donde vemos primeros planos e imágenes congeladas. Una tensión que crece en los dos primeros actos y que se resuelve bruscamente en el acortado tercero. Con una escena final donde todos los personajes aparecen convertidos en extraños querubines recibiendo a Popea coronada con Nerón. Y el intenso amarillo del oro termina devorando al rojo de la sangre.
Savall ejerció estoicamente la dirección musical. El director catalán ha realizado su propia versión de la partitura de Monteverdi, de la que conservamos dos manuscritos tardíos en Venecia y Nápoles, aunque ha tenido que ajustarse a los recortes impuestos por la producción. Lo confesaba en una entrevista, incluida en el programa de mano, donde también reconocía su intención de compensar la excesiva violencia de la puesta en escena subrayando las emociones. Tan solo lo consiguió en la escena del suicidio de Séneca. Durante el resto de la velada, la lujosa plantilla de Les concert des Nations sonó morosa, contemplativa y sin la intensidad que precisaba lo visto sobre el escenario.
El reparto vocal fue lo mejor de esta producción de afinidades incompatibles entre foso y escena. Con la Octavia intensa y dramática de la mezzo Magdalena Kožená, que brilló en su lamento del primer acto Disprezzata regina. El tenor Mark Milhofer fue una estupenda nodriza Arnalta, a pesar de actuar sin travestir y con una actitud ridículamente violenta en el primera acto. Su escena del tercer acto, donde se vanagloria con tono satírico de su ascenso social frente a una GoPro, lo compensó todo.
También despuntó la pareja protagonista, que estrenó esta producción hace cinco años: la excelente Popea de la soprano Julia Fuchs y el virtuosístico Nerón del contratenor David Hansen, a pesar de la rapidez y frialdad con que cantaron su dueto final, el famoso Pur ti miro, añadido tardíamente y atribuido a Benedetto Ferrari. El contratenor Xavier Sabata se entregó intensamente con su voz cálida como Otón, mientras la musicalidad del bajo Nahuel di Pierro compensó la escasa profundidad de su instrumento. A destacar, además, la convincente Drusila de la soprano Deanna Breiwick, tal maltratada en escena; la naturalidad del tenor Thobela Ntshanyana, como Primer soldado y Lucano; y la capacidad de la soprano Natalia Labourdette, como paje Valetto, para cantar con brillantez en una posición imposible.
‘L’incoronazione di Poppea’
Música: Claudio Monterverdi. Libreto de Giovanni Busenello. Julie Fuchs (soprano), David Hansen (contratenor), Magdalena Kožená (mezzosoprano), Xavier Sabata (contratenor), Nahuel Di Pierro (bajo), Mark Milhofer (contratenor), Deanna Breiwick (soprano), Guillem Batllori (barítono), Thobela Ntshanyana (tenor), Natalia Labourdette (soprano), Milan Perišić (barítono), Rita Morais (soprano), Marcel Beekman (tenor), Irene Mas (soprano) y Jake Arditti (contratenor). Les concert des Nations. Dirección musical: Jordi Savall. Dirección de escena: Calixto Bieito.
Gran Teatro del Liceo, 12 de julio. Hasta el 21 de julio.
Babelia
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