La literatura rumana se occidentaliza en busca de la supervivencia
La nueva generación de escritores del país se desembaraza del pasado histórico y vira hacia temas universales para captar un público más amplio en dentro y fuera de las fronteras
Con escasos 1.500 ejemplares en su primera tirada, un escritor novicio se embarca en el alambicado mercado literario rumano; unas 3.000 copias, en el caso de un autor consolidado. Los autores apenas reciben una remuneración hoy en día, cuando en la época comunista un novelista ingresaba cincuenta veces más que el salario medio por un libro, que llegaría a alcanzar incluso hasta 10.000 ejemplares en su primera edición —la mayoría, destinados a las bibliotecas—. Entre otras razones, porque Rumania tiene en la actualidad el mercado del libro más pequeño per cápita de la Unión Europea: cada rumano gasta tres euros por año en libros. Esto hace que solo dos o tres escritores rumanos puedan vivir de lo que escriben, como el premiado Mircea Cartarescu.
Ante este paradigma, la nueva generación de novelistas ha virado hacia una temática occidentalizada con el fin de seducir a una mayor cantidad de lectores en su propio país y en mercados internacionales que le permita subsistir, aunque sea de forma modesta. Se ha sumergido en los últimos años en una reconversión que deja atrás tres décadas con la mirada puesta en los crímenes perpetrados por el comunismo y se aferra ahora a temas universales como la precarización laboral, la ausencia de futuro, las desigualdades sociales, la problemática de género y las relaciones líquidas, entre otros.
“Me encantaría ganar lo suficiente para mantenerme por mi propia cuenta, no estar forzada a elegir profesionalmente”, cuenta Lavinia Braniste, que publicó este año su novela Interior Cero en español (Automática), gracias a la traducción de Borja Mozo. La autora, que trabaja como intérprete, narra las peripecias de una joven treintañera que trabaja como secretaria en una empresa de construcción española que no encuentra su sitio en la oficina ni en la vida misma. Solo su madre, que ha emigrado, la ayuda económicamente. “Tiene un carácter universal: la inmigración y las relaciones humanas”, explica Braniste, que llegó a vivir un año en Alicante, por su madre, quien también se marchó hace unos 20 años en búsqueda de una mejor calidad de vida. “Me ha sorprendido que muchas personas se identifiquen con el personaje, pero entiendo que aborda problemas actuales de este mundo globalizado a los que nos enfrentamos, como la precariedad y la inestabilidad de las relaciones entre las personas”, prosigue.
“No puedes vivir de la escritura en Rumania, es como un juego casi imposible de ganar”, afirma el escritor Cristian Fulas, cuyo libro La vergüenza (Automática) se publicará en España el próximo año, también traducido por Mozo. En una crónica descarnada de los bajos fondos de Bucarest, Fulas propone una incursión en los infiernos de la adicción al alcohol y a su intento de redención a través de la literatura, en un libro con mucha carga autobiográfica. “Es mi experiencia del pasado filtrada a través de la literatura, una historia de dependencia que sucede en cualquier parte”, abunda Fulas, consciente de la dificultad de vivir como escritor: “Asumo el hecho de que soy traductor y que, con la escritura, cubro mis ingresos”.
Sobre este sustrato autobiográfico se apoya también Andreea Rasuceanu en su obra El viento, el espíritu, el aliento, publicada este año en España (Confluencias). “Me he fijado en la historia de mi familia; todo lo que me ha sucedido se ha convertido en mi fuente de inspiración”, indica. Su tema favorito es la “relación intrafamiliar, en la que el trauma se perpetúa como reflejo del contexto político y social de cada época”, puntualiza Rasuceanu sobre el libro, cuya historia transcurre en tres periodos: a mitad del siglo XX, los años 80 y comienzos del 2000.
Según Mihai Iovanel, un crítico literario que ha publicado un compendio sobre la literatura en los últimos treinta años, el arte de escribir necesita tiempo, precisamente de lo que carecen los autores rumanos. “Sin tiempo libre, uno no se puede documentar como debiera, lo que conlleva un déficit o dependencia de la autobiografía”, remarca. “Escribir de lo que se conoce causa una cierta falta de imaginación o creatividad”, añade el historiador literario, que relaciona el auge de la literatura autobiográfica en Rumania con las condiciones en que los autores tienen que escribir y la imposibilidad que tienen a veces de hacer abstracción de la materialidad de sus condiciones de existencia o de sus circunstancias vitales.
“Uno se zambulle en el interior de sí mismo”, enfatiza Dan Lungu, quien tiene publicados en España dos libros, Soy un vejestorio comunista (Pre-textos) y El paraíso de las gallinas: falsa novela de rumores y misterios (Icaria). En esta última obra, se narra con ironía “la Rumania poscomunista, que ha pasado de la dictadura más aberrante a una situación en la que la mayoría deambula como pollos sin cabeza por los mataderos del capitalismo salvaje”. “Desde el punto de vista financiero, el éxito aparece después de que te hayan traducido en otros idiomas y vendido bien en el extranjero, a pesar de que los beneficios por derechos de autor ronden fuera entre un 4% y 7%, y en Rumania, entre un 8% y 12%; es decir, sale más rentable entrar en un mercado grande, como el español, que en el rumano”, sostiene el profesor de Sociología de la Universidad de Iasi. Lungu subraya que ahora se abordan más fenómenos sociales como la inmigración y la supervivencia en un mundo agresivo, en el que unos pocos se enriquecen de repente por la corrupción sistemática que existe en todas partes.
Además, hay en estos momentos una eclosión de voces femeninas en la literatura rumana, en la que solían predominar los hombres hasta hace poco. Un prejuicio que ha llevado a crear los premios Sofia Nadejde, una ceremonia que homenajea y pretende dar visibilidad a las escritoras por su trayectoria, pero también por la calidad de su pluma. En su jurado se encuentra Corina Sabau, otra joven escritora que trabaja como periodista en Radio Rumania Internacional y que, en su última novela, retoma el tema del aborto, una cuestión candente en los últimos años por los exabruptos de la ultraderecha. En su libro Y se oía a los grillos (Consonni), que estará pronto en el mercado español, habla de la condición de las mujeres, tomando retazos del periodo comunista. “Me dejó marcada una imagen de una trabajadora que murió por un aborto ilegal y cuyo cuerpo fue exhibido ante sus compañeras como ejemplo de lo que les podría pasar”, cuenta Sabau, quien reconoce que se dirige a un público más amplio con temas ultracontemporáneos. “Poco a poco la temática feminista se va imponiendo, aunque su público siga siendo minoritario”, reivindica Sabau.
El número de lectores está en descenso y la vida de las obras es incluso más corta, aparecen muchas publicaciones, resisten algunos meses y, luego, son barridos por los siguientes, cuentan desde el mundo editorial. Está claro que, pese a ser considerados excelentes novelistas por la crítica, no pueden declararse escritores profesionales. “Desgraciadamente, no pueden escribir al ritmo de un libro por año o, al menos, cada dos años, como las editoriales exigen”, remacha Iovanel. “En Rumania, es más una afición, una tarea desempeñada después del trabajo, en tu tiempo libre”, concluye.
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