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El cine y la literatura se sacuden la culpa y los traumas del aborto

Varios libros y películas de reciente aparición crean un nuevo relato sobre la interrupción voluntaria del embarazo que derriba el estigma que persiste incluso en países donde es legal

Sandrine Bonnaire y Anamaria Vartolomei en un momento de 'El acontecimiento', basada en el aborto clandestino de Annie Ernaux en 1963.
Sandrine Bonnaire y Anamaria Vartolomei en un momento de 'El acontecimiento', basada en el aborto clandestino de Annie Ernaux en 1963.Cortesía (Caramel Films)

“No olvidéis nunca que bastará una crisis política, económica o religiosa para que vuelvan a cuestionarse los derechos de las mujeres. Nunca se trata de derechos adquiridos. Debéis permanecer ojo avizor durante toda vuestra vida”. Esta premonitoria frase que dejó escrita la pensadora Simone de Beauvoir, y que circula periódicamente por redes sociales por su eterna vigencia, también la recoge Sandra Vizzavona en las páginas de Interrupción. El ensayo memorístico en el que esta abogada rememora sus dos abortos ―uno a los 16 años y otro a los 24― y que incluye entrevistas a más de una docena de mujeres que han recurrido a él, llegó este miércoles a las librerías españolas con traducción de Laura Salas Rodríguez en la editorial Tránsito.

Nacida en Francia en 1975 y abogada de profesión, Vizzavona llegó al mundo el mismo año que la ministra Simone Veil logró despenalizar el aborto en su país y cuatro años después de que se publicara el manifiesto de las 343 zorras, en el que estrellas y personalidades culturales como Catherine Deneuve o la propia Beavouir, entre otras, declaraban públicamente: “Yo he abortado”.

Portada de 'Interrupción', de Sandra Vizzanova, editado por Tránsito.
Portada de 'Interrupción', de Sandra Vizzanova, editado por Tránsito.Cortes

Medio siglo después de ese hito, en Interrupción, Vizzavona asegura que formar parte de la primera generación protegida legalmente para interrumpir voluntariamente su embarazo no ha liberado a las mujeres del tabú y el estigma moral que todavía pesa sobre las que abortan. “El derecho debe ejercitarse con discreción, si no en secreto”, denuncia en sus páginas. Por su libro transitan escritoras católicas que se sienten “como un criminal” por haberlo hecho, adolescentes a las que llaman “guarras” desde su entorno cercano o adultas que serán moralmente juzgadas, como el “haberlo pensado antes, muchacha” que una enfermera le escupió a la propia Vizzavona en su segundo aborto cuando se quejó del profundo dolor de barriga como reacción a la píldora abortiva: “Durante mucho tiempo me reprocharé haber sido demasiado vulnerable ese día para partirle la cara”, recuerda sobre ese instante, que quedó grabado en su memoria.

Su ensayo es un relato polifónico contra el estigma, donde se aboga “por un aborto libre y accesible que libere a las mujeres de la culpa”. Un texto que clama por “reforzar un derecho que no podrá ser adquirido mientras la sociedad exija de quienes lo ejercen que se arrepientan de ello”. Para la editora de Tránsito, Sol Salama, Interrupción era un texto a reivindicar desde el prisma español: “Aunque en este país sea un derecho, una interrupción voluntaria del embarazo sigue siendo hoy algo que ocultar, algo indecente por lo que somos castigadas y aleccionadas. Esta sensación de estar fallando, de suciedad, nos conduce de nuevo al silencio. Nuestra libertad pasa por narrarnos”, destaca.

La influencia de Annie Ernaux

En su libro, Vizzavona destaca que durante su escritura no pudo despegarse de ciertos pasajes de El acontecimiento, de Annie Ernaux (editado en castellano por Tusquets Editores). Durante todo el proceso durmió prácticamente abrazada a ese relato esencial que Ernaux publicó en el año 2000 y en el que narra el aborto clandestino que vivió en 1963 mientras estudiaba filología en Normandía. El texto ha sido llevado recientemente al cine en una adaptación de Audrey Diwan que se hizo con el León de Oro en el Festival de Venecia y que se proyecta actualmente en los cines españoles.

“Y, como de costumbre, era imposible determinar si el aborto estaba prohibido porque estaba mal, o si estaba mal porque estaba prohibido. Se juzgaba con relación a la ley, no se juzgaba a la ley”, explica Ernaux sobre la interrupción de su embarazo no deseado en sus páginas. Una cita que, precisamente, abre la lectura de La palabra que empieza por A, el documentado cómic-ensayo sobre la historia social del aborto que firman la periodista Elizabeth Casillas y la ilustradora Higinia Garay en Astiberri. El suyo es un recorrido con perspectiva feminista que transita desde información básica como los diferentes tipos de abortos que hay hasta cuestiones como “por qué las mujeres ricas no abortan, se van de vacaciones” o “por qué las mujeres pobres no abortan, mueren”.

Para Casillas, los estigmas siguen presentes. “Te sorprendería la cantidad de veces que, cuando hemos explicado que estábamos preparando un libro sobre el aborto, se hacía un silencio incómodo o se pretendía cambiar rápido de conversación. Ya no sé ni cuántas veces nos pasó”, rememora. Los prejuicios siguen presentes, incluso dentro del movimiento feminista. “Muchas mujeres nos han animado a que el próximo ' sea más divertido’. Es algo que nos sorprende, sinceramente, porque La palabra que empieza por A también tiene sentido del humor. Para hablar del aborto no hay que encerrarse en la pena”, destaca la periodista.

Una página interior de 'La palabra que empieza por A', de Elizabeth Casillas e Higinia Garay (Astiberri).
Una página interior de 'La palabra que empieza por A', de Elizabeth Casillas e Higinia Garay (Astiberri).

Películas donde abortar sin tristeza

“La narrativa del aborto no tiene que estar únicamente ligada al duelo, la tristeza, la vergüenza, la culpa o el enfado. Hay otros relatos, como el que propone Elisabeth Falomir en el fanzine Abortos Felices (Episkaia), que abogan por la celebración. La fiesta de lo que finalmente no fue. Qué alivio da la libertad de poder decidir”, apunta la periodista Noemí López Trujillo en el epílogo de La palabra que empieza por A. Las nuevas narrativas culturales le dan la razón.

Paralelamente al triunfo en el cine del crudo relato de El acontecimiento en Venecia y de la no menos áspera y multipremiada Nunca, casi nunca, a veces, siempre, de Eliza Hittman, una nueva hornada de directoras está explorando la temática del aborto y de los derechos reproductivos no desde el drama, sino desde la pura comedia.

Ahí está Plan B (2021), dirigida Natalie Morales, en la que dos chavalas harán todo lo posible para conseguir la pastilla del día después (conocida como Plan B en EE UU) después de que una de ellas tenga su primera experiencia sexual y se quede dormida borracha tras una fiesta con el condón dentro. O Unpregnant (2020, disponible en HBO Max), otra comedia en la que dos enemigas del instituto limarán asperezas cuando una de ellas descubra que se ha quedado embarazada de un novio “bobo”. Una road movie de colegas en la que la directora, Rachel Lee Goldenberg, quiso romper tabúes. “Estoy orgullosa de mostrar una historia en la que una chavala quiere un aborto y puede conseguirlo. Me enorgullecería contribuir a una desestigmatización o normalización de la interrupción del embarazo, yo pasé por uno y está bien poder transmitir ese consuelo al mundo”, dijo a la publicación The Playlist al presentar la película. Crear nuevos referentes para escapar del silencio y sacudirse la culpa.

Imagen promocional de 'Unpregnant' (2020, HBO Max).
Imagen promocional de 'Unpregnant' (2020, HBO Max).hbo

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