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‘Argentina, 1985’, un debate nacional entre la ficción y la memoria

Los herederos políticos del presidente Alfonsín lamentan algunas omisiones históricas de la película protagonizada por Ricardo Darín, mientras que las víctimas de la dictadura celebran que el juicio a los militares vuelva a la agenda pública

Ricardo Darín (Julio César Strassera), Peter Lanzani (Luis Moreno Ocampo, con traje gris), y los jóvenes abogados que conformaron el equipo de la fiscalía, retratados en 'Argentna,1985', de Santiago Mitre.
Federico Rivas Molina

Más de un millón de argentinos ha pasado por los cines desde septiembre para ver Argentina,1985, la película en la que Ricardo Darín interpreta al fiscal Julio César Strassera y su trabajo durante el Juicio a las Juntas, como se llamó el proceso y condena contra nueve jerarcas de la última dictadura militar (1976-1983). Con dirección de Santiago Mitre, el thriller, que se puede ver en todo el mundo en Amazon Prime Vídeo, recrea desde el punto de vista de la acusación el que fue uno de los hitos de la transición democrática del país sudamericano.

El rescate de aquellas jornadas divide ahora a la sociedad argentina. Las víctimas celebran la película de Mitre porque, consideran, ha sacado del sótano del olvido una gesta judicial sin precedentes en el mundo; los herederos políticos del presidente Raúl Alfonsín, impulsor del juicio, sostienen, en cambio, que el guion no hace honor al desafío que supuso para el Gobierno de entonces sentar en el banquillo a quienes habían desangrado al país con torturas, asesinatos y más de 30.000 desaparecidos.

“La película me pareció fantástica”, resume Estela de Carlotto, 92 años, presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo, la organización que desde hace más de cuatro décadas busca a los bebés que nacieron en las salas de tortura de la dictadura. Carlotto acaba de ver Argentina,1985 junto a otros referentes de los derechos humanos y no duda. “Me retrotraje a ese famoso juicio que se hizo al recuperar la democracia. Fue majestuoso en la proyección cuando Strassera dice ‘Nunca más’. La memoria me volvió y me revolvió esa lucha que aún continuamos. Muchas de nosotras estamos en sillas de ruedas, quedamos muy pocas, la mayoría ya ha fallecido. Pero ese día fue un jolgorio, aplaudimos y nos abrazamos”, dice Carlotto.

La emoción de Carlotto contrasta con la lectura de los herederos de Alfonsín. En el eje del debate está justamente aquel “Nunca más” que Strassera pronunció el 18 de septiembre de 1985 en el cierre de su alegato final, un momento que la película recrea con fidelidad milimétrica, 11 minutos en los que Darín lee el texto completo. El fiscal pronunció ante los jueces y represores el nombre que se dio al informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep), presidida por el escritor Ernesto Sabato y creada por Alfonsín el 15 de diciembre de 1983, cinco días después de asumir su cargo. La Conadep registró en 50.000 folios casi 9.000 casos de violaciones a los derechos humanos, en un trabajo que luego sirvió de ejemplo para otras comisiones de la verdad en todo el mundo. “En la película no aparece la Conadep”, se quejó Luis Brandoni, actor y exdiputado por la Unión Cívica Radical (UCR), el partido de Alfonsín. “Es vergonzoso y una falta de respeto y de reconocimiento a toda esta gente que se jugó la vida e hizo una tarea tan importante, que permitió que se pudiera hacer el juicio en la justicia civil”, dijo Brandoni.

Julio César Strassera (a la derecha, con bigote), durante el Juicio a las Juntas de la dictadura argentina, celebrado en Buenos Aires en 1985.
Julio César Strassera (a la derecha, con bigote), durante el Juicio a las Juntas de la dictadura argentina, celebrado en Buenos Aires en 1985.STR (AFP)

El “Nunca más” fue la base desde la cual Strassera y su equipo de fiscales nóveles edificaron la acusación contra Jorge Rafael Videla, Emilio Massera, Eduardo Viola, Armando Lambruschini, Orlando Agosti y otros cuatro militares. El guion también levantó ampollas en la familia del entonces ministro de Interior, Antonio Tróccoli, retratado en Argentina, 1985 como un alto funcionario contrario al juicio. “En su carácter de ministro político, el doctor Tróccoli firmó los decretos que dispusieron el proceso de enjuiciamiento ejemplar que refleja la película. Y fue parte creadora y activa de la Conadep, sin cuya existencia no hubiera sido posible el Nunca más”, se quejaron los descendientes del político radical en un comunicado.

Lo que está en juego es, en cualquier caso, la lectura ficcional de un acontecimiento histórico que tiene, además, a buena parte de sus protagonistas vivos. Como el presidente de aquel tribunal, León Arslanian, representado en la película por el actor Carlos Portaluppi. “Quedamos sorprendidos, porque pensamos que no íbamos a figurar en la película”, dice Arslanián. El exjuez coincide con que algunas “omisiones” del guion debían haberse evitado, como el reconocimiento a la Conadep o los indultos con que el presidente Carlos Menem benefició en 1990 a 12 de los jefes miliares presos. Sin embargo, sostiene que cualquier crítica queda opacada por el enorme impacto que Argentina, 1985 ha tenido sobre la memoria colectiva. “La película ha cumplido un papel extraordinario. Produjo un gran suceso en una sociedad que por razones generacionales podía no verse increpada [por el Juicio a las Juntas], la sociedad estaba hasta ahora ausente”, apunta.

El escritor argentino Ernesto Sabato recibe del presidente Raúl Alfonsín el encargo de presidir la recién creada Conadep, en 1984.
El escritor argentino Ernesto Sabato recibe del presidente Raúl Alfonsín el encargo de presidir la recién creada Conadep, en 1984.

Arslanián confirma que la secuencia en la que los jueces se reúnen en la pizzería Banchero, que aún existe en la avenida Corrientes, y anotan las sentencias en una servilleta de papel efectivamente existió. También el encuentro entre el fiscal y Alfonsín, reflejado en la película con un viaje tarde a la medianoche hacia un domicilio desconocido y una puerta que se cierra a cámara. Argentina, 1985 es la candidata de este país al Oscar a mejor película internacional, y los medios especializados anglosajones apuestan por ella como una de las cinco finalistas.

Strassera murió en febrero de 2015. ¿Qué hubiese opinado sobre la película? “Lo imagino en desacuerdo con la presencia de su familia, pero hubiese quedado conforme con el balance general”, dice Arslanián. ¿Por qué, entonces, tanto debate? Para el juez Alejandro Slokar, presidente de la Cámara Federal de Casación, el máximo tribunal del país por debajo de la Corte Suprema de Justicia, hay poco para discutir. “Debemos reparar en los títulos finales del filme”, advierte. “La película está dedicada a las víctimas del terrorismo de Estado, que nadie se subrogue el protagonismo de quienes son de verdad los protagonistas. Después aparecen las interpretaciones políticas de uno y otro lado, pero ¿quién es el padre de los derechos humanos? ¿Strassera? ¿Alfonsín? Los políticos y los jueces se peinan para la foto porque creen ser los artífices de todo esto”, opina Slokar.

Entre las víctimas está Buscarita Roa, una Abuela Plaza de Mayo que participó como testigo en aquellas jornadas memorables, celebradas entre abril y diciembre de 1985. Roa contó a los jueces cómo en 1978 un camión militar llegó a la casa de su hijo a las cinco de la madrugada y sacó a su nuera “con la nena en brazos”. “Conté que luego vinieron las búsquedas, los viajes, las idas y venidas a los juzgados, incorporarme a las Madres de Plaza de Mayo a pedir justicia porque nadie nos escuchaba”, comenta. Y rememora enseguida el reencuentro con su nieta, en 2000, tras convencer a una mujer de 21 años llamada Claudia que se sometiese a una prueba de ADN. “La película me recordó el día de la condena. Llorábamos, reíamos, nos abrazábamos. Era un gran alivio porque [los militares] fueron condenados, pero muy triste porque no respondieron, no sabíamos qué había pasado con nuestros hijos, dónde estaban los nietos”, dice. Ahí estaba su memoria, intacta, rescatada por lo que veía en una pantalla.

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Sobre la firma

Federico Rivas Molina
Es corresponsal de EL PAÍS en Argentina desde 2016. Fue editor de la edición América. Es licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires y máster en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

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