El bisnieto del apache Gerónimo hace memoria: “Murió sin dignidad, exhibido en ferias y desfiles”
Alfonso Borrego investiga desde hace décadas “la verdad de lo que ocurrió” en la conquista del sur de EE UU. “Los indios de las reservas callan, no quieren hablar y perder sus casinos”, asegura
Alfonso Borrego (66 años, El Paso, Texas), bisnieto del apache Gerónimo, lleva años intentando conocer la verdad de lo que ocurrió con su pueblo. Ha llegado a dos conclusiones: su bisabuelo murió “sin dignidad para sobrevivir” y no fueron los españoles quienes llevaron a los indígenas de Estados Unidos hasta su práctica extinción. “En español, se conquista a una mujer o a un hombre sin necesidad de emplear la violencia. En inglés, este verbo conlleva la utilización de la fuerza. Por eso, a los descubridores españoles se les llama siempre en Estados Unidos conquistadores”, afirma. Y recuerda que su antepasado murió alcoholizado, “exhibido en ferias y desfiles por los gringos”, pero también se rebela contra la manera en que se ha construido una “historia oficial” sobre la conquista ―”en la escuela no nos dejaban hablar español, nos decían que los españoles eran lo peor de lo peor”―, lo que “no cuadra” con sus investigaciones y con “la lógica”.
Borrego, ingeniero e historiador de profesión, se ha convertido en un personaje muy reclamado en congresos de historia, universidades y simposios de América y Europa. “Nunca nadie me ha desmentido, porque he ido a las reservas, me he entrevistado con los jefes de las tribus, con los auténticos indígenas para contrastar lo que decían los libros de los colegios. Existió genocidio indígena, pero no fueron los españoles, que claro que cometieron errores y barbaridades, sino los anglos”, sostiene en una entrevista con EL PAÍS realizada durante una breve visita a Madrid. “Los indios de las reservas no quieren hablar porque temen represalias del Gobierno y perder los casinos que les han dado en compensación”.
Borrego, que es presidente de la Asociación Cultural Heritage Society of the Camino Real de Tierra Adentro, recuerda que es necesario destapar “la verdad de lo que ocurrió”. “Puedes olvidarla, si eso es lo que quieres, pero tienes que saberla”. Pone como ejemplo la historia del adelantado Juan de Oñate (1550-1626), el primero que remontó el río Grande (Nuevo México), y que fue acusado de cortar el pie derecho a 8.000 indígenas. “Eso es lo que pone exactamente en los libros. Sin embargo, leí una crónica de la época en la que señalaba que tomó posesión de la tierra en nombre de Dios, de Felipe II y para la preservación de ellos y nosotros. ¿Ellos? ¿Quiénes eran ellos? Comencé a preguntarme”.
Durante nueve años, Borrego fue recorriendo todos los lugares de Nuevo México donde se cometió la “tremenda atrocidad que decían los libros”. El investigador descubrió así un documento que explicaba que el 1 de mayo de 1598 un sargento de Oñate se topó con dos indígenas durante la exploración. Los españoles les dieron vestidos y regalos y los dejaron marchar. Dos días más tarde, se presentaron ocho indios más. El 4 de mayo aparecieron 44. “¡Qué raro! ¿No habíamos quedado que los españoles los mataban, les cortaban la cabeza o los fusilaban?”.
Borrego es promotor de la recuperación del Camino Real, la vía sur-norte que utilizaron los conquistadores para llegar al actual Nuevo México, un trayecto de 2.500 kilómetros, de la que solo la parte mexicana está declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. “¿Y por qué el lado estadounidense, no?”, se preguntó. “Pedí información al Servicio Nacional de Parques de Estados Unidos, pero siempre me respondían lo mismo: ‘No puede ser. Es muy complicado declarar algo así. Los españoles realizaron atrocidades tremendas. Déjelo”.
No se dio por vencido y siguió buscando las “atrocidades tremendas” que impedían la protección del camino estadounidense. “Hasta que un día, por fin, hallé una: los españoles habían cortado el pie derecho a 8.000 indios mayores de 25 años. Ya lo tenía. Eso sí cuadraba con la historia oficial. Así que fui a platicar con los jefes de las tribus para conocer los detalles”. Los mescaleros le respondieron: “Oh, sí, los españoles hicieron atrocidades tremendas”. “¿Tenéis pruebas? ¿Alguna tumba? ¿Algún resto?”. “No, de eso no, pero sí de que nos obligaban a pagar impuestos porque éramos súbditos del rey”, le aseguraron.
¿Cómo era posible que 120 españoles cortaran el pie a 8.000 indios? ¿Es que nadie luchó?”
Borrego se dirigió entonces al pueblo de los acoma, donde supuestamente se cometieron las mayores barbaridades. “¿Por qué les mocharon los pies los españoles?”, inquirió. “Sí, fue terrible, se los mocharon a 8.000″. “¿Pruebas?”. “No”. El investigador recuerda que la comitiva de Oñate estaba compuesta por 539 personas, de las que 120 eran soldados, nueve religiosos y el resto familias con menores. “¿Cómo es posible que 120 cortaran el pie a 8.000 jóvenes de nuestra brava gente?”. “Sí, y además se llevaron como esclavas a 300 de nuestras mujeres a México. Nos robaron, no nos dejaron nada”, le aseguraron. Borrego recuerda que les preguntó si alguien luchó para oponerse al secuestro. “No, es que ellos tenían rifles”. “¿Rifles? ¿Los que se cargan por la boca y que el tiro salía para cualquier lado? No es propio de nuestro pueblo no luchar. Los españoles solo tenían tres armaduras para todos. ¿120 soldados contra 8.000 indígenas? Es mejor que no contéis más esa historia, da vergüenza. Entonces, el jefe me miró fijamente sin resquemor y se fue”.
Los acoma viven en una reserva formada por dos mesetas a unas 40 millas de Alburquerque (Nuevo México). “Platiqué con las mujeres. Unas me dijeron que los españoles, en realidad, habían matado a nueve de los nuestros y otras que a dos por la muerte de 11 soldados enviados por Oñate al pueblo, entre ellos su primo. La pregunta es cómo iban a mochar el pie a 8.000 indígenas si en el pueblo de los ocama [el poblado se mantiene desde la conquista] solo pueden vivir 200 personas. Mi gente está muy mal. Tienen que pensar antes de hablar”.
Las reservas donde se envió a los indígenas “están todas en Estados con nombres hispanos: Montana, Colorado, California, Nuevo México... En el norte no hay ninguna, excepto una para indios canadienses huidos. ¿Por qué no hay en Ohio, Tennessee, Kentucky, Georgia, Virginia o Nueva York? ¿Por qué?, ¿por qué?”, repite retóricamente. La respuesta, según él, se encuentra en la llegada de los ingleses a Massachusetts, años después de la exploración de Oñate. “Se morían de frío, iban a perecer todos. Entonces los indios wampanoag se apenaron, les dieron de comer, les enseñaron a plantar maíz, a sobrevivir. Pero, ¿dónde están los wampis hoy día? ¡No queda ni uno! ¿Por qué? Porque los ingleses los mataron a todos. Cuando pregunto, me dicen que no, que no mataron a nadie, que fue la viruela. ¿La viruela? ¿A los pueblos bajo domino hispano no les afectó? La verdad es que los anglos los barrieron en el norte. Eso fue lo que pasó”.
¿Dónde están los wampis que ayudaron a los ingleses? Los mataron a todos”
Borrego recuerda que creció viendo películas de indios, “los peores de los peores junto a los españoles”. “¿Sabe por qué el corneta del Séptimo de Caballería sopla con fuerza? Para indicar que ha comenzado la hora de la matanza de indios. En la cabeza de cada americano estaba que había que matar a todos. Toda la vida ha sido así, pero ahora está cambiando, aunque falta mucho. Mi gente calla, no quiere pedos [líos]. Ese es el problema”.
En muchas reservas, sostiene Borrego, no se permite tomar fotografías para “preservar la herencia y la cultura indígena”. “No es verdad, es para que el mundo no vea la realidad, que nos metieron en ellas para que nos muriésemos en la nada, un pedazo de nada, en mitad de la nada, donde no se puede hacer nada, porque no hay nada que hacer”.
Nos encerraron en reservas, en la nada, donde no hay nada y donde no hay nada que hacer”
Respecto a su bisabuelo Gerónimo, Borrego recuerda que era un chamán, no un jefe, “era un hombre muy digno, representante de las tribus. Y los gringos lo cazaron, lo aplastaron, le quitaron la dignidad, lo llevaron preso a Florida para separarlo del resto, lo comenzaron a bailar por todo el país y lo movieron como un show de Hollywood. Utilizaron su persona y lo hundieron. Murió sin dignidad. Fue la presidencia de Estados Unidos quien lo hizo”.
Los gringos cazaron a mi bisabuelo, lo hundieron, lo movieron como un ‘show’ y murió sin dignidad”
“En junio de 2021, me llamaron [es miembro del consejo de tribus] desde Ohkay Owingeh, lo que antes era San Juan de los Caballeros, el que fundó Oñate. Le han cambiado el nombre, ahora todo es inclusivo. Me dijeron que estaban tumbando las estatuas. ‘¿Qué hacemos?’, me preguntaron. Pues que las tumben, ellas no se pueden defender porque no llevan escudos, ya pondremos otras cuando esto pase. Luego, el gobernador [jefe] de la tribu me envió una hermosa carta. Dice: ‘Desde el último paraje de Oñate. Todos estos años nuestra comunidad ha vivido en paz con diferentes culturas, pero lo que ocurrió el día de ayer [derribo de estatuas] crea problemas. No se puede borrar la historia tumbando estatuas. Estoy muy ofendido, porque nadie nos preguntó qué pensábamos. Espero no vuelva a ocurrir nunca más y seguir viviendo en paz”.
“Eso es lo que, de veras, piensan las tribus”, asevera, “pero no quieren moverse porque el Gobierno puede tomar represalias. Estamos en una batalla, ante un mito que nunca se borrará, pero necesitamos que los españoles abran la boca y digan: ‘Eh, güey, eso no fue así. Porque no lo fue”.
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