Julián Hernández: “Bailad sobre nuestra tumba”
El líder de Siniestro Total presenta ‘Folla con él’, un libro donde explica el proceso de creación de las versiones del mítico grupo, que se retira con dos conciertos el 6 y el 7 de mayo en Madrid
Con sus gafas de pasta, su sombrero de ala ancha y su gabán extralargo, Julian Hernández, letrista de Siniestro Total —que se retiran con dos conciertos el 6 y 7 de mayo en Madrid—, parece, más que un viejo rockero, un cultureta más de bureo por el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Su joven y amable director, Valerio Rocco, nos presta su despacho, con magníficas vistas sobre la Gran Vía, y ofrece algo de beber a la visita. El viejo rockero pide, educadísimo, un té verde. Cierto que son las 11 de la mañana, pero no deja de tener su gracia. Se lo comento y se ríe: “El otro día coincidí con El Gran Wyoming y Gonzo y, al verme con el té, preguntaron dónde cojones escondía el Jack Daniels. Digamos que con el alcohol me pasé bastante y tuve que elegir entre él o yo”.
Su libro se llama Folla con él. ¿No había un título más bestia?
Bueno, de eso se trata. Decir el mayor número de barbaridades en el menor tiempo posible fue uno de los objetivos de Siniestro Total. Fo-lla-con-él [silabea tarareando] fue el título que barajamos para la versión de Highway to Hell, También pensamos llamarla Ja-vier-Tu-sell, que era un historiador de UCD, pero al pobre le hubiera dado un patatús, además a nadie le hubiera importado un carajo la canción sobre él, y nos cortamos. Eso te da idea de cómo trabajábamos.
¿Versionar tan salvajemente no es apropiación cultural?
Nuestras versiones son la crónica de un robo, sí. Pero somos legales, los royalties son de los autores originales. De hecho, los Lynyrd Skynyrd cobran más derechos de nuestra O miña terra galega que de su Sweet Home, Alabama. Para eso los yanquis son muy prácticos.
Imagino que se matarían de la risa adaptando las versiones.
El humor es nuestro sistema operativo. Uno tiene esa retranca gallega y no puede apearse de ahí. Y luego importa la provocación. Molestar está muy bien. Y estar permanentemente cabreado. No hay mucho más detrás.
¿Cabreado con qué?
Con la humanidad, contra todo. Igual es muy adolescente, pero a mí se me quedó. Entiendo que el rock tiene esa parte de furia visigoda. Una cosa blandita también puede valer, pero a mí ni me vale ni me sale.
¿Sigue cabreado a los 61?
Sí, pero cuidando mi tensión, como me dice el médico. Y, sobre todo, sabiendo que es inútil.
¿Cuándo dejó de ser un niño terrible?
Nunca lo fui. Me sentía viejísimo con 19, siempre quise tener 40.
¿Y eso?
Porque podías entrar en un sitio y pedir una botella de ginebra y una revista pornográfica. Quería ese aplomo de señor mayor.
¿Y ahora, a los 61, qué es?
Para empezar, viejo.
Decir eso es anatema para algunos.
Bueno, es legítimo el afán de no envejecer. Si la eterna juventud es follar como a los 20, como decía Buñuel, yo no quiero eso. Lo que quiero es un hígado y unos pulmones nuevos para beber y fumar. Y ya una próstata nueva sería...
Próstata, qué gran palabra.
Terrorífica, pero, sí. Las esdrújulas son divertidas. Las palabras molan. Y los idiomas. Sería la hostia saber muchos. Imagínate los bosquimanos, que tienen una lengua que no entiende ni dios, son así como chasquidos. Es precioso oírles hablar, pero siempre hay quien dice que no hablan, ladran.
Eso es supremacismo cultural.
Total, como lo de Toni Cantó y su oficina del español. Si crees que el español está en peligro y vas por la calle y ves sándwich y ham en vez de bocata y jamón, pues todo mal.
Estudió un par de años de Filología. ¿Es usted el cerebro de Siniestro Total?
Eso es un oxímoron, como “pensamiento navarro”, aunque mi preferido es “inteligencia militar”. No, en serio. Somos un grupo, no yo solo, y luego están los artistas periféricos que han colaborado con nosotros. Gente como Óscar Mariné, Miguel Garay... Lo de Siniestro es una especie de inteligencia colectiva, un monstruo extraño.
Ahí, ahí, quitándose importancia.
Hombre, es que no estamos hablando de física cuántica. El bar de la facultad cundió mucho. Y algún profesor inspirador, también. Allí se hablaba de lógica formal, de lógica matemática, y a mí me tocó todo eso. Algo de eso hay en Bailaré sobre tu tumba, por ejemplo. Pero decir que Algo huele mal en Dinamarca es culta porque habla del ser o no ser es tan esnob como decir que lees a Shakespeare, aunque lo leas. Eso lo conoce cualquiera, no hace falta leer Hamlet.
Matar hippies en las Cíes, “Ayatollah no me toques la pirola”, “Las tetas de mi novia tienen cáncer de mama”. Con esas canciones hoy estarían canceladísimos.
Nuestro último concierto se llama 40 años sin pisar la Audiencia Nacional jugando con eso. Pero, en realidad, era un gancho, a ver si nos empuraban. Aún hay tiempo, a ver si pican. Sería molesto, a nuestra edad, pero así reventábamos el Wizink. Era la idea.
Hemos ganado para mantenernos, pero no para jet privado.
Por ofender a colectivos varios, ustedes han ofendido a todo dios.
Eso es lo bueno. Así ya nadie se queja, la mesa está limpia.
Sus títulos son proféticos. Menos mal que nos queda Portugal auguró la excepción ibérica. Y Lincha al casero el movimiento antidesahucios.
Ostras, no lo había pensado. De profetas nada, eso fue pura inocencia, el ser ilusos. Lo que sí somos es unos proveedores de titulares cojonudos. Los medios tenéis mucho que agradecernos. Si pierde la Selección, titulan “Siniestro total”. Si hay algo chungo: “Ante todo, mucha calma”. Y si se quieren poner intensos tiran de: “Quiénes somos, de dónde venimos”. Si cobráramos por titular, estaríamos forrados.
¿No lo están?
Hemos ganado para mantenernos, pero no para jet privado.
España se droga es otro título profético. España es hoy el mayor consumidor de ansiolíticos del mundo.
No lo sabía, pero no me extraña. Antes nos drogábamos para flipar y ahora para estar normal. Alguien me contó hace poco al médico, le recetó tranquilizantes y, al preguntarle que cómo iba a aguantarlos, el médico le dijo que cómo creía que aguantaba él pasar consulta. De profetas, nada. Hay cosas muy previsibles. Hay quien dice que todo está en los Simpson, y, aunque hay quien dice que todo está en Siniestro Total, contra esos no podemos competir.
¿Por qué se retiran?
Bueno, 40 años son suficientes. Todo el mundo dice que hay que retirarse a tiempo, pero pocos lo hacen, se resisten y luego no se les perdona. Como Induráin, al que obligaron a correr un último tour, lo corrió de mala manera y tuvo que retirarse sin pena ni gloria. Para nosotros, después de la pandemia era difícil recuperar la inercia perdida. La carretera es dura y da mucha pereza. El entorno musical ha cambiado. Hace falta meterse en una maquinaria agobiante que no controlo y no me interesa. La historia ya está hecha, ahora vamos a contarla.
Dijo Alfredo Rubalcaba, que en paz descanse, que en España enterramos muy bien. ¿Será el de Siniestro un sepelio digno?
La idea es celebrar la despedida. Es un lujo haber sobrevivido tantos años. Haber conseguido grabar y seguir adelante para mí ya es un dineral, lo que pasa es que la libertad es muy cara y muy cansada. Así que venid y bailad sobre nuestra tumba, y la de Elvis y la del rock, ya puestos.
'FOLLA CON ÉL'
El título del libro de Julián Hernández (Madrid, 61 años) sigue la filosofía provocadora de Siniestro Total, el grupo que creó en Vigo junto a varios colegas hace 40 años, y que explica el proceso de creación de las versiones de canciones de otros artistas. Hernández, que fue primero batería, luego guitarrista y finalmente cantante del grupo, cuenta la intrahistoria de cada versión y las de la época en la que fueron compuestas. El 6 y el 7 de mayo, el mítico grupo cuyas letras se saben de memoria varias generaciones y que ha proveído de frases hechas a enterados de todo pelaje, se retira de la escena con dos conciertos en Madrid autodenominados Cuarenta años sin pisar la Audiencia Nacional. La idea era que les empuraran y, así, abarrotar el Wizink Centerl. Aún hay tiempo de que les citen, bromea Hernández.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.