“Siniestro Total nació para acabar con el rock y ese trabajo está hecho”
El grupo vigués celebra su 40º aniversario y abandona los escenarios con un último concierto en Madrid, el 6 de mayo
El próximo 6 de mayo Siniestro Total se subirá por última vez a un escenario. Será en el Wizink Center de Madrid, con todos los músicos que han pasado por la banda como invitados y amparados bajo un lema que destila una mezcla de orgullo, alivio y decepción: “40 años sin pisar la Audiencia Nacional”. Se diría que los autores de canciones como Matar jipis en las Cíes, Hoy voy a asesinarte o España se droga han hecho méritos suficientes para pasar por el juzgado en cuatro décadas de carrera. No ha sido así. “Todavía nos quedan dos meses para conseguirlo”. Con un broche en forma de guillotina en la solapa, Julián Hernández, vigués nacido accidentalmente en Madrid hace 61 años y actual cantante del grupo, reconocía este lunes, en los camerinos del escenario de la despedida, en entrevista con EL PAÍS, que sería la mejor publicidad para ellos. “Deberíamos autoinculparnos de algo. ¿Del asesinato de Prim?”, añadía, socarrón, delante de Javier Soto (guitarrista) y Miguel Costas, el encargado de poner voz a himnos como Miña terra galega o Bailaré sobre tu tumba cuando Germán Coppini dejó Siniestro Total para liderar Golpes Bajos. Fallecido en 2013, Coppini será la gran ausencia del último concierto.
Cuando en 1994 el propio Costas dejó el grupo, Hernández cambio la batería por la guitarra y se hizo cargo del micrófono (“en esto del rock es más difícil sustituir al bajista que al cantante”). Ni por esas llegó la citación judicial. Cuesta creerlo, pero él lo ratifica: “Durante la guerra de Yugoslavia dije que primero los bombardeábamos y luego les mandábamos a Payasos sin Fronteras. Y se mosquearon los payasos”. Cuando se les recuerda que la sensibilidad de 2022 no es la de 1982, el cantante subraya el “absurdo” de que en la Audiencia Nacional coincidan César Strawberry, líder de Def con Dos, acusado de enaltecer el terrorismo en Twitter, y Luis Bárcenas, condenado por corrupción como tesorero del Partido Popular: “Aquí el problema es hacer canciones. En un cómic o en una serie puedes poner a Carrero Blanco vestido de flamenca saltando por los aires, pero no se te ocurra hacer una canción”.
En un cómic o en una serie puedes poner a Carrero Blanco vestido de flamenca saltando por los aires, pero no se te ocurra hacer una canción.
A su lado, sigiloso, Javier Soto, tirando del hilo de la censura, resume la evolución de la corrección política en dos frases: “Éramos más underground y no había redes sociales. Aunque Las Vulpes cantaron en televisión Me gusta ser una zorra y cerraron el programa [Caja de ritmos]. Pero antes se ofendían siempre los mismos, los criptofascistas, ahora se ofende cualquiera, hasta los socialdemócratas. El buenismo de ahora… A mí también hay cosas que me ofenden, pero no voy por ahí poniendo denuncias”. Para ellos solo hay algo peor que la censura, la autocensura. En el disco Me gusta cómo andas (1988) incluyeron otro de sus hits: Alégrame el día, un alegato antitaurino cuya letra recoge versos como estos: “Si intentas dar la vuelta al ruedo, / la darás con los pies por delante. / A ti es al que pondrán las banderillas”. Durante una gira que pasó por Tordesillas (Valladolid), pueblo del polémico Toro de la Vega, les pidieron que no la tocaran. “Por supuesto que la tocamos”, recuerdan. “Lo gracioso es que no la teníamos prevista, pero basta que te lo digan…”.
Hace 40 años éramos más ‘underground’ y no había redes sociales. Ahora se ofende todo el mundo”
Si no a un juez, el grupo gallego debe mucho a una aseguradora: la que declaró siniestro total el coche en el que viajaban sus miembros cuando todavía se hacían llamar Mari Cruz Soriano y los que afinan su piano. Con el nuevo nombre dieron su primer concierto en los Salesianos de Vigo. Era diciembre de 1981. Meses más tarde, y en solo tres días, grabaron los 15 temas de su primer disco, ¿Cuándo se come aquí?, un clásico de la música española con una portada para la que Óscar Mariné ―autor desde entonces de la imagen gráfica de la banda― tuneó a los hermanos Dalton. Fue un bombazo que vendió 10.000 ejemplares en muy poco tiempo, todo un éxito para el circuito independiente.
Cuando Paloma Chamorro, presentadora de otro mito ―el programa La edad de oro en TVE―, les recordó la cifra en su consagración televisiva, Julián Hernández le quito importancia: “¡Pero si Juan Pardo vende 400.000!”. También se la quitó a la supuesta “ordinariez” de sus letras: “No hacemos más que seguir al Arcipreste de Hita, al que nos obligaron a leer en el colegio; a Quevedo, los cuentos más marranos de Samaniego, el cuplé y a María Jiménez. ¿Cómo vamos a escribir letras diciendo ‘Me paseo por Berlín’ si nos paseamos por Porriño?”. “Seguimos la tradición”, subraya ahora Hernández sobre el carácter “carpetovetónico” de sus composiciones. “Los que más salen en nuestras canciones”, añade Javier Soto, “son Dios y los bares”.
El cliché dice que Siniestro Total era una panda de punkis que no sabían tocar. La leyenda, que Hernández era un filólogo con estudios de conservatorio, rodeado de eruditos amantes del blues. El interesado lo aclara: “Estudié año y medio de filología y el conservatorio no me sirvió para tocar la batería, pero alguien tenía que hacerlo, ¡éramos cuatro guitarristas!”. Lo de la erudición lo explica Costas: “Teníamos nuestra culturilla musical, pero mezclábamos el blues con los Ramones, Jaume Sisa y el disco sorpresa Fundador. El otro día conocía unos chavales que hacen electrónica y no sabían quiénes eran los Beatles. Y no me estaban vacilando. No pasa nada, ellos están a lo suyo”. ¿Qué han aprendido en estos 40 años? “Que hay que afinar las guitarras. Y que suenan mejor con cable que inalámbricas”. ¿Y qué se ha perdido? “Ya no se venden discos”.
“No dejamos herederos. Aunque tal vez alguien haya dicho: ‘Si estos cafres pueden, nosotros también”
El último de los suyos es de hace seis años: El mundo da vueltas. Atrás quedan álbumes irrepetibles como Menos mal que nos queda Portugal (1984), Policlínico miserable (1995), Cultura popular (1997) o La historia del blues (2000). Si el último es la demostración de su amor por la música del Misisipi y sus alrededores (lo que los llevó a trabajar con Joe Hardy, productor de ZZ Top), el penúltimo lo es de su generosidad. Cultura popular está lleno de versiones de artistas españoles: desde Ilegales hasta Trigo Limpio pasando por Los Coyotes o el otro grupo de Javier Soto, Os Resentidos.
Siniestro Total no oculta su genealogía y Julián Hernández tiene en la imprenta un cancionero de versiones. Publicado por Trama, el título procede de su particular adaptación del Highway to Hell, de AC/DC: Folla con él. Lo que no encuentran son herederos (por mucho que hasta Chenoa saliera en la televisión de Galicia cantando Miña terra galega, y El Sótano, de Radio 3, haya pedido versiones de Siniestro a bandas como Carolina Durante, Burning o Sex Museum). “¿Herencia? Tal vez alguien haya dicho: ‘Si estos cafres pueden, nosotros también”. Con descendencia o sin ella, ¿no será esta una despedida en falso como las de La Polla Records, Extremoduro o Miguel Ríos? “Siniestro Total nació para acabar con el rock y ese trabajo está hecho. Volver a la furgoneta es muy pesado. Los 40 años y el parón de la pandemia nos lo hicieron ver. Tendréis que creernos. O quedamos aquí dentro de un año”.
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