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FIL DE GUADALAJARA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Los españoles me explican cosas (sobre sexo y sobre política)

Una periodista especializada en relaciones sexuales y un expresidente del Gobierno, entre las pocas figuras llegadas este año desde España a la Feria del Libro de Guadalajara

La periodista y escritora catalana Noemí Casquet
La periodista y escritora catalana Noemí Casquet.Olmo Calvo
Javier Rodríguez Marcos

La FIL ha vuelto a ser la que era, pero con mascarillas, distancias de metro y medio y el alcohol repartido entre el ubicuo hidrogel y el tequila. Este año, sin embargo, la representación española, siempre muy numerosa, ha sido testimonial: pocos autores y editores, pero, eso sí, el mismo poder editorial. Entre los mayores pabellones de la feria siguen estando los de dos multinacionales con sede en Barcelona: Planeta y Penguin Random House. Además, Océano y Sexto Piso alojan en los suyos a una pléyade inabarcable de sellos independientes del otro lado del charco.

Junto a los jóvenes de la lista Granta, el pabellón oficial de España en Fráncfort 2022, Uxue Alberdi, Guillem Sala, Esther Viva, Nacho Vegas y (anunciado) Miguel Bosé, los platos fuertes en formato presencial de la parte europea que habla español han sido Noemí Casquet, periodista especializada en sexo, y José Luis Rodríguez Zapatero, expresidente especializado en talante. El azar quiso que sus intervenciones se sucedieran en apenas unos metros de distancia, con lo que se podría transitar de la “responsabilidad afectiva” a la erótica del poder sin romper el consenso ni la distancia social (en los aeropuertos mexicanos: sana distancia).

Recibido como un auténtico líder mundial ―el presentador le auguró que ganaría el Nobel de la Paz―, Zapatero, que hizo doblete, dio una lección básica de socialdemocracia y se refugió en generalidades de salón (Salón número 8, Expo Guadalajara) para evitar responder qué pensaba del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador, con el que la FIL mantiene una tensión (no sexual) evidente desde el día de la inauguración. Sus dos recetas fueron: la vuelta de Lula da Silva como ejemplo a corto plazo y la unidad de América Latina como utopía necesaria. En este caso, el ejemplo de plazo largo era, claro, la Unión Europea, a la que desde esta orilla del Atlántico apenas se le ven los costurones del Brexit, Hungría, Polonia o la transnacional ultraderecha antieuropeísta.

ZP acaba de publicar No voy a traicionar a Borges, unos despeinados apuntes personales sobre el escritor argentino, pero no vino a Jalisco a hablar de su libro (recomendó No-cosas, de Byung-Chul Han). Quien sí vino a hablar de los suyos ―Cuerpos y Almas― fue Noemí Casquet, recibida con parecido fervor por los 200 adolescentes que daban color y brillo de teléfono móvil al salón de enfrente. “¿Qué te llevó a escribir?”, le preguntó una joven que se declaró “muy fan”. “La respuesta corta es follar”, respondió la interpelada. Y añadió: “La larga: el sexo es una energía brutal”. Ese fue el nivel de una intervención llena de recetas en las que un fondo de autoayuda sentimental alternaba en la forma con guiños muy medidos al realismo sucio y el inevitable abuso hispanoespañol del verbo coger.

A su lado, la argentina Tamara Tenenbaum, autora de El fin del amor, se encargó, sin perder el talante, de demoler cada uno de los conceptos enarbolados por su compañera de charla. “La vida es difícil, difusa y no se organiza tan fácil en reglas”, dijo la filósofa porteña después de transigir con una sola norma: “Las personas son fines en sí mismas y no medios para nuestros fines” (Kant). Horas antes, en un coloquio titulado ¿Ovejas negras? Lo incómodo en la literatura, Tenenbaum había sido algo más radical: “Nos mueve el deseo. Queremos disidencia, no orden”, dijo para criticar “ciertas formas del feminismo” que considera “disciplinarias”, “importaciones de Estados Unidos” como la cultura de la cancelación o la prohibición de la relación adulta y consentida entre docente y alumno. “Me niego a pensar que la única manera de convivir sin violencia sea la prohibición”, afirmó. “No podemos ser solo el modo como nos vigilamos”. La FIL ha cruzado su ecuador, pero la discusión (transatlántica) no ha hecho más que empezar.

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Sobre la firma

Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.

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