Jonás Trueba, el milagro español que compite en los premios César
La película ‘La virgen de agosto’ pasó con discreción por las salas españolas pero ha cautivado al público francés. Este viernes aspira a conseguir el galardón a la mejor película extranjera, 21 años después de que lo hiciera Almodóvar con ‘Todo sobre mi madre’
La virgen de agosto, de Jonás Trueba, competirá este viernes por el premio a la mejor película extranjera en la gala de los César, los galardones del cine francés, tras haberse convertido en uno de los éxitos sorpresa del año pasado en las salas en Francia. La película, que se estrenó en España en el verano de 2019, está protagonizada por una chica recién separada que se busca a sí misma en un Madrid veraniego y lánguido, deambulando por avenidas melancólicas y vagando por las verbenas de barrio, donde encadenará encuentros fortuitos que la harán cambiar de paso. Este proyecto íntimo y modesto, que no logró ninguna candidatura a los Goya de su año de estreno, aspira a vencer ahora al resto de nominadas en su categoría: 1917, de Sam Mendes; Dark Waters, de Todd Haynes; Corpus Christi, de Jan Komasa; y la que parece su mayor rival, Otra ronda, de Thomas Vinterberg. Si gana, será la primera vez que el cine español se impone en esa categoría desde el año 2000, cuando Pedro Almodóvar se alzó con el galardón por Todo sobre mi madre.
Jonás Trueba, aterrizado el jueves en París para asistir a la ceremonia del viernes por la noche, cree en sus posibilidades. “No soy partidario de los premios, porque tienden a convertirse en una vara de medir que determina qué películas importan. Pero es tan rocambolesco haber llegado hasta aquí que no me parece imposible ganar…”, afirmaba el cineasta en su hotel parisiense, con vistas sobre el Sacré Coeur. A su lado, Itsaso Arana, actriz y coguionista de la película, se reía, algo incrédula: “Nos lo tomamos con humor y un poco de desapego. Me siento como si estuviera jugando en la NBA, siendo yo una enana. Con esta película, la virgen ha venido a visitarnos”.
Lo sucedido con La virgen de agosto en Francia —donde se estrenó como Eva en agosto, título más asimilable en la patria del laicismo— roza, efectivamente, el milagro. Llegó a los cines en pleno verano, durante las escasas semanas en las que las salas francesas permanecieron abiertas, entre el fin del encierro de la primavera y el principio del confinamiento del otoño. Llenó el hueco que dejaron los blockbusters hollywoodienses, lo que benefició a películas pequeñas que, en otro momento, hubieran pasado desapercibidas. Y su relato cobró un eco particular en plena pandemia. “Es una película que habla de ser turista en tu propia ciudad, en un momento en que resultaba imposible viajar. En cierta manera, fue premonitoria. Se estableció un extraño diálogo entre lo que vivíamos y lo que contaba la película”, afirma Arana.
“En España, mis películas están mal connotadas por el hecho de ser ‘hijo de’. Se perciben, ya de entrada, con etiquetas y prejuicios. En Francia, en cambio, la película se ha hecho camino sola”
El filme terminó teniendo más repercusión en Francia que en su país de origen, como admite el propio Trueba. “Siento que, en España, mis películas están mal connotadas por el hecho de ser ‘hijo de’. Se perciben, ya de entrada, con etiquetas y prejuicios. En Francia, en cambio, el proceso ha sido muy limpio. La película se ha hecho camino sola”, sostiene el director. La raíz francesa de su película, tan marcada por la herencia de la nouvelle vague y el referente explícito de Éric Rohmer —La virgen de agosto puede ser vista, en el fondo, como una versión madrileña de El rayo verde, del maestro francés—, también pudo seducir a los espectadores locales, que siempre gustan de descubrir la semilla de su cinematografía en las de otras latitudes.
“La influencia de la nouvelle vague es evidente, pero esta es una película rodada en mi ciudad, con sus calles, sus parques y sus costumbres. Me sorprende que me digan que parece francesa”, se defiende Trueba. “Intentamos ser muy locales y específicos, hablar de un Madrid lleno de posibilidades y contradicciones, con mucho ruido y mucho silencio. Pero sospecho que, cuanto más local quiere ser uno, más internacional resulta”, le secunda Arana. Esa ciudad llena de paradojas, bulliciosa y solitaria, religiosa y desacralizada, sorprendió a espectadores que conocían un Madrid pasado por el tamiz de la Movida, cuyo imaginario sigue siendo muy poderoso en Francia.
La artífice de este éxito inesperado es Bénédicte Thomas, responsable de una pequeña distribuidora llamada Arizona. Descubrió la película en el Festival de la Roche-sur-Yon, a la orilla del Loira, en otoño de 2019. Quedó cautivada, aunque admite que tuvo dudas sobre su potencial comercial. “Me emocionó de manera muy íntima, pero me pareció que esa emoción tan sutil no sería fácil de transmitir al público. En cierta manera, la distribuidora frenó a la espectadora”, sonríe. Tras mostrársela a su equipo y descubrir su entusiasmo, se lanzó. Thomas explica así su éxito: “Es probable que los cuestionamientos del personaje sobre su lugar en el mundo se parecieran a los de algunos espectadores, que salían de varios meses de confinamiento y ponían en duda muchas de sus certezas”. Para la distribuidora, La virgen de agosto ha supuesto “un soplo de aire fresco en un año muy triste”.
Propulsada por críticas excelentes —y por el buen hacer de la jefa de prensa Monica Donati, detrás de los filmes del imperio francés del cine independiente MK2—, la película logró atraer a 43.000 espectadores, una cifra muy estimable, incluso en tiempos prepandémicos, para un proyecto dirigido y protagonizado por desconocidos. En España, la vieron 27.000 personas tras su estreno en verano de 2019, muy por detrás de otras producciones de perfil similar, como Lo que arde o La hija de un ladrón. En los últimos años, otros cineastas españoles han logrado un reconocimiento mayor en Francia que en España. Al margen de un fenómeno absoluto como Almodóvar, venerado desde los ochenta por la cinefilia francesa, también las películas de Albert Serra y Oliver Laxe triunfan en Cannes y un proyecto como Magical girl, de Carlos Vermut, que se estrenó en Francia con el título sui generis de La niña de fuego, logró superar los 60.000 espectadores en 2015. En España, fueron 53.000. Otros títulos recientes y pertenecientes a un nicho parecido, como El año del descubrimiento y My Mexican Bretzel, ya tienen cerrada su distribución en Francia tras triunfar en varios festivales internacionales.
Trueba y Arana aseguran que, incluso si pierden en la noche del viernes, ya habrán ganado. La repercusión de la película les ha abierto perspectivas de futuro en Francia. “Hemos tenido contactos y propuestas interesantes. Hay productores interesados en saber qué será lo siguiente que hagamos”, confirma Trueba, sin entrar en detalles. “En todo caso, me lo tomo todo con una pizca de escepticismo. Tal vez, cuando descubran que no quiero volver a hacer otra película igual que esta, las puertas se vuelvan a cerrar”, ironiza. El director tiene un proyecto en mente que podría rodarse parcialmente en París, aunque esa posibilidad tampoco le quite el sueño. “No tengo el anhelo de convertirme en un cineasta francés. Pagaría por seguir rodando como hasta ahora, con el mismo equipo, durante muchos años”.
Babelia
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