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Cuando el racismo es un gran espectáculo

WarnerMedia retira temporalmente de su catálogo ‘Lo que el viento se llevó’, una película polémica desde su estreno, y abre la reflexión sobre la responsabilidad de los clásicos

Vivien Leigh y Hattie McDaniel en 'Lo que el viento se llevó'. En vídeo, una escena de la película.Vídeo: Silver Screen Collection / Getty Images
Pablo Ximénez de Sandoval

“Hubo una tierra de caballeros y campos de algodón llamada el Viejo Sur. En este bello mundo, la gallardía hizo su última reverencia. Aquí se vieron por última vez caballeros y señoritas, amos y esclavos. Búsquenlo solo en los libros, pues ya no es más que el recuerdo de un sueño. Una civilización que se llevó el viento”. Son las primeras palabras de Lo que el viento se llevó (1939). Aparecen impresas sobre unos planos de esclavos acarreando ganado al atardecer.

Lo que sigue es un peliculón. Cuatro horas de romance, aventuras, tragedia y humor en las que pasa de todo y a lo grande. Sus frases forman parte de la cultura popular. La música es un himno al cine. Le dieron 10 oscars. Sigue siendo la película más taquillera de la historia, ajustada la inflación. Se la considera la cumbre de la edad de oro de Hollywood.

Pero esa introducción del principio da exactamente el tono de la obra. Es un relato épico y nostálgico de la esclavitud en el sur de Estados Unidos y la guerra que se libró para perpetuarla. Su caricatura de los negros es un símbolo de racismo para millones de personas, especialmente los negros americanos descendientes de aquellos esclavos.

El pasado día 10, un artículo en Los Angeles Times acabó con ocho décadas de tolerancia incómoda. El director y guionista John Ridley (Oscar por 12 años de esclavitud) escribió una tribuna titulada en papel Hey, HBO, ‘GWTW’ has to go (en inglés, rima). En ella pedía a WarnerMedia que retirara temporalmente Lo que el viento se llevó de su nueva plataforma de video, HBO Max. “Es una película que, cuando no ignora los horrores de la esclavitud, se detiene en ello solo para perpetuar algunos de los estereotipos más hirientes sobre las personas de color”, escribe Ridley. Esa misma tarde, WarnerMedia anunció la retirada de la película de su catálogo. Volverá más adelante, con algún tipo de introducción de contexto.

Un cartel de 'Lo que el viento se llevó' en una casa dañada por el huracán Katrina.
Un cartel de 'Lo que el viento se llevó' en una casa dañada por el huracán Katrina. Lee Celano (Reuters)

La polémica sobre Lo que el viento se llevó no es nueva. Las críticas por racista empezaron desde antes de que se rodara. Quizá sea difícil de comprender en países que no han padecido la monstruosidad de la esclavitud. Pero esta no es una película global. Es una película norteamericana. Cuando se estrenó, estaban vivos los hijos y los nietos de esos negros reducidos a caricaturas. En EE UU, es racista. Ninguna voz relevante de la cultura ha salido a defenderla.

“El único propósito de esta película es hacer una historia de la esclavitud desde una perspectiva favorecedora”, explica Sam Fulwood III, autor del Center for American Progress y experto en racismo en los medios. “Glorifica una parte de la historia americana que para los negros y para muchos americanos es una vergüenza”. Fulwood cree que el filme solo es “uno más” en la estela de El nacimiento de una nación (1915). La película de Griffith fue una sensación en su momento y es otro clásico que glorifica la vida del sur. En este caso, el Ku Klux Klan directamente eran los héroes.

La reacción fulminante de WarnerMedia, la compañía dueña de HBO, solo se entiende en el contexto del cambio cultural profundo que parece estar viviendo Estados Unidos respecto a lo que se llama racismo institucional, el racismo tan incrustado en la cultura, la policía y la economía que los blancos ni lo ven. Los extranjeros, mucho menos. El asesinato a sangre fría y ante las cámaras del negro George Floyd a manos de un policía blanco ha abierto una espita por la que está saliendo años de reivindicaciones.

El único precedente parecido es el movimiento Me Too despertado por las denuncias contra Harvey Weinstein, que en unas semanas de 2017 cambió por completo un siglo de normalidad de los abusos sexuales en Hollywood. Cosas que parecían incrustadas en la cultura, inevitables, parte de la vida, simplemente pasaron a ser inaceptables de un día para otro. Lo decidieron millones de mujeres a la vez, con la solidaridad de millones de hombres.

Protestas en la estatua del general Robert E. Lee en Richmond, Virginia, esta semana.
Protestas en la estatua del general Robert E. Lee en Richmond, Virginia, esta semana.Eze Amos (AFP)

Algo así ocurre estos días con los negros americanos, movilizados de costa a costa y con la novedad de una solidaridad masiva de los blancos. Ciudades por todo el sur están retirando estatuas de la Confederación. Netflix y Amazon Prime reciben a sus usuarios con ciclos de cine afroamericano. El diario Los Angeles Times cambió sus normas de estilo esta semana para poner siempre la palabra negro con mayúsculas. La NFL se ha disculpado por no haber sido sensible a las protestas de algunos jugadores en el pasado. Hasta Donald Trump ha cambiado de fecha un mitin previsto para el 19 de junio en Oklahoma. Lo hará el 20, porque el 19 se conmemora el fin de la esclavitud. Trump ha escuchado, ha entendido y ha rectificado. Sirva eso como medida de lo que está pasando.

Los negros nunca tuvieron poder porque no controlaban ni los medios ni el negocio de Hollywood”, dice Fulwood. “Solo podían ofenderse y nada más. Lo que vemos ahora es cultura transformándose ante nuestros ojos. La cultura cambia muy despacio. Ahora está cambiando por horas”.

En este contexto, un clásico como Lo que el viento se llevó “tiene un valor simbólico, como los monumentos”, explica Ellen Scott, profesora de Cine y Medios en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA). Claro que habrá cientos de películas con problemas similares, pero esta “es una de las películas más promocionadas de la historia, ha tenido un recorrido en Hollywood que tienen muy pocos filmes. Se ha repuesto en televisión muchas veces. Es una película de prestigio que ha superado la historia para convertirse en el icono del Hollywood clásico, es cultura americana”.

De pronto, el racismo aceptable ya no es aceptable. Lo que le pasa a Lo que el viento se llevó tendrá que pasar con libros y cuadros, opina Fulwood. “Todas las obras necesitan contexto. Igual que hay música que tiene un cartel de parental advisory porque puede ofender. En los 60, las comunidades del sur no dejaban a sus hijos escuchar música negra porque era una mala influencia. Las fotos de Robert Mapplethorpe eran pornográficas porque desafiaban la cultura en ese momento. Ya no lo son. No hay que prohibir nada. El trabajo de un artista es producir y el de los historiadores, dar contexto”.

A eso se ha enfrentado, por ejemplo, Disney. Al sacar todo su catálogo de golpe en su plataforma Disney+, se dio cuenta de que había contenido que no es aceptable hoy en día. Algunos de sus clásicos más celebrados llevan hoy una advertencia de que “contienen representaciones culturales anticuadas”. La advertencia sale en películas como Dumbo. Otra controvertida película, Canción del sur, no está en el catálogo.

La retirada de Lo que el viento se llevó “se puede usar como oportunidad para debatir cómo han influido muchos estereotipos que esa película hizo populares, como el papel de Mammy”, decía esta semana el decano de Sociología de UCLA y profesor de Estudios Afroamericanos, Darnell Hunt. “Nadie dice que se destruyan esas películas. Se trata de ser sensible a este momento y pensar en mejores formas de presentar material como ese, que tiene otro significado nuevo en este contexto. El significado no existe en el vacío. Cuando pasan cosas que cambian la conciencia de la gente, el significado de cosas que se hicieron hace 50 años cambia”.

En ese cambio cultural, las películas tienen una especial responsabilidad en no seguir contribuyendo a los estereotipos raciales, opina Scott, más que los libros u otras formas de arte. “Tienen una responsabilidad especial y la industria lo sabe. Pero hay que caminar por una fina línea entre censura y pensamiento positivo para encontrar formas de representación positivas. La censura es un problema. Pero no contratar directores y guionistas negros también es una forma de censura. El remedio no es más censura, sino hacer Hollywood más diverso. Y eso aún no ha ocurrido”.

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Sobre la firma

Pablo Ximénez de Sandoval
Es editorialista de la sección de Opinión. Trabaja en EL PAÍS desde el año 2000 y ha desarrollado su carrera en Nacional e Internacional. En 2014, inauguró la corresponsalía en Los Ángeles, California, que ocupó hasta diciembre de 2020. Es de Madrid y es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense.

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