Daniela Vilaboa: “No existe la llamada literatura femenina”
La escritora y abogada hispanoargentina que debuta con su primera novela 'La luz sobre las cosas' responde al carrusel de preguntas de este periódico
Abogada y crítica de cine, la escritora Daniela Vilaboa, hispanoargentina, aunque nacida en Montevideo en 1970, debuta en la novela con La luz sobre las cosas.
¿Cuál es el último libro que le hizo reírse a carcajadas?
El verano sin hombres, de Siri Hustvedt.
¿Quién es su lector perfecto?
El que quiere y no quiere llegar al final. El que cierra el libro sólo para disfrutar un rato más de lo recién leído.
¿Qué libros tiene en su mesa de dormir?
Muchos, demasiados. Algún día voy a amanecer enterrada por los libros. Los que estoy leyendo: El expediente de mi madre, de András Forgách, El legado de Europa, de Stefan Zweig y Felicidad clandestina de Clarice Lispector. Los que empecé y no terminé Cumbres borrascosas, de Emily Brontë, Ada o el ardor, de Vladímir Nabokov, Amor líquido, de Zygmunt Bauman, Fima, de Amos Oz, y varios más.
¿Qué libro le cambió la vida?
El tiro de gracia, de Marguerite Yourcenar. Me hizo dar cuenta de que no existe eso que llaman “literatura femenina”, sino que existe simplemente la literatura.
Sus influencias literarias....
Muy variadas. En mi adolescencia los latinoamericanos: García Márquez, Vargas Llosa, Cortázar, Isabel Allende, Sábato, Castillo. Después los clásicos: Tolstói, Flaubert, Balzac, Mann, Kafka. Yourcenar sobre todo. Actualmente: Jhumpa Lahiri, Iréne Nèmirovsky, Amos Oz, Orhan Pamuk.
¿Junto a quién le gustaría sentarse en una fiesta?
Si es un poco aburrida, junto a la escritora Jhumpa Lahiri. Si la es divertida, con el personaje de Ruper Everett en La boda de mi mejor amigo.
¿Qué libro regalaría a un niño para introducirlo a la literatura?
El mundo de Sofía, de Gaarder Jostein.
¿Su lugar favorito en el mundo?
Un banco junto a un árbol de cerezos en Central Park.
¿Qué libro le hubiese gustado haber escrito?
Memorias de Adriano o Suite francesa.
¿Qué cambiaría de usted misma?
Mi dificultad para ser ordenada y práctica. Mi romanticismo decimonónico.
¿La última vez que lloró?
El jueves pasado, en la sesión con mi psicoanalista.
¿Cuándo fue más feliz?
Cuando creía que podía moldear la vida a mi manera, cuando todavía tenía toda la irreverencia de la juventud.
¿Qué la deja sin dormir?
Literalmente: las constantes salidas nocturnas de mis hijos adolescentes que no contestan los mensajes de celular. A veces: no poder ver despegar a mi país.
¿Con quién le gustaría quedar atrapada en un ascensor?
Con Woody Allen. Y en Manhattan.
¿Lo último que compró y le encantó?
Una lámpara que mandé a hacer diseñada por mí, para poner al costado de un sillón donde me gusta tirarme a leer.
¿Lo que está deseando comprarse?
Un pasaje para recorrer el sur de España, de Italia, Grecia y Turquía. Me apasionan las ciudades que están a orillas del mítico Mediterráneo.
Última borrachera...
La noche previa a mi cumpleaños 49, paseando con mi pareja por un pueblito de la Toscana con un frío de morirse y nosotros sin poder parar de reír.
¿Su espacio favorito en su casa?
El sillón del living.
¿En su nevera siempre hay..?
Una botella bien helada de Cabernet Sauvignon.
¿El mejor regalo que ha recibido últimamente? ¿Y el mejor que ha hecho?
Un collar de perlas. El mejor que he hecho fue un curso de barman.
¿Qué quería ser de niña?
Escritora y astronauta.
¿Qué le asusta?
Perder la razón, la locura.
Si tuviera un súper poder....
Lo usaría para calmar el sufrimiento.
En una fiesta de disfraces ¿de qué se disfrazaría?
De alguna mujer del mundo antiguo: Helena de Troya o Hypatia de Alejandría. Para disfrazarse, que sea a lo grande.
¿Qué le diría a su presidente?
Que me habría gustado que se animara a hacer lo que hasta ahora no hizo, aprovechar una oportunidad histórica para sanear las instituciones, entre ellas, la justicia.
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