Pepa Roma: “España se ha dormido en los laureles en Latinoamérica”
La escritora se somete al carrusel de preguntas de este diario
Dice Pepa Roma que, para ella, una familia perfecta es aquella en la que reina la sinceridad, el amor, el respeto y la consideración, “y, sobre todo, el apoyo y protección del más débil”. En 2017 la periodista y novelista (La Sentiu, Lleida) dibujó algo bien distinto en Una familia imperfecta (Espasa), la crónica de los secretos y las mentiras que Cándida encuentra al volver a la casa de su familia venida a menos en Barcelona. Una novela que cruzó el charco y que mañana empieza a promocionar en Miami.
De pequeña quería ser…
Bailarina, polizonte de barco, estrella de un circo ambulante.
¿Cuál es el mejor consejo que le dio alguno de sus padres?
Estudia, estudia, estudia, para poder ser independiente, comprender el mundo en el que vives, ser algo en la vida, ser tú misma.
¿Con quién le gustaría quedar atrapada en un ascensor?
Con nadie porque soy claustrofóbica.
¿Algún sitio que le inspira?
La India, siempre. También Egipto, México, lugares con largas playas y vestigios de alguna civilización antigua cerca.
¿Cuándo fue la última vez que lloró?
“No me atrevo ni a vaticinar cómo será la próxima semana en Cataluña”
Cuando murieron mi hermano y mi marido, con poco tiempo de diferencia.
¿Cuál ha sido el mejor regalo que ha recibido?
Las palabras “te quiero” de alguien al que amas.
¿Cuánto hay de usted en Una familia imperfecta?
Todo y nada, como en todas las novelas. Gran parte del material procede de experiencias vividas, como la enfermedad de Ángel, el hermano de la protagonista; también los testimonios familiares de la guerra y sobre la historia de Cataluña. Pero el argumento y la caracterización de los personajes es pura ficción.
Cándida se encuentra con una Barcelona muy cambiada. ¿Qué siente al pensar en la ciudad?
Sentimientos contradictorios. Orgullo porque se ha convertido en una gran ciudad por la que me encanta pasear y admirar; pena porque el turismo masificado la hace intransitable e invivible para muchos. Nostalgia, sobre todo, del tipo de vida de barrio que conocí en mi infancia; de los años alegres de la Transición, en los que bajabas al café de la esquina y te encontrabas con el teatrero o amigo de todos los días... Barcelona ha dejado de ser el lugar hogareño que siempre fue.
¿Cuál es el último libro que le hizo reír a carcajadas?
A carcajadas, tendría que remontarme a El Lazarillo de Tormes. Que me han hecho sonreír, Mujeres de John Updike, entre otros.
¿Qué libro mataría por haber escrito?
Muchos. Para empezar, Rayuela, de Cortázar. También El Amante, de Margerite Duras; A turn of the screw, de Henry James; y, por pedante que parezca, Ulises, de Joyce. Y, cómo no, el Quijote. Qué lejos e insignificante me hace sentir la pregunta.
¿Cuál ha sido su gran experiencia?
La India, porque fue mi bautismo de fuego a los 20 años. Una pesadilla que terminó en fascinación. Como periodista, el encuentro con Nelson Mandela en Soweto, a quien tuve la suerte de hacer la primera entrevista que concedía a su salida de la cárcel.
En una fiesta de disfraces, ¿de qué se disfrazaría?
Siempre de algo que me hiciera parecer más alta, más joven y más guapa, como una bailarina del Tropicana.
¿Qué la deja sin dormir?
Las preocupaciones.
¿Tiene un sueño recurrente?
Sí, en el que continúo mi vida cotidiana con mi hermano o mi marido. Al despertarme me asombra de que ya no estén aquí.
¿Cuál es su olor preferido?
La bergamota.
¿Qué personaje del cine o la literatura se asemeja a usted?
“Sueño que sigo mi vida con mi hermano y mi marido. Al despertarme me asombra de que ya no estén aquí”
No tengo ni idea. Aunque en alguna ocasión me dijeron que tenía algo de Giulietta Masina o de Jeanne Moreau, todavía no he logrado ver el parecido. Sí que, por los planteamientos literarios, me siento cerca de la Doris Lessing de El Cuaderno Dorado.
¿Qué la hace suspirar?
Siempre el amor. Y la aspiración a llegar a escribir algo realmente bueno.
Respecto a su trabajo, ¿de qué está más orgullosa?
De mi tenacidad.
¿Cómo cree que será el futuro de España?
Haberme pasado tanto tiempo fuera me ha hecho ver en perspectiva todo lo que ha sido y atesorado España, una cultura que la sitúa en primerísimo lugar de la civilización europea. Pero se ha dormido en los laureles en Latinoamérica, y se ha encerrado en las pequeñas y mezquinas disputas internas por el poder. Sólo espero que haya políticos que vengan a hacerse cargo del país y de las inmensas posibilidades que todavía tiene en el mundo globalizado. Y esto empieza por la cultura.
¿Y de Cataluña?
Cómo muchos catalanes, siempre me he equivocado en mis predicciones. Nada de lo que sucede hoy lo habría podido ni imaginar hace diez o quince años. Hoy no me atrevo ni a vaticinar cómo puede ser la próxima semana.
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