La ficción española sobre el narco despega
Con una mirada que bebe de la realidad local y se alimenta del periodismo, literatura y televisión se suman a una tendencia global
De Algeciras a las Rías gallegas España es el gran punto de entrada de la droga en Europa. Del silencio y la impunidad de los años ochenta y las grandes operaciones judiciales posteriores se ha pasado a un narcotráfico globalizado y local al mismo tiempo, expansivo y poblado de personajes de película como el clan de Los Castaña en Campo de Gibraltar. Una realidad infrarrepresentada en la ficción española, que, salvo contadas excepciones, prefería mirar a países con una intensidad criminal menor –piensen en la moda de la novela negra nórdica– o a Estados Unidos. Hasta ahora.
Situar las series en Ceuta, Barbate o la costa gallega les da un autenticidad que hace que el producto final sea más atractivo Concepción Cascajosa
¿Qué ha cambiado? La fuerza de un nuevo relato periodístico que ha permeado las fronteras de la ficción y el interés por fenómenos locales han colocado el relato sobre el narcotráfico en España en la pista de despegue. Su desarrollo es distinto en el cine (escaso, con excepciones como El niño), la literatura (incipiente) o la televisión (más consolidado). ¿Moda pasajera o tendencia llamada a permanecer? Hablamos con escritores, productores y expertos para saber hacia dónde va el fenómeno.
“El abrumador éxito de Narcos ha distorsionado un poco la percepción que se pueda tener. Siempre ha habido series y películas sobre droga y crimen porque el conflicto que plantean es un caladero inagotable. Quizá lo novedoso ahora es que las narcoseries han puesto el acento en las particularidades locales del narcotrafico, como ocurre con Fariña”, asegura Aitor Gabilondo, responsable de series como El príncipe o Vivir sin permiso, basada en un texto homónimo de Manuel Rivas (publicado por Alfaguara) y una prueba sólida de la retroalimentación entre esas dos expresiones. “Hay una relación de fecundación por la que detrás de cada serie hay un embrión literario. Es un camino de ida y vuelta. Las series, en vez de sepultar la literatura nos obligan a ir más allá”, afirma el escritor gallego, uno de los primeros en llevar a sus páginas esta realidad.
Una ventaja del narco tal y como se trata ahora en la ficción es que entra de lleno en la relación entre el dinero y el poder y la corrupción que de todo ello se deriva, algo con lo que el público español está muy familiarizado. “Los productores se han puesto a mirar a la realidad, le han dado la mano al periodismo, que es lo que lleva pasando mucho tiempo en otros países y que en España parecía una asignatura pendiente”, asegura Nacho Carretero, periodista de EL PAÍS y autor de Fariña (Libros del K.O).
Es cierto que la televisión había tratado ya este tema –no se olvide, por ejemplo, el abrumador éxito comercial de Sin tetas no hay paraíso– pero no con el enfoque, la intensidad o el prestigio con que se hace ahora. “Hay series recientes que tratan el tema con una vocación mucho más realista y cercana y que no se desarrollan en Madrid, sino en lugares poco frecuentados por la ficción española. Situarlas en Ceuta, Barbate o la costa gallega les da un autenticidad que hace que el producto final sea más atractivo, tanto local como internacionalmente”, reflexiona Concepción Cascajosa, profesora de Comunicación Audiovisual en la Universidad Carlos III.
En la realidad se ha producido un cambio del que sí ha sabido sacar rédito la literatura, obligada a paliar un déficit arrastrado desde hace tiempo. “Ya no es fácil reconocer Algeciras o La Línea en esa mirada casi romántica, de delincuentes y aventureros al estilo de El Vaquilla, que propone Arturo Pérez- Reverte en La reina del sur [una de las novelas pioneras en la narcoficción española]. Tras la crisis económica, el Campo de Gibraltar ha evolucionado hacia una realidad criminal más sofisticada y más cruel en su esencia, con grupos jerarquizados, redes clientelares, enfrentamientos abiertos con la policía... El narcotráfico se ha transformado en un problema más complejo, inspira historias distintas y demanda un tratamiento literario diferente”, afirma Jerónimo Andreu, que debuta en la novela con En el vientre de la roca (Salamandra), un potente thriller sobre el narcotráfico en el sur del país.
En España ha habido un déficit y un desenfoque. Nos ha faltado coraje a los que escribimos para adoptar la mirada insurgente Manuel Rivas
¿Qué pasaba hasta ahora? “En España ha habido un déficit y un desenfoque. Nos ha faltado coraje a los que escribimos para adoptar la mirada insurgente”, reflexiona Rivas, quien ha reflejado los efectos del narco en Galicia en novelas con un toque poético cercano al realismo mágico como Todo es silencio (Alfaguara). “No sé si la infrarrepresentación tiene que ver con esas realidades o con la inhibición de los autores. En la historia de España hay un conflicto colonial con decenas de miles de muertos y apenas hay media docena de libros de cierto porte literario sobre la guerra de Marruecos. Con el narco ha pasado algo parecido”, incide Lorenzo Silva, quien en en su última novela, Lejos del corazón (Destino) lleva a su pareja de guardias civiles, Bevilacqua y Chamorro, al Campo de Gibraltar y sus alrededores para reflejar el panorama criminal y la sociedad desestructurada de la zona.
Se puede dar la paradoja de que esta explosión temática se dé con retraso y que el público español se canse por el camino, merced a producciones foráneas y libros que ya abordan el tema. ¿Hay hartazgo? “Parece evidente que la literatura de ficción y no ficción es un referente cada vez más claro para la ficción televisiva, no sólo en España sino en todo el mundo”, afirma, sin embargo, Cascajosa. "Llegará un momento en que casi todo esté contado y el foco de interés se traslade a otros asuntos. Pero ahora mismo todo lo relacionado con el narco genera un interés bestial", sentencia Carretero.
Con el auge literario del true crime, el buen estado del periodismo de largo aliento y las miradas del mundo criminal global puestas en las oportunidades que ofrece España no parece que la veta esté agotada. Y falta una película que produzca el impacto de Fariña o un libro que cautive y denuncie como El poder del perro. La realidad, testaruda, seguirá ahí cerca.
El peligro de idealizar a Sito Miñanco o Pablo Escobar
En 1932 las autoridades judiciales de EE UU llamaron la atención a las productoras de EE UU por la imagen que se daba de la mafia en el cine. Era la época en la que Scarface arrasaba. Poco ha cambiado. "En Galicia, si eras un chaval de calle, tendías a admirar a Sito Miñanco y nunca a Baltasar Garzón. Sin ambages. Lo que sí resulta curioso es que ahora cualquiera tenga semejante empatía con determinados personajes. En las camisetas se llevan lemas de Pablo Escobar y no del Che, como hace veinte años", cuenta José Manuel del Río, abogado que se ha estrenado en la ficción con La marea roja (en febrero en Ediciones B). "Lo que más ha idealizado es el silencio y la impunidad que había antes. En la ficción hay que buscar el matiz, no puede estar sometida a un sermón o una ideología. La cocaína es el oro del capitalismo mágico. Qué se hace con ella en los circuitos financieros, cómo compra voluntades... Si se cuenta esto no se idealiza sino que se desequilibra el discurso imperante y no se idealiza", asegura Manuel Rivas.
No todos piensan igual. "No veo el peligro moral por ningún lado porque no creo que se les esté ensalzando", asegura Aitor Gabilondo. "Nos cautiva su forma de actuar y de vivir porque lo hacen al margen de la ley, cosa que la mayoría de nosotros ni hacemos ni haremos jamás. Además, nunca se oculta que están delinquiendo y que la sociedad les hará pagar por ello. Nos subyugan porque en ellos vemos reflejadas nuestra luz y nuestra oscuridad", remata.
El equilibrio narrativo es una herramienta esencial para evitar el ensalzamiento. Concepción Cascajosa pone como ejemplo la parte en la que Fariña se centra en las protestas de las madres de los toxicómanos, pero no deja por ello de recordar que si Sito Miñanco aparece por momentos romantizado es porque "es inevitable" y porque "las series no son documentales". La receta para evitar convertir en héroes a los criminales se completa con una apelación a la responsabilidad del espectador y un compromiso del creador, pero la tentación sigue ahí.
Babelia
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