‘La forma del agua’ y Guillermo del Toro conquistan los Oscar más mexicanos
La Academia se vuelca en el reconocimiento del movimiento #MeToo y de los cambios de cultura dentro de la industria del cine
El teatro Dolby y el mundo entero apenas podían contener la risa cuando Warren Beatty y Faye Dunaway salieron de nuevo a presentar el Oscar a la mejor película. Esta vez no hubo duda. La forma del agua, una historia de amor con un monstruo, una protagonista muda y una ambientación siniestra, es la película del año para la Academia de las Ciencias y las Artes Cinematográficas. Y está dirigida por un mexicano, Guillermo del Toro, que además se llevó el premio al mejor dirección.
El oscar de Del Toro por La forma del agua es el cuarto para un director mexicano en los últimos cinco años. Lea dos veces esa frase. Del Toro ha conquistado la élite de Hollywood con una fábula con todos los elementos para no haberse hecho nunca, como bromeó desde el escenario. “Soy un inmigrante, como mis compadres y como muchos de vosotros”, dijo. La película tiene además cierto simbolismo sobre la aceptación del otro. “Una de las mejores cosas que hace nuestra industria es ayudar a borrar las líneas en la arena”, dijo Del Toro.
México entró por la puerta del teatro Dolby, se subió al escenario en el primer minuto y ya no se bajó. Ha habido muchos momentos de reconocimiento de los latinos en los últimos años, detalles, premios para directores, canciones. Pero nada como lo que se vio este domingo. Eiza González y Eugenio Derbez salieron a presentar; la canción Recuérdame fue interpretada por los cantantes Miguel, Natalia Lafourcade y el actor Gael García Bernal sobre el escenario. La estatuilla fue para esa canción. El Oscar de largo de animación fue para Coco, la fábula mexicana, inapelablemente mexicana, que ha conquistado Estados Unidos. El director, Lee Unkrich, dijo sobre el escenario que es importante que “los niños puedan ver personajes que viven y hablan como ellos”. Por primera vez, no es un tópico.
Para dar perspectiva sobre la importancia del momento, allí estaba Rita Moreno, la primera latina que ganó un oscar (West Side Story, 1962). Moreno suele contar como tenía que forzar su acento y como, por su tono de piel, fue condenada en su carrera a ser la actriz étnica de turno, cualquiera que fuera esa etnia. Minutos antes de empezar la ceremonia, las actrices Eiza González y Gina Rodríguez se hacían una foto con Moreno en el lobby del teatro Dolby. Sobre el escenario, recibió una ovación en pie. Hollywood ya había descubierto a los directores mexicanos. Este fue el año en que abrazó a México, independientemente de lo que pasara con Guillermo del Toro.
Sobre el escenario se oyó “viva México” y también “viva Latinoamérica”. El primer Oscar de la historia para Chile llegó finalmente de la conmovedora Una mujer fantástica, una película fácil de ir a ver al cine en Los Ángeles, que ya es muchísimo en la categoría de Película de habla extranjera. Al escenario subieron los verdaderos padrinos del cine chileno actual, Pablo Larraín y Juan de Dios Larraín, el director Sebastián Lelio y la extraordinaria Daniela Vega. La élite de Hollywood reconoció a Vega con una ovación especial cuando Lelio mencionó su nombre.
Lelio destacó ante la prensa que la historia sucede en un país “donde el Estado no reconoce la existencia de los transexuales”. “Espero que este premio y la amplificación que supone ayude a dar relevancia a un asunto que es urgente. Un transexual no es una persona de segunda clase”.
Es difícil recordar una edición de los Oscar en la que los premios a la mejor interpretación no tuvieran ninguna emoción. Ninguno de ellos. Los premios para Sam Rockwell (Tres anuncios en las afueras), Allison Janney (Yo, Tonya) en las categorías secundarias, y para Gary Oldman (El instante más oscuro) y Frances McDormand (Tres anuncios) en las principales, fueron prácticamente por aclamación, después de que los cuatro hubieran ganado todos los premios de la industria.
Weinstein y el #MeToo
Fuera de México, los Oscar de 2018 serán recordados como los del año del #MeToo, por supuesto. De alguna manera la ceremonia más importante de Hollywood tenía que reconocer el profundo cambio de cultura, impensable hace solo seis meses, que ha destapado primero la extensión inaudita del acoso sexual en la industria del cine, y después ha tratado de liderar una cultura de redención que se está extendiendo a todos los ámbitos de trabajo.
Igual que hizo Chris Rock hace tres ediciones con la polémica sobre la ausencia de nominados negros, el presentador Jimmy Kimmel abordó el elefante en la habitación desde el principio. La estatuilla del Oscar, dijo, “es el hombre más respetado de Hollywood”. “Tiene las manos donde puedes verlas y no tiene pene”. También hizo referencia a Harvey Weinstein, el depredador sexual cuya caída precipitó el cambio, aunque no lo evisceró sobre el escenario, como han hecho otros presentadores este año. Para el nivel que ha alcanzado MeToo, las referencias de Kimmel al asunto sonaron a trámite, pero a trámite necesario.
La Academia tenía preparado su propio reconocimiento a lo que está pasando en la industria. Salieron al escenario Ashley Judd, Annabella Sciorra y Salma Hayek, tres de las víctimas con los relatos más inquietantes sobre Harvey Weinstein. A las dos primeras les destruyó su carrera en los 90. A Hayek, estuvo a punto. Las tres mujeres presentaron un vídeo en el que voces como Ana du Vernay, Mira Sorvino o Kumal Nanjiani explicaban que Hollywood ha empezado de manera decidida a mostrar en la pantalla protagonistas mujeres, afroamericanos, mexicanos, indios…
Este ha sido y es el año de Coco, La enfermedad del amor, Wonder Woman y Black Panther. Exitazos impensables hace solo un año, como dijo Kimmel. Geena Davis recordaba que después de Thelma y Louise (1991) parecía que todo iba a cambiar en la representación de las mujeres en las películas, y no fue así. El segmento vino a ser la manera de desear que “la promesa de esta noche”, como dijo Hayek, no sea una anécdota dentro de otros 27 años. Todo terminó con un momento televisivo único. Desde el escenario, Frances McDormand proporcionó “un poco de perspectiva”. Pidió a todas las mujeres nominadas en todas las categorías en estos Oscar que se levantaran para que todo el mundo viera quiénes y cuántas eran.
Kobe Bryant ganó un Oscar por el corto Dear Basketball, quizá el único premio que la ciudad de Los Ángeles aún no le había dado a la antigua estrella de los Lakers. Fue premiado el documental Icarus, que revela la trama de dopaje olímpico organizada en Rusia organizada por el Estado. James Ivory recibió el primer oscar de su carrera por el guion adaptado de Call Me By Your Name. Es la persona de mayor edad en recibir un oscar, a los 89 años. Tiene unos meses menos que la Academia, que este domingo celebró su 90ª cumpleaños. Quizá también inició el camino para resistir unos cuantos más.
ESPECIAL
Crónicas, galerías de fotos, vídeos, análisis… toda la cobertura de la gala de los Oscar celebrada en la madrugada de este lunes
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.