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¿Quién mató a Thelma y Louise?

Un libro analiza la producción y el lanzamiento de la película que, en los años noventa, parecía destinada a revolucionar Hollywood en pos de la igualdad de género

Geena Davis y Susan Sarandon, en 'Thelma y Louise'.
Geena Davis y Susan Sarandon, en 'Thelma y Louise'.
Gregorio Belinchón
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Hubo un momento en que Hollywood pudo abrirse a la igualdad de género, que pudo escuchar a un público adulto que envió suficientes señales a la industria como para que le tuviese en consideración. Hubo un momento en que una película escrita por una guionista debutante y protagonizada por dos actrices se convirtió en el gran éxito de taquilla de la temporada. Hubo un momento en que parecía que por fin iba a acabarse el imperio machista que dominaba la gran pantalla. Y ese momento no fue ayer, ni el pasado mes de octubre cuando se desveló el escándalo Harvey Weinstein, el depredador sexual que mandaba en el cine independiente. Aquello ocurrió en 1991 con el estreno de Thelma y Louise. Y la oportunidad pasó, para desesperación de las cineastas, que vieron cómo los ejecutivos de los grandes estudios decidieron seguir con sus junglas de cristales, sus películas de Stallone y sin escuchar a las mujeres. Es buen momento para recordarlo justo el fin de semana de los Oscar.

Off The Cliff (Penguin Press) es un libro brillante. Escrito por la periodista Becky Aikman, el volumen describe el nacimiento y el rodaje de Thelma y Louise, un milagro de película, basándose en 130 entrevista propias. Sin embargo, en vez de narrar sencillamente el proceso, Aikman lo pone en dos contextos: el de finales de los ochenta, en una industria casi al 100% masculina, y desde la actualidad, como un análisis de una oportunidad perdida, ahora que estamos viviendo otro momento de esperanza para la igualdad de género.

Thelma y Louise nace de unas lágrimas, las de Callie Khouri, una directora de producción de vídeos musicales, hastiada del ambiente que le rodeaba. Khouri nunca había escrito un guion, con lo que no conocía algunos datos que estaban en su contra: de las 50 películas más taquilleras de 1988, el año previo al inicio de la producción de su película, solo dos habían sido redactadas por mujeres, y solo siete tenían una protagonista femenina. Y desde 1932 ninguna escritora había ganado el Oscar a guion original. Antigua estudiante de interpretación, Khouri no encontraba ninguna posibilidad de dar salida a su talento en un mundo, el audiovisual, en el que se premiaban los escotes y las caras de tontas entre las trabajadoras. Cumplidos los 30, Khouri se encerró a escribir un guion, su guion, que ella incluso quería dirigir. Y lo hizo así, en ese formato, y no en novela, porque sentía que el cine era el arte del siglo. Nunca se planteó otro formato.

Como bien recalca Aikman, el cine no siempre fue tan machista: entre los pioneros del séptimo arte había numerosas mujeres, sobre todo guionistas, pero también directoras y, obviamente, estrellas, actrices como Joan Crawford, Greta Garbo, Rosalind Russell, Bette Davis o Barbara Stanwick que luchaban por interpretar un material a la altura de su talento. El terremoto que sacudió la industria en los años sesenta y que acabó con el sistema de los grandes estudios no benefició a las cineastas. “Incluso sin estudios que las protegieran, las actrices perdieron su pequeño estatus”, apunta Khouri. Llegaron los cineastas autores: blancos, hombres y heterosexuales, con temas muy masculinos, y las mujeres desaparecieron de detrás de la pantalla y en ella encarnaban solo a prostitutas, rubias descerebradas o amas de casa neuróticas. Entre 1966 y 1979, solo una mujer dirigió una película en un gran estudio, y solo Jane Fonda y Barbra Streisand retuvieron suficiente poder como para decidir sobre sus carreras. En los ochenta empezó a haber más directoras debutantes… sin embargo, se quedaban en ese escalafón sin que el sistema les dejara desarrollar su obra.

En verano de 1988, Khouri dijo basta. Del tirón escribió una historia muy personal, plasmando sus experiencias y las de sus amigas, en un formato, el de road movie, que casi había desaparecido de las pantallas en los ochenta, aplastado por los supertaquillazos masculinos todo explosiones, músculo y finales felices de la época Reagan. Curiosamente, el cine con y para mujeres, como la comedia Cómo eliminar a su jefe, funcionaba en taquilla. Sin embargo, los ejecutivos de los estudios creían en que el cine era para hombres y la televisión para mujeres.

Khouri encontró representante y ella, Diane Cairn, supo mover el guion… que nadie quiso hasta que Mimi Polk, de la productora de Ridley Scott, lo leyó. Scott se convirtió en su productor (no se veía dirigiendo una historia de mujeres) y Pathé Entertainment en el estudio que la financiaría, con Jodie Foster y Michelle Pfeiffer como protagonistas. Le dejaron claro a Khouri que ella no lo dirigiría si quería estrellas en el proyecto, y más tarde Scott tuvo que dar el paso adelante como realizador. En otoño de 1989 las dos actrices protagonistas renunciaron, y la insistencia de Geena Davis, también estrella en aquellos años, la incluyó en el reparto antes de que ficharan una de las actrices más listas y con menos pelos en la lengua del cine: Susan Sarandon. “Yo nunca pensé en la posible influencia de aquel proyecto. Sencillamente firmé porque se rodaba en verano [el de 1990] y eso encajaba en mis necesidades como madre”, cuenta en perspectiva la actriz.

Ridley Scott y Callie Khouri nunca se llevaron bien. Pero Scott supo darle a la historia una épica, una emoción y un ritmo necesario para llegar a un público muy amplio. Y respetó su final agridulce. Thelma y Louise sufrió en su estreno desde el desprecio del estudio que la lanzaba (que había cambiado de presidente) hasta virulentos ataques conservadores por la secuencia en la que Louise mata al violador. “En el filme solo mueren tres personas, y dos de ellas son las protagonistas”, remarca Geena Davis. Por comparación con títulos de aquella temporada, casi nadie: en Jungla de cristal 2 morían 264 personas, y en Desafío total fallecían 74, 47 de ellas asesinadas por Arnold Schwarzenegger.

La película se estrenó el 24 de mayo de 1991. Entró la cuarta en taquilla, pero aguantó y aguantó durante semanas. Y acabó recaudando –solo en EE UU- 40 millones de euros (había costado 13 millones), el doble de lo previsto tras el primer fin de semana en cartel. Los principales medios de comunicación alabaron el filme y el mensaje que transmitía, profetizando que por fin llegaba el momento de cambio. Sin embargo, no pasó nada. Aikman dedica un capítulo, titulado ¿Quién mató a Thelma y Louise?, sobre la transformación que jamás ocurrió. Khouri ganó el Oscar, aunque le costó una década debutar en la dirección. Cuando Sarandon y Davis celebraron en el festival de Cannes el 25º aniversario de la película, Sarandon apuntó: “No hubo epifanía entre los estudios porque ni les interesó. Y eso que el filme ganó un montón de dinero”.

En 1989 las mujeres solo suponían el 29% de los personajes de Hollywood en pantalla. En 2016 seguía exactamente igual, en ese 29%. En 1991, de las 50 películas más taquilleras de Hollywood, solo cuatro fueron dirigidas por mujeres. En 2016, solo hubo una directora. Geena Davis, frustrada por su carrera, acabó fundando el Geena Davis Institute on Gender in Media. Y Hollywood siguió en manos de ejecutivos heterosexuales blancos interesados en superhéroes y sagas galácticas.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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