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“En Venezuela nos estamos consumiendo hacia dentro”

Francisco Denis es el primer actor venezolano en fichar por Netflix para la serie 'Narcos'

Francisco Denis en la película 'El chico que miente'.
Francisco Denis en la película 'El chico que miente'.

Francisco Denis (1962, Caracas) hizo las maletas este jueves para poner rumbo al rodaje de la segunda temporada de Narcos —que comenzó el pasado día 11—, la exitosa serie de Netflix basada en la vida del narcotraficante colombiano Pablo Escobar. Denis es el primer actor venezolano contratado por la empresa estadounidense (que ronda los 70 millones de usuarios en todo el mundo) y lo primero que hizo al aterrizar en Bogotá fue comprarse un libro sobre los hermanos Rodríguez Orejuela, los fundadores del cartel de Cali. Precisamente, es al hermano pequeño a quien representará este venezolano formado en el mundo teatral en Ecuador y Francia y director de su propia compañía: Río Teatro Caribe.

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Denis reconoce que no es muy de televisión. No sigue series. Prefiere comprarse películas y verlas en casa. Pero una vez le comunicaron que Netflix contaba con él para hacer de Miguel Rodríguez Orejuela, se acomodó en su sofá y se dispuso a ver la primera temporada de Narcos, estrenada el pasado agosto. Sin descansos. Dándole al play cada vez que aparecían los créditos al final de cada capítulo. Así hasta una decena de veces. "Empecé a las dos de la tarde y terminé sobre las dos de la mañana", cuenta, riendo, al otro lado del teléfono desde Caracas. Con las elecciones venezolanas a la vuelta de la esquina (6 de diciembre), Denis se muestra desilusionado: "No creo que vaya a haber un cambio fundamental, gane quien gane".

Pregunta. ¿Ya se ha documentado sobre Miguel Rodríguez Orejuela?

Respuesta. Todo lo que pude encontrar por Internet lo he leído. Hay un libro de una entrevista que les hacen a los dos hermanos ya en la cárcel, que no he podido conseguir aquí en Venezuela, pero que es lo primero que leeré nada más llegue a Bogotá. He revisado declaraciones, entrevistas a exesposas… Te dan, no tanto los hechos, sino cómo eran ellos como personas, que creo que es lo más relevante. La esfera social en que se manejaban, qué tipo de relaciones tenían…

P. ¿Cómo es este narcotraficante?

El narco es un tipo que vive a tu lado y nunca te diste cuenta

R. En Europa quizás es un poco distinto, pero aquí en América Latina la barrera entre ser legal e ilegal no es tan clara. El narco es un tipo que vive a tu lado y nunca te diste cuenta. Son personas de la alta sociedad de Cali que se manejaban tranquilamente entre banqueros, políticos, gente de poder… y muchos de ellos lo sabían. Se maneja ética y moralmente dentro de la tradición, pero por otro lado son gente que rompe con toda la legalidad del mundo. Eso me parece interesante para elaborar las características del personaje: esa contradicción entre tradición y estar más allá de la legalidad.

P. ¿Qué rasgo especial tiene él respecto a otros narcos?

R. Hay una diferencia clara entre los dos hermanos. Gilberto es el tipo quizás más vivo e inteligente, más estratega, dentro del cartel. Pero Miguel se maneja más con los contactos políticos. Es un tipo con más distancias, menos volado, menos lúcido que su hermano, pero más centrado. De hecho, parece ser que el primer contacto con [Ernesto] Samper [presidente de Colombia de 1994 a 1998] es a través de este personaje.

P. ¿Cómo va a ser trabajar en el mismo idioma, pero con un acento distinto?

R. Esa es una de las cosas que me llamó la atención cuando vi Narcos. No es el acento lo más importante; no es lo que marca la diferencia de un personaje. Más bien es la capacidad con la que tú convences al espectador de cómo te metes en el personaje. De todas formas, ayuda al actor, porque eso ya le confiere una máscara que es necesaria. Yo sí voy a intentar marcar una diferencia en mi acento natural.

Miguel [Rodríguez Orejuela] se manejaba con los contactos políticos. Es un tipo con más distancias

P. ¿Conocía de antes Netflix?

R. Lo conozco de referencia, pero soy muy mal televidente. Cuando supe que estaba dentro, inmediatamente vi la primera temporada y me pareció muy serio cómo está hecha. Vi también algunas series colombianas, que tienen muy buena calidad actoral, pero la de Netflix tiene su fuerte en la manera de verlo, la narración en off del agente de la DEA, que le da coherencia y mucha fuerza.

P. ¿Existen diferencias a la hora de actuar con un telón delante y cuando se hace en una pantalla?

R. Es la misma profesión, pero no tiene nada que ver. Son códigos completamente distintos. El lenguaje teatral no tiene nada que ver con el cine. No creo en la naturalidad del cine, en cuanto te ponen una cámara delante, ya estás actuando. Ya estás siendo otro, creando un artificio. El manejo de las cosas más pequeñas (la mirada, los movimientos, los tiempos) es un trabajo hacia el interior del actor y en el teatro, en cambio, es una explosión de energía. La cámara hace muchísimo en el cine. En el teatro eres tú el que hace casi todo. El teatro es más cruel.

Aquí todo el mundo dice lo que le da la gana. El problema es que lo que se dice es tan poco interesante…

P. ¿Cómo está el teatro en Venezuela?

R. Digamos que el teatro no puede ser distinto a como está el país en general. Venezuela vive una crisis muy fuerte. Pasamos de esa explosión política y creativa en los primeros años del chavismo a una implosión. Nos estamos consumiendo hacia dentro, mirándonos el ombligo, pensando que estamos en el centro del mundo y, obviamente, no lo estamos. Tenemos muy pocas referencias de lo que hacen en el resto del mundo, ni siquiera aquí en América Latina. Pocos grupos de teatro venezolanos viajan ahora. Creo que es tremendo que un artista no tenga referencias hacia fuera, porque un artista no es genial en sí mismo. El arte se hace en relación al contacto con los otros.

P. ¿Es posible crear una cultura crítica en Venezuela?

R. Yo no creo, como dicen fuera, que aquí no haya libertad de expresión. Aquí todo el mundo dice lo que le da la gana. El problema es que lo que se dice es tan poco interesante… Nadie es verdaderamente crítico. La tesis de la oposición política es muy pobre y la del Gobierno es más pobre aún. Es una crisis de ideas, de creatividad, de generar reflexión.

P. En Venezuela se han prohibido las narconovelas. ¿Son un problema para la sociedad?

La cámara hace muchísimo en el cine. El teatro es más cruel

R. ¿Quién me va a decir a mí lo que es bueno y lo que es malo? Estoy en contra de cualquier tipo de leyes que me impidan mis propias elecciones. No creo que el arte tenga por misión ser educativo. Va mucho más allá. Aunque hay obras de arte que pueden educar, no tienen por misión decir lo que es bueno y lo que es malo en la vida. Si la reflexión es dura, es grotesca, y tenemos que ver a un narco para ver qué sucedió en Colombia en esos años y cómo se manejó el país a través de estos personajes, no hay que ocultarlo.

P. ¿Cómo se digiere en el día a día que algunos políticos opositores estén encarcelados ahora que llegan elecciones?

R. Vivimos en una polarización continua. No hay términos medios. O eres oposición o eres chavista. Para la oposición [Leopoldo López] es un buen hombre encarcelado y para el chavismo es un terrorista. Es difícil salir de esa polarización. Evidentemente, ese señor preso está siendo utilizado políticamente. Si yo luchara por los presos, no sería por este señor por el primero que lo haría. Hay varios miles de presos que llevan encarcelados años sin un juicio o con juicios manipulados y nadie dice nada. Judicialmente existe una podredumbre inmensa. Hasta el fiscal que le juzgó ha hablado en Estados Unidos de que el juicio estuvo manipulado. A mí me parece que el que debería estar preso entonces es él.

P. ¿Es posible aislarse de todo esto y vivir?

En Venezuela vivimos en una polarización continua. No hay términos medios

R. Es complicado. Todo está sujeto a eso. Todo gira alrededor de ese monotema chavismo-oposición. El cine también. Las últimas dos películas que he hecho [saldrán en 2016] son políticas, casi rayando en lo panfletario. Y eso es tremendo. La polarización te obliga a tomar una posición donde no hay contradicciones: o es negro, o es blanco; no hay grises.

P. ¿Qué necesita Venezuela para salir de esta crisis?

R. El lugar común es unidad, diálogo, reencontrarnos en lo que tenemos en común..., pero yo no creo en eso. Me parece que son pajaritos volando a cien kilómetros en retroceso, como dice un dicho venezolano; eso no lo vas a ver. El problema es que estamos viviendo dos modelos completamente distintos de pensar el país y no hay muchos puentes entre ambos. No veo que tengamos muchas salidas porque no hemos sabido crear otro modelo distinto que no sea este socialismo fracasado. La elección no es fácil: es entre este modelo que no funciona, que es corrupto y no propone nada nuevo, y lo que supuestamente es nuevo, como lo que ha pasado en Argentina, pero ¿qué cambio es ese? El neoliberalismo ya lo hemos vivido. No creo que vaya a haber un cambio fundamental gane quien gane. Si gana la oposición pasaremos a vivir un ambiente muy encendido en el día a día, pero el manejo del Estado va a ser muy similar.

P. ¿Qué les queda a los jóvenes, entonces?

R. Hay una crisis social, que depende de quién y de dónde. La clase media caraqueña, el joven que tiene las posibilidades de irse, se está yendo. Dentro de ese nivel de profesionales, son pocas las oportunidades que pueden conseguir en Venezuela. Y a nivel popular, jodido. Porque se está empezando a pasar hambre. Ya la cosa no es tanto el futuro, sino ¿qué como mañana?

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