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Más enigmas sobre la muerte de García Lorca

Emilia Llanos, amiga del poeta, estaba convencida de que los restos habían sido trasladados por el franquismo o la familia

Raúl Limón
Federico García Lorca, fotografiado en los años treinta en El Cigarral por la periodista francesa Marcelle Auclair.
Federico García Lorca, fotografiado en los años treinta en El Cigarral por la periodista francesa Marcelle Auclair.marcelle auclair

Hay muertes que trascienden tanto como la vida. Es el caso del asesinato de Federico García Lorca (Granada 1898-1936), el universal autor cuyo fusilamiento por parte del franquismo hace 79 años se conmemoró este lunes. Marta Osorio, editora del imprescindible libro Miedo, olvido y fantasía: crónica de la investigación de Agustín Penón sobre Federico Garcia Lorca (Comares), publica ahora en la misma editorial El enigma de una muerte. Crónica comentada de la correspondencia entre Agustín Penón y Emilia Llanos. Este libro, que recoge las cartas entre el primer y exhaustivo investigador de la vida y muerte de su adorado autor y su amiga, es un complemento de la primera obra, arroja luz sobre el crimen y genera más sombras. La principal: la posibilidad de que el cuerpo fuera trasladado de la fosa donde los testigos señalaron como el lugar de los disparos.

"No se ha hecho nada"

"A pesar de todo, Federico vivirá para siempre, mucho, mucho después de que todos estemos muertos, y si los hechos reales no están escritos, la fantasía los reemplazará. Y la fantasía apasionada puede ser inmisericorde", escribió Penón en 1955. Osorio, en su nuevo libro, afirma que el investigador "se anticipó a lo que iba a ocurrir desde entonces hasta el día de hoy y que han hecho posible que a los 78 años [79 ya] del asesinato de García Lorca haya tan pocos hechos comprobados sobre la realidad de su muerte y tantas preguntas sobre lo que pudo suceder sigan en pie".

La escritora lamenta la situación. “No se ha hecho nada ni nadie sabe nada”, se queja la autora, quien es partidaria de hacer un plan serio de investigación a raíz de la documentación que recopiló Penón y abordar todas las posibilidades. Defiende que, independientemente del hallazgo del cuerpo de Lorca, se podrían recuperar restos de decenas de personas ejecutadas en la zona y que merecen un lugar en la memoria. En su libro destaca, entre otros, a una joven alemana judía que huyó de la persecución nazi y fue asesinada en el mismo lugar que Lorca por ser amiga de un arquitecto socialista.

La autora conoce bien las heridas de la represión franquista. Desde su casa en El Realejo es difícil no ver una casa donde no haya familiares de concejales, intelectuales o profesores asesinados por el franquismo, que dejó en Granada una secuela de miedo, olvido y fantasía, como reflejó en su primer libro sobre el investigador.

"Si se sigue la línea correcta, se podrán saber muchas cosas", afirma la periodista Isabel Reverte, autora del documental La maleta de Penón, realizado y editado por Miguel Santos. Reverte considera "apasionante" el relato de este investigador que culmina Osorio y que cree fundamental para encontrar la verdad. La periodista es una de las personas que mejor conoce a la autora granadina, una excelente escritora de cuentos infantiles y relatos que se vio abocada a acabar la obra del investigador cuando Willian Layton le entregó antes de morir la maleta con los papeles de su amigo. El capítulo de Lorca está cerrado para Osorio, pero conserva relatos cortos y cuentos que esta vital escritora no descarta publicar.

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Penón, un barcelonés de nacionalidad estadounidense, llegó a Granada en 1955 con su amigo Willian Layton y su inseparable primera edición del Romancero Gitano de Lorca. Apasionado por el autor andaluz, se encuentra una ciudad sumida en el miedo donde el “nombre de Federico estaba prohibido”, según relata Osorio. Sin ánimo de “remover pasiones”, como él mismo escribió, y con la única voluntad de establecer una “cronología de sucesos”, lleva a cabo durante año y medio la más importante investigación sobre la muerte del poeta.

Tras entrevistarse con testigos y recorrer palmo a palmo la carretera de Alfacar a Víznar y el barranco donde los franquistas ejecutaron a cientos de personas, recopila información fundamental y dibuja posibles localizaciones del cuerpo. Pero la presión del régimen del dictador le hace temer que le confisquen toda la documentación recogida y parte aliviado hacia Nueva York en 1956 con una maleta de documentos que terminó en manos de Osorio.

En su estancia conoció a Emilia Llanos, una íntima amiga del poeta cómplice de las pesquisas de Penón y con quien mantiene una relación epistolar que ahora rescata la escritora granadina.

Penón llegó a establecer el emplazamiento de la fosa bajo un olivo, a 10 metros de la carretera y cerca de la Fuente Grande del hoy parque García Lorca. Las cartas evidencian la voluntad de comprar los terrenos y Llanos le advierte en marzo de 1957 que la finca ha sido puesta a la venta. Dos meses más tarde, desisten de la idea. “Tenemos que dejarlo por ahora, no es oportuno”, escribe la amiga del poeta. Otros dos meses más tarde Llanos le revela a Penón el porqué de sus reparos: “El que estaba allí ya no está. ¿Comprendes? Hace mucho tiempo se supone que está en Madrid con la familia. Eso me ha contado una persona enterada”. Después de que Penón le interrogue sobre la fiabilidad de la fuente, Llanos mantiene en secreto su identidad —“una alta persona”, contesta en el tono sigiloso de las cartas, marcadas por el miedo a las represalias—. “Sí, el sitio fue en los olivos, después lo cambiaron de sitio”, concluye Llanos.

“Las cartas añaden incertidumbre”, admite Osorio quien cree que el cuerpo de Lorca pudo ser trasladado por los franquistas, para evitar que el lugar se convirtiera en un lugar de peregrinaje de los demócratas, o por la propia familia, pero a otro punto del camino. La autora se niega a validar ninguna hipótesis y participar en la vorágine generada en torno a la localización de los restos del autor. “Se dicen muchas cosas y algunas tiene un punto de veracidad que solo generan confusión”, explica.

Soleá Morente da voz a los desaparecidos

“Es necesario ir donde está el silencio y darle voz a esas personas que fueron sepultadas por el poder”. Con estas palabras explicó Soleá Morente el sentido del homenaje que este lunes se celebró en Alfacar (Granada) a García Lorca y a las decenas de represaliados del franquismo enterrados en la misma zona.

A las nueve de la noche, y tras una ofrenda floral en el monolito conmemorativo del parque, se celebró el concierto Fragmento de la mañana, de Morente acompañada al piano por J. J. Machuca.

Morente cantó obras del poeta a partir de los trabajos de su padre, como una versión de Doña Rosita la soltera y Pequeño vals vienés, incluido en el disco Omega de Enrique Morente.

Este acto se sumó a otros vinculados a lugares en los que el poeta pasó sus últimos días, como el acto en la finca de Fuentevaqueros el 5 a las cinco, la polémica inauguración del Centro Lorca o los proyectos de promoción de una ruta cultural vinculada a la vida y obra del poeta en Granada.

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Sobre la firma

Raúl Limón
Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense, máster en Periodismo Digital por la Universidad Autónoma de Madrid y con formación en EEUU, es redactor de la sección de Ciencia. Colabora en televisión, ha escrito dos libros (uno de ellos Premio Lorca) y fue distinguido con el galardón a la Difusión en la Era Digital.

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