_
_
_
_

El calentamiento global alcanza en 2024 su nivel récord mientras el populismo negacionista gana terreno

Tras cerrar este año como el más cálido en milenios debido a una acumulación también histórica de CO₂ en la atmósfera, 2025 se iniciará con la amenaza de Trump y otros líderes ultras para las políticas contra el cambio climático

Bomberos se alejan de las llamas, avivadas por el viento, durante el incendio Franklin, en Malibú (California), a principios de este diciembre.
Bomberos se alejan de las llamas, avivadas por el viento, durante el incendio Franklin, en Malibú (California), a principios de este diciembre.Associated Press/LaPresse (Associated Press/LaPresse)
Manuel Planelles

El calentamiento global causado fundamentalmente por los combustibles fósiles ha alcanzado su nivel récord: este 2024 se cierra como el año con la temperatura más cálida en la superficie del planeta en milenios. También hay que retroceder cientos de miles de años para encontrar en la atmosfera una concentración tan alta de gases de efecto invernadero, cuyo principal origen es el uso del petróleo, el gas y el carbón para producir energía. Mientras se hace cada vez más evidente para la ciencia la relación entre estos gases y el incremento de la temperatura y de la dureza de los fenómenos meteorológicos ligados a esta crisis, el populismo de derechas gana terreno en las democracias agitando discursos negacionistas del cambio climático contra las políticas medioambientales.

El 2025 que está a punto de nacer se iniciará con el retorno de Donald Trump a la Casa Blanca y la amenaza de que saque de nuevo a su país del Acuerdo de París, el tratado que rige ahora la lucha climática internacional. En Europa, echará a andar también la nueva Comisión, la más derechizada en décadas debido en gran medida al auge de unos partidos ultras que llevan años esparciendo a través de las redes sociales bulos para culpar de todos los males a las medidas medioambientales que impulsaban los Veintisiete.

Las elecciones de febrero en la primera economía de la UE, Alemania, serán determinantes para conocer la dimensión del frenazo de las políticas verdes comunitarias. Como determinante será el papel que jueguen EE UU y la UE en dos importantes citas de la diplomacia medioambiental de 2025: la ronda de negociaciones que se celebrará a mediados de año para intentar cerrar el primer tratado internacional contra la contaminación causada por el plástico y la cumbre del clima de noviembre en Brasil en la que todos los países deben poner sobre la mesa sus planes de recorte de emisiones de aquí a 2035.

Pero antes de abordar lo que ocurrirá en 2025 quizás sea mejor conocer lo que ha ocurrido ya. Este 2024 se va a cerrar como el año más cálido registrado hasta ahora, según el seguimiento de las temperaturas medias diarias del aire en la superficie del planeta que proporciona casi en tiempo real el Servicio de Cambio Climático de Copernicus (C3S), dependiente de la Comisión Europea. El último dato subido este sábado se corresponde con el 26 de diciembre, y es imposible que este año pierda ya esa triste corona. La temperatura media diaria de este 2024 ha sido de 15,12 grados Celsius, frente a los 14,98 de 2023, que hasta ahora ostentaba el récord del año más cálido.

Copernicus tiene previsto ofrecer su balance anual en la segunda semana de enero, pero a principios de diciembre ya señaló que “con toda probabilidad” 2024 desbancaría a 2023. La temperatura media diaria de 2024, según los datos que ofrece este servicio, ha sido 1,5 grados más alta que la de los niveles preindustriales (tomando como punto de comparación la media del periodo 1850-1900). Paralelamente, la concentración en la atmósfera del dióxido de carbono (CO₂), el principal de los gases de efecto invernadero, también va a cerrar en un nivel récord, según el seguimiento de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA, sus siglas en inglés) de Estados Unidos. La acumulación media de este gas en 2024 ha llegado a las 422 partes por millón, lo que supone más de un 50% por encima de la de 1750, es decir, antes de que el ser humano empezara a quemar de forma masiva los combustibles fósiles. Hay que retroceder entre tres y cinco millones de años para encontrar una concentración similar, según la Organización Meteorológica Mundial.

Pero un equipo de científicos ha viajado este año mucho más atrás en el tiempo. A través de datos geológicos indirectos procedentes del hielo, sedimentos marinos y los anillos de los árboles, además de con simulaciones de modelos del sistema terrestre, ha trazado la evolución de las temperaturas del planeta y de las concentraciones en el aire de dióxido de carbono en el actual eón (un periodo de tiempo que abarca los últimos 540 millones de años). Los resultados se publicaron hace tres meses en la revista Science y trazan una correlación tan directa entre las temperaturas del planeta y el CO₂ que incluso sorprendió a sus autores.

A lo largo de este eón la Tierra ha vivido muchos cambios climáticos que han hecho que el planeta estuviera más frío o más caliente que ahora. Pero lo que está pasando ahora es “completamente diferente”, sostiene Dan Lunt, catedrático de Ciencias del Clima de la Universidad de Bristol y uno de los autores de ese estudio. “Los cambios que están ocurriendo están pasando mucho más rápido”. Es decir, la liberación o retención del carbono a la atmósfera se había producido hasta este momento de forma muy lenta. Pero la actual emisión masiva de dióxido de carbono a la atmósfera ―y de otros gases que también sobrecalientan el planeta, como el metano― arrancó hace apenas 75 años, en los años cincuenta del siglo pasado.

Esta acumulación tan rápida de gases de efecto invernadero en el aire está detrás del incremento de las temperaturas que vive la Tierra. El cambio climático, que se está acelerando, no solo implica aumentos medios de temperatura, sino también un crecimiento en número e intensidad de los fenómenos meteorológicos extremos, como las olas de calor que este 2024 se han vuelto a suceder y las lluvias torrenciales que golpearon en otoño a Valencia y a otras provincias del sureste de la Península.

Efectos de la gota fría en una calle de Catarroja (Valencia).
Efectos de la gota fría en una calle de Catarroja (Valencia). Samuel Sánchez

“Termina el año en el que en España hemos sentido el cambio climático con toda su crudeza”, explicaba hace unos días Eva Saldaña, directora ejecutiva en España de la organización Greenpeace, al hacer balance de 2024. “Es más necesario que nunca denunciar la crisis climática, que está provocando el sufrimiento de miles de ciudadanos y ciudadanas en todo el mundo, y a aquellos que quieren ocultarla”, añadía Saldaña, quien puso también el foco en las consecuencias “devastadoras para los derechos y libertades, la salud de la democracia y el futuro del planeta” que puede tener la vuelta de Trump. Además, advertía contra la deriva del nuevo gobierno de la UE.

Aunque el populismo negacionista avance en sus parlamentos y gobiernos, ni EE UU ni Europa están a salvo en esta crisis. Así lo explica en su último libro —Planeta Aqua (Ediciones Paidós)— el economista y sociólogo Jeremy Rifkin cuando recuerda, por ejemplo, que las inundaciones “han aumentado drásticamente en intensidad en toda Europa: representan el 35% de las catástrofes registradas en la región y se prevé que aumenten”. Y crecerán más rápido de lo que se podrán adaptar muchas de las infraestructuras construidas por lo que Rifkin llama la “civilización hidráulica”. A mediados de septiembre, mes y medio antes de que las lluvias torrenciales mataran en España a más de 220 personas, la borrasca Boris golpeó Polonia, Chequia, Austria, Rumania, Hungría, Alemania y Eslovaquia. Además de dos decenas de víctimas mortales, dejó un episodio de lluvias récord en esa zona del continente.

Pocos días después, le tocó el turno a la costa este de Estados Unidos y Centroamérica, que en un lapso de 15 días vivió dos huracanes —primero Helene y luego Miltonque también se llevaron por delante cientos de vidas, además de destrozar infraestructuras de todo tipo y generar miles de millones de pérdidas económicas, como ya había ocurrido en verano con Beryl. Dos de esos huracanes, Beryl y Milton, llegaron a la categoría cinco. “Pero no habrían alcanzado ese nivel cinco si no fuera por el cambio climático”, explica Kristina Dahl, de la organización Climate Central.

Una familia regresa a su hogar en Crystal River, Florida, inundado tras el paso del huracán 'Helene' en septiembre.
Una familia regresa a su hogar en Crystal River, Florida, inundado tras el paso del huracán 'Helene' en septiembre.Associated Press/LaPresse (APN)

Dahl es una de las científicas que forma parte del grupo World Weather Attribution (WWA), que realiza informes rápidos de atribución al calentamiento de eventos meteorológicos extremos, como las últimas inundaciones en Europa y los huracanes de esta temporada en el Atlántico. Fenómenos de este tipo siempre se han dado, pero lo que está haciendo el cambio climático es volverlos más duros y, en ocasiones, frecuentes. Los científicos del WWA calculan en sus estudios cómo de probable e intenso habría sido un evento concreto si no existiera el calentamiento causado por el ser humano. Este 2024 han analizado 29 eventos, y en 26 casos el calentamiento los intensificó.

“El cambio climático jugó un papel importante en la mayoría de los eventos que estudiamos, lo que provocó que el calor, las sequías, los ciclones tropicales y las lluvias torrenciales fueran más probables e intensas en todo el mundo destruyendo vidas y medios de subsistencia de millones de personas”, detallaba hace unos días en un encuentro con medios de comunicación internacionales la profesora del Imperial College de Londres Friederike Otto, directora de WWA. “Mientras el mundo siga quemando combustibles fósiles esto solo empeorará”, advertía. “Tenemos que alejarnos de los combustibles fósiles mucho más rápido y por completo si queremos evitar eventos cada vez más extremos”. Otto abogó por no “distraerse” con discusiones sobre si ya es demasiado tarde para actuar o con técnicas de eliminación del dióxido de carbono para poder centrarse en la transición para dejar atrás los combustibles fósiles.

Esa transición está ya en marcha, aunque no va lo suficientemente deprisa: las renovables volverán a marcar un récord en 2024. En España, por ejemplo, han generado este año el 56% de la electricidad. La entrada en los sistemas energéticos de la solar y la eólica, imbatibles en cuanto a costes, está provocando que en muchas de las naciones occidentales se esté desplazando al carbón y el gas. La preocupación está ahora en grandes economías en desarrollo —como la India, Indonesia, Vietnam o Filipinas— donde la demanda de carbón sigue creciendo. Además, inquieta lo que pueda ocurrir con China, que, aunque encabeza la implantación de renovables en el mundo, sigue siendo el principal consumidor y productor mundial de ese combustible.

“La revolución de las energías limpias ya está aquí. Ningún grupo, ninguna empresa ni ningún gobierno pueden detenerla”, afirmaba en noviembre António Guterres, secretario general de la ONU en la apertura de la cumbre del clima que se celebró en Bakú, capital de Azerbaiyán. De esa cita debía salir una nueva meta de financiación climática para ayudar precisamente a los países en desarrollo a desengancharse de las energías sucias y a adaptarse a los impactos de esta crisis. La cumbre se cerró con un agrio acuerdo económico que no cumplió con las expectativas que tenían las naciones con menos recursos.

Vista aérea de una planta solar en el desierto de Atacama, en Chile.
Vista aérea de una planta solar en el desierto de Atacama, en Chile.John Moore (Getty Images)

La siguiente cumbre se celebrará en noviembre en la ciudad brasileña de Belém y a ella todos los países deben llegar con sus nuevos planes de recorte de emisiones para el periodo 2025-2035. Deben endurecer las medidas porque las políticas actuales ya se sabe que llevarán a un aumento de la temperatura de alrededor de tres grados respecto a los niveles preindustriales, muy por encima del umbral de seguridad que ha establecido la ciencia para evitar un calentamiento catastrófico.

Aunque no lo mencionó, las palabras de Guterres sobre lo imparable de la revolución de las renovables se podían interpretar claramente como un mensaje ante la vuelta de Trump, que en enero regresa a la Casa Blanca. La Administración demócrata en funciones presentó hace una semana ante la ONU un plan climático nuevo en el que promete que Estados Unidos reducirá sus emisiones de efecto invernadero entre un 61% y un 66% en 2035 partiendo de los niveles de 2005.

Ese plan, que quedará ahora en papel mojado, se presenta en aplicación del Acuerdo de París, un pacto que Trump ha prometido abandonar. En su anterior mandato ya lo hizo, aunque ningún país siguió sus pasos y en EE UU tampoco se produjo un renacer del carbón, como había prometido el republicano. Ahora, con una Europa en la que los populismos negacionistas avanzan, es una incógnita qué puede ocurrir con ese pacto y la lucha climática internacional. La misma incertidumbre rodea al tratado contra la contaminación por plástico que debería cerrarse a mediados de este año tras haberse tenido que posponer por falta de acuerdo a finales de este año. Pero los países más dependientes del petróleo y la industria de los combustibles fósiles, aliada de Trump en las elecciones, están manteniendo una postura feroz para que no se establezcan límites a la producción de estos polímeros. ¿Se logrará un buen pacto? La respuesta, este 2025 que se inicia lleno de incertidumbres.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Manuel Planelles
Periodista especializado en información sobre cambio climático, medio ambiente y energía. Ha cubierto las negociaciones climáticas más importantes de los últimos años. Antes trabajó en la redacción de Andalucía de EL PAÍS y ejerció como corresponsal en Córdoba. Ha colaborado en otros medios como la Cadena Ser y 20 minutos.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_