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21 días seguidos en riesgo por altas temperaturas: así se han disparado las alertas sanitarias en las grandes ciudades españolas

La mitad de la población mundial habita en áreas urbanas, donde se genera el efecto de ‘isla de calor’ que evita que refresque y provoca unas noches cálidas peligrosas para la salud

Alertas sanitarias por calor en España
Un hombre se refresca en la playa de Barcelona en una noche de ola de calor.JUAN BARBOSA

Un día. Y otro. Y otro. Y otro. Y otro más. Así hasta 21. Tres de las ciudades más pobladas del país —Madrid, Barcelona y Zaragoza— han estado 21 días seguidos con alertas sanitarias activas por altas temperaturas entre el 23 de julio y el 12 de agosto. Barcelona aún seguía en alerta este martes 13 de agosto. Pero el caso más llamativo es el de la capital y los municipios de su área metropolitana, ubicados en una zona de meteosalud que ha tenido activo el aviso de riesgo máximo (hay tres niveles de peligro) durante 14 días, es decir, el 64%.

Las llamadas zonas de meteosalud son áreas de territorio dentro de una provincia formadas por varios municipios que son homogéneas en cuanto al comportamiento de las temperaturas diarias. El Ministerio de Sanidad en su último plan de prevención frente a las altas temperaturas ha dividido el país en 182 de estas zonas, y en cada una se ha estudiado a partir de qué temperatura máxima diaria se dispara de forma estadísticamente reseñable la mortandad. El sistema establece tres capas de peligro: el nivel 1 (bajo riesgo), nivel 2 (riesgo medio) y nivel 3 (alto riesgo). Para calcularlo se tienen en cuenta las temperaturas previstas para las siguientes 72 horas y lo cerca que estarán de los umbrales de disparo de la mortalidad por calor.

Solo una de las áreas de meteosalud en las que se ubican las diez ciudades con más habitantes de España —donde viven 9,3 millones de personas, casi el 20% de la población, aunque durante el verano la población fluctúa mucho— no ha estado ni un solo día con alerta sanitaria desde el 23 de julio. Se trata de la zona denominada Norte de Gran Canaria, donde se encuentra la ciudad de Las Palmas. El archipiélago canario hasta ahora se ha librado de los episodios de altas temperaturas que han asolado a la mayoría de la Península y Baleares desde la segunda quincena de julio: tras una primera suave, el calor fue muy acusado desde el día 18, y el 23 comenzó la primera ola del verano, según AEMET.

En algunos casos, como el de Madrid, no ha habido casi ni un día de respiro y en las noches dormir se ha vuelto complicadísimo. Este martes 13 de agosto la racha por fin se había roto y la mayoría del mapa de España estaba en verde (tan solo había avisos en tres grandes poblaciones: Barcelona, Alicante y Málaga).

Los episodios de altas temperaturas, como las olas de calor, están aumentando en intensidad y duración en todo el planeta (España no es una excepción) impulsados por la crisis climática que ha desencadenado el ser humano, principalmente, con la quema de los combustibles fósiles. Esa misma crisis es la que ha llevado a que este mes de julio se haya roto el récord del día más caluroso en el conjunto del planeta. Fue el 22 de julio, según los últimos datos de la NASA y Copernicus. No es un récord puntual o anecdótico, sino que forma parte de un patrón de aumento global de la temperatura que ya hizo que 2023 fuera el año más cálido registrado hasta ahora. Los expertos creen que poco durará esa marca: este 2024 se perfila ya como el año más caluroso en el conjunto de la Tierra.

Las ciudades, donde se concentra la mitad de la población mundial, son el escenario en el que se hornea esta emergencia climática que tiene un claro impacto en la salud pública. El IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) tiene en su punto de mira a las urbes. Este grupo, vinculado a la ONU y que periódicamente desde 1988 revisa y actualiza el conocimiento científico sobre el cambio climático, está ya preparando su séptimo ciclo de informes. Y se acaba de aprobar que el primero de los reportes, que se publicará en marzo de 2027, será un informe especial sobre ciudades y cambio climático en el que se abordará estrategias de mitigación y de adaptación al calentamiento global.

Las urbes son víctimas y verdugos de una crisis que durante los episodios de altas temperaturas ofrece una de sus caras más reconocibles. El efecto de isla de calor, que evita que refresque, provoca unas noches cálidas peligrosas para la salud. Una investigación conjunta del CSIC y el Instituto de Salud Carlos III en cinco ciudades españolas con gran densidad de población (Madrid, Barcelona, Valencia, Málaga y Murcia) encontró variaciones medias en las temperaturas mínimas veraniegas entre el interior de la urbe y la periferia. Esas diferencias oscilaron entre los 1,3 grados de Madrid y los 4,1 de Valencia; y llegaban a los 11 grados en los días más extremos. También se comprobó que el efecto de isla de calor es más acusado en las ciudades costeras que en las del interior, probablemente como consecuencia de la humedad.

Cuando se estudia la mortalidad y los ingresos hospitalarios urgentes, se comprueba que son en estas ciudades donde las noches cálidas tienen más impacto, mientras que en las del interior son las temperaturas máximas las que provocan más morbi-mortalidad. El climatólogo Dominic Royé explica que una de las razones detrás de esto puede ser que el sistema cardiovascular, que trabaja para reducir la temperatura corporal y llegar así al sueño, no lo consigue: “Para dormir bien necesitamos que los latidos desciendan, pero con el calor esto es más difícil, lo que puede suponer un estrés peligroso para las personas vulnerables”.

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Fuente: Meteorólogo Juan Jesús González Alemán, vía Twitter

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Fuente: Meteorólogo Juan Jesús González Alemán, vía Twitter

María Ángeles Bonmatí, investigadora postdoctoral en Ciberfes (Instituto de Salud Carlos III) y también autora del libro Que nada te quite el sueño, añade que no dormir suficiente o con buena calidad durante varios días puede afectar también al rendimiento cognitivo y físico: “Nos concentramos peor, nos afecta al estado anímico, estamos más irritables, cualquier pequeño conflicto supone un gran problema, además de debilitar nuestra salud”.

La falta de sueño debilita el sistema inmunitario, es más fácil contraer infecciones y tiene una consecuencia indirecta que puede ser mortal: es causa de accidentes laborales y de tráfico. La DGT calcula que un 7% de los accidentes mortales en la carretera se deben a la somnolencia, lo que supone al menos 75 fallecimientos y 250 personas heridas graves cada año.

Como advierte Carmen Bellido, médica especialista en salud laboral e integrante de la Alianza del Sueño, es precisamente en verano, esa época en la que el calor no deja dormir, cuando se producen más desplazamientos por carretera y hay más posibilidades de sufrir un accidente. “El sueño es vida”, recuerda esta doctora, que advierte de otra posible consecuencia negativa de perder el sueño por las noches tórridas, especialmente frecuente en las ciudades: “Es una época en la que se pueden establecer malos hábitos. Cuando se empieza a dormir mal a lo mejor nos acostumbramos a levantarnos a comer algo, a coger el móvil, empezamos una medicación inadecuada. Y, sin darse cuenta, una persona que dormía bien, puede encontrarse con un problema de sueño que se cronifica”.



Al margen de los accidentes de tráfico, las temperaturas extremas tienen un impacto en la salud que puede llegar a ser mortal. Los golpes de calor son el caso más extremo, pero son solo la punta del iceberg. El Ministerio de Sanidad contabilizó el año pasado 24 defunciones por este motivo (en la ola de calor que acaba de terminar se han notificado tres, informa EFE). Pero los fallecimientos vinculados al calor por el agravamiento de otras dolencias en la población de riesgo se elevarían hasta 8.352, según un estudio publicado este lunes en la revista Nature Medicine. Es la descompensación en el organismo la que hace que las personas más vulnerables (sobre todo ancianos o niños muy pequeños) puedan sufrir problemas (cardíacos, metabólicos y renales, entre los más frecuentes) que pueden llevar a una hospitalización o incluso a la muerte.

Esa misma publicación cifraba en más de 47.000 las personas que murieron en Europa como consecuencia de las altas temperaturas en el verano de 2023. Pero los investigadores del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), responsables de ese artículo, van más allá y calculan los beneficios que ha tenido la adaptación a las altas temperaturas en los últimos años. Estiman que si las temperaturas registradas en 2023 se hubieran producido a principios de este siglo, la mortalidad relacionada con el calor habría superado los 85.000 fallecimientos, es decir, un 80% más. “Esto se debe primero a comportamientos individuales, la gente ahora es más consciente de los efectos negativos de las altas temperaturas”, explica Marcos Quijal, uno de los investigadores del ISGlobal que ha participado en el estudio. “También se debe a las medidas públicas de salud, que hacen que las alertas por calor se activen cuando llegan los extremos”, añade.

Pero hace falta más en un planeta que sigue calentándose y en unas ciudades en las que el efecto isla de calor caldea más el problema. Uno de los remedios a los que la ciencia apunta claramente son los espacios verdes. “Los árboles hacen que las temperaturas sean más frescas y reducen la exposición de los grupos de población más vulnerables”, señala Quijal. “También es muy importante reducir el tráfico”, añade este investigador. “Cada vez estamos teniendo veranos más cálidos con olas de calor más intensas y más duraderas, por lo que es muy importante el rol de la adaptación de las sociedades y más en los grupos de población más vulnerables”, concluye Quijal.

Un grupo de personas en la playa de la Barceloneta este mes de agosto.
Un grupo de personas en la playa de la Barceloneta este mes de agosto.JUAN BARBOSA

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