De siete a 435 trabajadores en seis años: el milagro de la fábrica de virus curativos
Una empresa de terapias avanzadas contra enfermedades letales, Viralgen, ha propulsado a San Sebastián hasta ser la ciudad con mayor peso de la I+D en España
El madrileño Javier García Cogorro llegó a San Sebastián a finales de 2017 con solo media docena de personas y una idea intrépida: levantar una fábrica de virus modificados, con los que introducir ADN de repuesto en pacientes con enfermedades genéticas muy graves, para intentar curarlas con un único tratamiento y para siempre. Aquel proyecto aparentemente quimérico, llamado Viralgen, tiene ya 435 trabajadores y ha propulsado a San Sebastián hasta ser la gran ciudad con mayor peso proporcional de la I+D en España, según los datos de la Fundación Cotec. “Es una historia increíble. Nadie esperaba hace seis años que llegáramos a ser la mayor empresa europea de terapia génica y a estar en el top 3 mundial”, celebra su fundador.
Viralgen utiliza células humanas —multiplicadas sin límite a partir del riñón de un embrión— para cultivar los sofisticados virus que se venden para ensayos de terapias génicas todavía experimentales. Sus tratamientos son una esperanza para pacientes como Candela, una niña murciana de 6 años con una enfermedad rara llamada párkinson infantil; o Alberto, un niño sevillano de 4 años con paraplejia espástica 50, un trastorno neurodegenerativo que conduce lentamente a la parálisis. También son un gran negocio. El gigante alemán Bayer compró Viralgen en 2020 en una operación de 4.000 millones de dólares, pero García Cogorro sigue al frente como presidente de su consejo de administración.
“Llegamos al mercado dos años antes de que empezara el boom. Eso permitió que la fábrica esté en San Sebastián, en vez de en Oxford o en Boston”, afirma el empresario. Viralgen es un símbolo de la transformación del País Vasco, gobernado por el PNV de manera prácticamente ininterrumpida desde 1980. La región dedicaba aquel año el 0,065% de su Producto Interior Bruto —nada, prácticamente— a la Investigación y Desarrollo (I+D). Hace cinco meses, el Gobierno vasco anunció que Euskadi es la comunidad autónoma que más invierte en I+D, alcanzando un 2,32%, cinco centésimas más que la media europea y muy por encima del total español, un irrisorio 1,44%.
“El problema es cómo crecer tan rápido en San Sebastián [185.000 habitantes], de siete personas a 435. No hay suficiente gente”, reflexiona García Cogorro. El inversor aplaude el sistema público vasco de Formación Profesional Dual, que diseñó rápidamente un programa de especialización en terapia génica a la medida de Viralgen. Los alumnos pasan casi la mitad de sus estudios en la propia empresa y, al terminar, se incorporan directamente a trabajar. “Hemos formado a alrededor de 80 chavales”, celebra el empresario. El efecto es visible en las estadísticas. El 2,3% de los afiliados a la Seguridad Social en San Sebastián trabaja en empresas de I+D, frente al 1,3% de Barcelona, el 0,9% de Madrid o el 0,8% de Sevilla, según los datos de Cotec, una fundación privada que promueve la innovación.
García Cogorro asegura que él y sus socios eligieron San Sebastián simplemente por su cercanía a Francia —donde estaban los principales expertos en terapias génicas—, pero reconoce las ventajas de estar en Euskadi. La ingeniera Leire Bilbao, directora general de la Agencia Vasca de Innovación Innobasque, enumera unas cuantas, como los incentivos fiscales para empresas que invierten en I+D, la calidad de vida en la propia San Sebastián y “la capacidad de autogobierno, para poder desplegar grandes programas de I+D”.
La misma agencia Innobasque, creada en 2007, es singular, fruto de una alianza de 900 entidades públicas y privadas. Incluye a hospitales, universidades y sindicatos, pero también a la Corporación Mondragón, una asociación de cooperativas que nació en 1956 reivindicando la idea de la “democracia obrera” y hoy es el primer grupo empresarial del País Vasco. En Innobasque están las grandes multinacionales vascas, como Iberdrola y el BBVA, y también Tecnalia, que es “el mayor centro de investigación aplicada y desarrollo tecnológico de España”, en palabras del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que lo visitó hace un mes, en la localidad de Zamudio, pegada a Bilbao. “La agencia vasca de innovación es algo diferencial, no existe nada igual en Europa. Analizamos las tendencias de futuro y sugerimos hacia dónde deberíamos ir”, subraya su directora.
Las elecciones al Parlamento Vasco se celebrarán el 21 de abril. El fundador de Viralgen coincide en tener claro el destino. “Es muy importante que haya una estrategia: ¿En qué queremos ser buenos? Yo creo que las biociencias y la tecnología cuántica son una estrategia muy útil”, opina. García Cogorro estudió Matemáticas en Madrid, trabajó 25 años en la farmacéutica estadounidense Eli Lilly y en 2016 cofundó Columbus Venture Partners, un fondo de inversión que desde entonces ha reunido 386 millones de euros para terapias avanzadas e infraestructuras biotecnológicas. Para montar Viralgen, el fondo del madrileño se asoció a partes iguales con la empresa AskBio, fundada por el estadounidense Jude Samulski, uno de los padres de las terapias génicas. La multinacional Bayer compró Viralgen junto a AskBio por 2.000 millones de dólares, ampliables a 4.000 millones si se cumplen unos objetivos.
García Cogorro quiere aplicar cuanto antes la potencia de los nuevos ordenadores cuánticos a los problemas intratables de las biociencias. Su fondo de inversión acaba de encabezar una ronda de financiación de 25 millones de euros para Multiverse Computing, otra compañía emergente de San Sebastián que se presenta como “la mayor empresa de software cuántico de la Unión Europea”, con algoritmos empleados en el sector financiero. “Ya empezamos a trabajar en la creación de nuevas moléculas y en la mejora de los procesos de producción. Por ahí va el futuro. La tecnología cuántica puede simplificar los recursos 100 o 200 veces, es un cambio exponencial”, señala el matemático.
Nadie esperaba hace seis años que llegáramos a ser la mayor empresa europea de terapia génicaJavier García Cogorro, presidente de Viralgen
San Sebastián acogerá también el sexto superordenador cuántico de IBM del mundo, según un acuerdo suscrito hace un año entre la empresa estadounidense y la Fundación Ikerbasque, una entidad lanzada en 2007 por el Gobierno vasco para intentar atraer talento de todo el mundo. Su director, Fernando Cossío, cuenta que ya han fichado a 345 investigadores de 35 países. Uno de los últimos es el geólogo andaluz Juan Manuel García Ruiz, que acaba de ganar una ayuda de 10 millones de euros del Consejo Europeo de Investigación para estudiar el origen de la vida en la Tierra. García Ruiz abandonará el Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra, en Granada, para incorporarse al Donostia International Physics Center, con su millonario proyecto europeo bajo el brazo.
“Una de las ventajas de ser una fundación es que tenemos una flexibilidad que otras instituciones, con un esquema funcionarial, no tienen. Podemos negociar el salario y subirlo bastante, sin llegar a niveles exorbitantes”, reconoce Cossío. La estrategia de Ikerbasque, asegura, es incluso rentable. Su presupuesto anual alcanza los 22 millones de euros anuales, pero sus investigadores obtuvieron más de 40 millones en 2022 en convocatorias externas competitivas, como las del Consejo Europeo de Investigación.
El bioquímico Jorge Barrero, director general de la Fundación Cotec, afirma que “el País Vasco siempre está a la cabeza”, tanto en inversión en I+D como en generación de empleo de alta tecnología, pero alerta de que “no todo es de color rosa”. Euskadi, subraya, tiene una de las tasas de natalidad más bajas de España y una lengua compleja que no se parece a ninguna otra. “El País Vasco se parece mucho a Japón en ese sentido: tiene una calidad de vida alta, pero baja natalidad y las dificultades del idioma. Creo que la gente que no se va al País Vasco muchas veces es la misma que no se iría a Japón”, opina Barrero.
El propio García Cogorro sugiere flexibilizar las políticas lingüísticas para facilitar la llegada de cerebros de fuera de Euskadi. “Va a faltar gente”, advierte. El inversor es uno de Los 100 de Cotec, una red de expertos hispanohablantes que analizan los grandes retos que afronta la innovación. Los datos de la fundación muestran que, a finales de 2016, en toda San Sebastián había 25 trabajadores en la industria biofarmacéutica. En solo ocho años, la cifra se ha multiplicado por 21, hasta alcanzar los 526 empleados. “Es por Viralgen, básicamente”, explica el empresario. La compañía que preside es una de las 11 principales empresas gacela —de alto crecimiento— en Euskadi, según los datos de Cotec.
Los ensayos de terapias génicas se paralizaron en el mundo en 1999, tras la trágica muerte en Estados Unidos de Jesse Gelsinger, un chico de 18 años que recibió un tratamiento experimental contra su grave enfermedad genética, que hacía que acumulase amoniaco en la sangre. La estrategia, sin embargo, resucitó años después con resultados prometedores. García Cogorro señala que ya hay cuatro terapias génicas con virus modificados autorizadas en diferentes países: Lyfgenia, contra la anemia de células falciformes; Elevidys, contra la distrofia muscular de Duchenne; Luxturna, contra una distrofia hereditaria de retina; y Roctavian, contra la hemofilia A.
La Comisión Europea aprobó la primera terapia génica en 2012, contra una enfermedad rara que provoca ataques de pancreatitis potencialmente mortales. El tratamiento, denominado Glybera, era el más caro del mundo —más de un millón de euros por persona— y se dejó de producir por falta de demanda. Los tratamientos que fabrica Viralgen todavía están en fase experimental, pero la empresa sostiene que su objetivo es “democratizar el acceso a la terapia génica”, gracias a su producción a escala industrial. El científico Juan Bueren, director de la Unidad de Innovación Biomédica del centro público madrileño Ciemat, lo tiene claro: “Ojalá hubiera muchos Viralgenes en España”.
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