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“Las enfermedades raras se deberían tratar gratis; si lo hacemos, comprenderemos el resto”

Jude Samulski es uno de los padres de las terapias génicas, unos tratamientos que experimentan un auge de inversión y ensayos por su promesa para tratar multitud de enfermedades

Jude Samulski, en la sede madrileña de la empresa Viralgen, en Madrid
Jude Samulski, en la sede madrileña de la empresa Viralgen, en MadridINMA FLORES (EL PAIS)

Durante los años 70, cuando Jude Samulski (North Augusta, EE UU, 1954) era un joven investigador en la Universidad de Princeton (EE UU), había un gran interés en el papel de los virus en la aparición de tumores. En un viaje a Reino Unido para un encuentro sobre la relación entre virus y cáncer, se alojó en una pensión humilde regentada por una señora con un hijo con distrofia muscular, una enfermedad que produce una pérdida progresiva del músculo. Samulski le preguntó qué estaban haciendo los médicos para tratar al chaval, que tenía cada vez menos movilidad y ella respondió algo que le dejó helado: “Mover la cama del piso de arriba al de abajo, porque en breve no será capaz de subir las escaleras”. “Me quedé pensando que eso no era medicina, que no se estaba tratando nada, y me di cuenta del impacto que podría tener nuestro trabajo si tenía éxito”, contaba, hace unos días en Madrid.

Hace 40 años, este profesor de la Universidad de Carolina del Norte (EE UU) se convirtió en uno de los pioneros de lo que hoy se conoce como terapia génica. La idea era aprovechar la capacidad de los virus para infectar las células humanas y utilizarlos como medio de transporte para introducir modificaciones genéticas y curar enfermedades como la distrofia muscular. El investigador estadounidense identificó un tipo de virus, los adeno asociados (AVV, de sus siglas en inglés), que tenían menos probabilidades de provocar enfermedades y podían ser más seguros, y la promesa de cura para multitud de enfermedades pareció próxima. Sin embargo, en 1999, un joven llamado Jesse Gelsinger murió por una respuesta inflamatoria ante un adenovirus que debía introducir en su organismo un gen para reparar otro defectuoso que le provocaba una enfermedad metabólica. El progreso en terapia génica se detuvo y Samulski cuenta que hasta el propio término se volvió tabú.

Sin embargo, como ha sucedido desde el principio con este tipo de terapias, los padres de niños enfermos sin otra esperanza que la ciencia siguieron aguijoneando a investigadores testarudos como Samulski. Cuando faltó el dinero de la industria, las fundaciones financiadas por familiares de pacientes mantuvieron viva la llama y dos décadas después de la trágica muerte de Gelsinger hay una explosión de ensayos, con más de 5.000 registrados. La agencia del medicamento estadounidense y la Agencia Europea del Medicamento calculan que hacia 2025 aprobarán entre 10 y 20 terapias génicas y celulares cada año. Las personas que sufren enfermedades raras, provocadas por el mal funcionamiento de un solo gen, serán los primeros beneficiados, pero si no vuelve a haber grandes contratiempos (ha habido muertes en ensayos clínicos recientes, aunque los tratamientos se conocen mucho mejor que en 1999), las terapias génicas podrían alcanzar a la población general.

Samulski visitó Madrid recientemente porque desde 2017 le unen lazos empresariales a España. Fundó Asklepios (conocida como Askbio) en 2001 y desarrolló la tecnología que ha permitido el uso terapéutico de la terapia génica. La producción de vectores virales es un componente clave de la tecnología, y en 2017 decide que tenga lugar en España (San Sebastián) con una joint venture (Viralgen) con Columbus Venture Partners. En 2020, la multinacional Bayer adquirió AskBio por 2.000 millones de dólares, y la posibilidad de 2.000 más ligados a ciertos hitos. Samulski entró en contacto con Javier García Cogorro (fundador y presidente de Columbus, y ahora también CEO de Viralgen) en 2014. Esta relación lleva a la la creación de Viralgen. Esta empresa con sede en San Sebastián, a la que AskBio ha cedido los derechos de su tecnología, está dedicada a la producción de estos vectores, una herramienta fundamental para que quienes realizan ensayos o tratamientos con terapias génicas. Bayer, que también compró Viralgen en 2020, ha invertido 80 millones de euros en su factoría donostiarra para convertirla en uno de los proveedores de vectores virales para todo el mundo. Samulski recibió a este periódico en la sede madrileña de Columbus Venture Partners.

“Es una progresión: primero morías pronto, después un ‘bypass’, después una pastilla para el resto de tu vida y después una terapia génica para arreglarlo. Y casi todas las enfermedades pueden seguir ese camino”

Pregunta. Cuando se puso a investigar sobre los virus para introducir en el organismo este tipo de terapias, ¿lo hizo por un interés puramente científico o ya pensaba en sus aplicaciones?

Respuesta. Yo soy hijo de los años 60, de Star Trek. Se trataba de ir con ambición donde nadie había ido antes. Creíamos que podíamos hacer cualquier cosa. Cuando fui a la universidad, conocíamos el concepto del ADN recombinante: coger, por ejemplo, el gen de la insulina, ponerlo en una bacteria y hacer que la bacteria haga la insulina en lugar de extraerla de animales, como se hacía hasta ese momento.

Yo estaba fascinado con los virus, que eran como camiones de reparto molecular para llevar una carga genética donde quisiésemos. Yo era muy joven y mi profesor de tesis solo tenía cinco años más que yo, así que teníamos una enorme curiosidad, que probablemente fuese nuestro motor. Y era un momento en que podías hacer cualquier cosa gracias a esta nueva tecnología para cortar ADN y ponerlo de humanos en bacterias o en virus. Por primera vez en la historia estábamos cruzando distintas especies a nivel molecular y era fascinante desde el punto de vista de las enfermedades. Pero yo no tenía una interés específico por las enfermedades, era algo más relacionado con la aventura, con la posibilidad de hacer algo como ir a la Luna. Aunque cuando hicimos los vectores virales, pronto vimos sus posibilidades frente a la hemofilia o la fibrosis quística.

P. Después de la muerte de Gelsinger, en los que se ralentizó la investigación, ahora todo va mucho más rápido y hay mucho más dinero, pero sigue habiendo problemas, se siguen parando ensayos por algunas muertes.

R. Es un proceso que es común en las nuevas tecnologías, hay avances y retrocesos para después volver a avanzar, igual con los ordenadores que con los trasplantes de órganos. Con los trasplantes, al principio, un paciente podía vivir un mes y había muchos rechazos, pero después se mejoró y ahora la gente recibe trasplantes en todo el mundo. Nosotros estamos en el mismo tipo de montaña rusa. Tenemos que tener la persistencia y la tolerancia para atravesar estas tempestades que pueden venir.

P. Ahora las terapias génicas son más prometedoras para las enfermedades raras que están causadas por el fallo de un solo gen. ¿Podrán en el futuro ser eficaces frente a enfermedades más complejas?

R. Yo defiendo que las enfermedades raras se deberían tratar gratis, porque con lo que aprendemos de ellas trataremos al resto del mundo de enfermedades complejas. Imagine si puedo elegir un vector viral, meterle un gen y ponerlo en su hígado para que produzca una proteína, y la proteína circula y sirve para tratar la hemofilia y que no sangre. En ese camino hemos aprendido algo fundamental de colocar algo en un órgano y que el órgano produzca la proteína. Ahora, piense que tiene a 10.000 personas con cáncer y tenemos un anticuerpo monoclonal que les podemos dar cada dos semanas para tratarlo. Pero si pongo el gen de ese anticuerpo monoclonal en un vector y lo pongo en su hígado y el hígado bombea esa proteína de la misma forma que hacía con la proteína de la hemofilia, tengo a 10.000 personas que no tienen que tomar más ese anticuerpo monoclonal.

Con las enfermedades raras estamos respondiendo a preguntas fundamentales que tendrán aplicación en poblaciones mucho más amplias. Puede imaginarlo para el alzhéimer o el párkinson, el colesterol o la diabetes. Todas son enfermedades complejas que se podrán empezar a regular porque conocemos los genes responsables, solo que no sabemos cómo regularlos o llevar algo ahí específicamente. Va a permear todo el campo médico. Somos un cuerpo de genes y manejando esas enfermedades estamos aprendiendo cómo encender y apagar genes.

P. ¿Cree que esas terapias llegarán seguro o puede haber nuevos inconvientes que hagan que nunca sean realidad?

R. Le apuesto lo que quiera. Si no tenemos guerras entre países o pandemias y trabajamos por el interés común, pasará mucho más rápido. Cuarenta años es mucho tiempo, pero la distrofia muscular se conocía desde hace cien años y no se pudo hacer nada hasta un siglo después. Ahora la tecnología está avanzando cada vez más rápido. Soy optimista y pienso que en los próximos 10 o 20 años verems nuevos fármacos para genes de enfermedades complejas que hasta ahora parecen algo imposible de tratar con estas terapias.

P. Si llevamos las posibilidades de la terapia génica a sus últimas consecuencias y modificamos a todos los seres humanos para que tengan lo que consideramos una vida perfecta, ¿no se volverá todo un poco monótono?

R. Todos vinimos de una madre que salió de África y fíjese en toda la diversidad que existe. Creo que siempre habrá diversidad, y esaa diversidad es lo que nos da a Einstein o a músicos fenomenales, y también nos da enfermedades horribles. Pero no son solo los genes. Es el entorno el que hace que te acabes convirtiendo en quien eres. Usted, nacido hoy, es diferente de lo que sería si nace dentro de 100 años. Pienso que ponemos demasiado énfasis en el gen como lo definitivo. Únicamente es el primer paso de la historia.

“Por primera vez en la historia estábamos cruzando distintas especies a nivel molecular y era fascinante desde el punto de vista de las enfermedades”

P. Por el momento, las terapias génicas son muy costosas [muchas del orden de cientos de miles de euros]. ¿Cree que el coste será una limitación para que lleguen al gran público?

R. Ahora mismo, la tecnología es muy cara porque hace falta mucha mano de obra y muchos recursos para hacer un solo vector para tratar a un paciente, pero eso mejorará. Es como la industria de los teléfonos o de los coches. La demanda hace que la producción se haga más eficiente y los precios bajen para hacerse disponible a más gente. Pero estamos al principio y digamos que hay que pagar por 40 años de investigación.

Además, se va a dar a las personas con enfermedades raras la posibilidad de participar en la sociedad, de trabajar, de pagar impuestos. Durante mucho tiempo, lo único que han podido hacer estas personas es adaptarse mientras la enfermedad empeora. Se va a cambiar la forma de tratar las enfermedades y eso también tiene un impacto económico.

Mi padre tiene colesterol y todos sus hermanos murieron cuando tenían alrededor de 60 años por el endurecimiento de las arterias. Él fue el único que recibió un bypass y vivió de siete a diez años más que sus hermanos. Yo tomo una pastilla para el colesterol y todos mis hermanos también, y ya somos mayores que ellos cuando murieron. Yo tengo la oportunidad de tomar algo que ellos no tuvieron. Si llegamos a desarrollar una terapia génica para regular el colesterol, será un tratamiento único frente a nuestra pastilla diaria. Es una progresión: primero morías pronto, después un bypass, después una pastilla para el resto de tu vida y después una terapia génica para arreglarlo. Y casi todas las enfermedades pueden seguir ese camino.

P. Los pacientes y sus familias han supuesto un gran impulso para este campo. ¿Hay algún caso que le haya marcado especialmente?

R. Hay un niño llamado Connor. Era el primer paciente en los ensayos de distrofia muscular y sus padres tienen gemelos. Uno tiene la enfermedad y el otro, no. Si miramos una foto de los dos, uno tiene estatura normal y el otro es más bajo. Así que todos los días, los padres veían cómo un hijo crecía y el otro no. Era un recordatorio constante y es muy duro.

Así que tuvieron que tomar la decisión de comprarle una nueva silla de ruedas o probar la terapia génica, que es como ser el primero en saltar desde una montaña o hacer algo aterrador. Nos hicimos muy cercanos. Me escriben todo el tiempo, me mandan fotos, me visitan. Es como si hubiese adoptado a esta persona en mi vida. Así que cuando hablo con mis estudiantes, que tienen un trabajo muy duro y se enfrentan a problemas muy difíciles de solucionar, les digo: necesitas un Connor. Cuando lo tienes, te comprometes y sacas adelante el trabajo. Yo tengo dos hijos y dos nietos, pero la relación con Connor es muy diferente, porque estamos juntos en el mismo experimento y necesitamos que funcione.

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