La familia de Henrietta Lacks llega a un acuerdo con el laboratorio que se enriqueció cultivando sus células sin permiso
La línea celular tomada de esta mujer fallecida en 1951 ha generado innumerables avances médicos y ahora sus descendientes serán compensados
Han tenido que pasar más de 70 años para que se le haga algo de justicia a Henrietta Lacks, una mujer negra de 31 años que falleció en 1951 a causa de un cáncer de cuello uterino. De ella fueron las primeras células humanas que se clonaron con éxito y se reprodujeron en infinidad de ocasiones en laboratorios de todo el mundo hasta convertirlas en un puntal de la medicina moderna: esta línea celular, que se rebautizó como células HeLa, con las primeras sílabas de su nombre y su apellido, contribuyó a innumerables avances médicos, como la vacuna de la polio o la investigación contra el cáncer. Pero todo eso ocurrió sin el consentimiento ni el conocimiento de Lacks, ni en la extracción ni en su uso. Ahora, la familia de la mujer cuyas células han sido clave en la medicina de las últimas décadas ha llegado a un acuerdo con Thermo Fisher, una de las compañías —no fue la única— que se enriqueció cultivando sus células sin permiso, y serán compensados para evitar un proceso judicial.
Henrietta Lacks apenas tenía 31 años cuando empezó con un extraño sangrado vaginal. Era 1951 y la mujer, afroamericana, pobre y madre de cinco hijos, acudió al Hospital Johns Hopkins de Baltimore, el único que admitía a pacientes en esa situación socioeconómica. Allí le diagnosticaron un tumor de cuello de útero. Su ginecólogo extrajo una muestra del tejido canceroso para su análisis sin su permiso —algo legal en esa época— y, a la vez que intentaba tratarla con radio, entregó la biopsia a George Gey, investigador que trabajaba en el mismo edificio. Pero Lacks murió pocos meses después a causa del agresivo tumor.
Sus células, en cambio, siguieron vivas. Gey llevaba tiempo intentando cultivar biopsias de tumores, pero las células solían morirse a los pocos días. Las de Lacks, en cambio, se replicaban cada 24 horas y se podían transferir a placas de cultivo. El investigador fue quien le puso el nombre de células HeLa y de ahí salieron a los laboratorios de todo el mundo hasta convertirse en una pieza clave en el avance de la medicina, por ejemplo, en el estudio del genoma humano o en la investigación del cáncer y su relación con las hormonas. Todavía hoy se emplean, de hecho, para estudiar los efectos de las toxinas, las hormonas y los virus en el crecimiento de las células cancerosas sin experimentar en humanos. A pesar de ese impacto incalculable en la ciencia, la familia Lacks nunca había sido indemnizada.
Según recoge AFP, la familia no se enteró hasta la década de los setenta de la explotación sin permiso que se había hecho con las células de Lacks y tampoco entendió el alcance de lo acontecido hasta que Rebecca Skloot publicó en 2010 el libro La vida inmortal de Henrietta Lacks. “Llevan 70 años usando sus células y la familia Lacks no ha recibido nada a cambio de ese robo”, denunció su nieta Kimberly Lacks en 2021, cuando la familia anunció su intención de presentar una denuncia y acusó a Thermo Fisher Scientific de lucrarse con la comercialización de las células.
El mismo día que Lacks hubiera cumplido 103 años, la familia y Thermo Fisher han anunciado que habían llegado a un acuerdo, aunque ninguna de las partes reveló los términos del pacto. “Las partes están satisfechas de haber encontrado una manera de resolver este asunto fuera de los tribunales”, explicaron el martes los abogados de la familia Lacks, Ben Crump y Chris Seeger, en un comunicado recogido por AFP. La denuncia se había presentado casi dos años atrás en el Estado de Maryland.
El Johns Jopkins, por su parte, ya matizó en un comunicado que “nunca vendió ni se benefició del descubrimiento o distribución de células HeLa y no posee los derechos de la línea de células HeLa”. “Más bien, Johns Hopkins ofreció células HeLa de forma gratuita y amplia para la investigación científica”, explicó la institución, aunque admitió su responsabilidad ética y reivindicó el legado de Lacks: “Johns Hopkins podría haber hecho, y debería haber hecho más para informar y trabajar con los miembros de la familia de Henrietta Lacks por respeto a ellos, su privacidad y sus intereses personales. Aunque la recolección y el uso de las células de Henrietta Lacks en la investigación era una práctica legal y aceptable en la década de 1950, tal práctica no sucedería hoy en día sin el consentimiento del paciente”.
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