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Los ocho pingüinos de la Transición

Los vecinos de Chueca piden que se conserve el pub Santa Bárbara con 76 años de historia

Beatriz Guillén
Fachada del edificio Fernando VI, 3, en Chueca, donde se ubicaba el pub Santa Bárbara.
Fachada del edificio Fernando VI, 3, en Chueca, donde se ubicaba el pub Santa Bárbara. BERNARDO PÉREZ

Ocho pingüinos vigilan desde hace décadas Fernando VI. Son de piedra para resistir mejor las inclemencias del clima y portan barriles de cerveza bajo el ala para soportar con alegría los desgastes del tiempo. Llevan 76 años sin quitar ojo desde su discreta segunda planta. Han sido guardianes de la fábrica de cerveza Cruz Blanca, del pub Santa Bárbara y del Malevo. Ahora, los vecinos de Chueca temen que se conviertan en una “mera caricatura” por la construcción de un nuevo bloque de pisos. “No podemos permitirlo, convertir este edificio en pisos sería como borrar de un plumazo décadas de historia”, denuncia una representante de la asociación vecinal de Chueca que ha mandado una carta a la alcaldesa Manuela Carmena, para que conserve el inmueble original.

Quizás la historia comienza con el logotipo de la cerveza Cruz Blanca, que no tiene más misterio que su nombre ni más recuerdo que el de los pingüinos de Fernando VI, 3. Ahí tenía sus oficinas en 1940 la fábrica cervecera. Era un edificio pequeño, bajito y curioso de dos plantas que ya se distinguía de sus vecinos. En el 69 se transformó en el pub. Se llamaba Santa Bárbara y cuentan que los progres de los setenta se hinchaban al decir “Quedamos en el pub”.

Directores y actores de cine y teatro quedaban para brindar por sus proyectos y quejarse de los azotes de la censura. “Hasta Kubrik apareció por aquí”, asegura esta representante de la asociación de Chueca. Abogados laboralistas se reunían para consolarse por su ingrato oficio frente a los magistrados franquistas. Y es que Santa Bárbara era un centro para la queja contra una dictadura que daba sus últimos coletazos, pero seguía dando. “Aquí se hizo la Transición”, dijo un camarero que estuvo 20 años velando por la neutralidad del establecimiento. Los que lo conocieron hablaban de un marco apacible y propicio para la tertulia y la conspiración. Quizás fuera por su mobiliario estilo inglés o la discreción de su personal.

La democracia triunfó y en el 2000 el pub cambió su nombre por Malevo, que en sus cuatro años de vida respetó el decorado y la intención. Después de ahí vienen 12 años de abandono, decrepitud y supervivencia. “Han intentado tirarlo en muchas ocasiones, pero el Ayuntamiento no lo ha permitido jamás”, asegura la asociación de vecinos.

La empresa Railway and Resort S.L consiguió en noviembre de 2015 una licencia para hacer una reestructuración parcial y una nueva edificación en el inmueble. El objetivo es conservar (con reformas) las dos plantas originales y construir tres plantas nuevas y un ático. Un total de siete viviendas. En la fachada exterior prometen la “limpieza y reparación del zócalo y granito, paramentos, órdenes apilastrados, peto de remate, decoraciones y elementos ornamentales”. Detrás de estas palabras, la asociación de Chueca solo ve esos ocho pingüinos que recogen bajo su ala décadas de política y cine, además de la cerveza.

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Sobre la firma

Beatriz Guillén
Reportera de EL PAÍS en México. Cubre temas sociales, con especial atención en derechos humanos, justicia, migración y violencia contra las mujeres. Graduada en Periodismo por la Universidad de Valencia y Máster de Periodismo en EL PAÍS.

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