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Anatomía del teatro en español: la inmensidad de una lengua cabe en un escenario

Nuevas temáticas, espectáculos híbridos y clásicos renovados: el ecosistema teatral de España y América Latina se muestra en el gran escaparate del Festival de Aviñón

La creadora teatral española Angélica Liddell, en el ensayo de 'Dämon. El funeral de Bergman', que estrenará en el festival de Aviñón.
La creadora teatral española Angélica Liddell, en el ensayo de 'Dämon. El funeral de Bergman', que estrenará en el festival de Aviñón.Alexandre Quentin (FESTIVAL DE AVIÑÓN)
Raquel Vidales

Comencemos con un breve poema que escribió el dramaturgo y director argentino Pablo Messiez durante el proceso de creación de su espectáculo Los gestos, estrenado el pasado diciembre en Madrid: “Estoy rodeado de alemanas / y pienso en sus lenguas vivas. / En cómo las mueven y pienso // ¿será el lenguaje / lo que nos cambia las caras? // ¿Será la lengua / moviéndose hacia unos lados / o hacia otros / la que les da ese aire de familia / a los rostros que comparten el mismo idioma?”.

Vienen a cuento estos versos porque el español es el lenguaje invitado de la próxima edición del Festival de Aviñón, la gran cita internacional de las artes escénicas contemporáneas, que se celebrará en la histórica ciudad francesa del 29 de junio al 21 de julio. Eso significa un desembarco de creadores hispanohablantes insólito en la muestra teatral más prestigiosa de Europa. Doce espectáculos, lecturas dramatizadas, conferencias, homenajes, ciclos de cine. Pero ¿qué tiene en común un dramaturgo argentino con una autora española o un director mexicano más allá de “ese aire de familia” que les otorga la lengua compartida? Responde Tiago Rodrigues, director del festival: “No ambicionamos hacer un retrato unitario del teatro en español. Invitamos idiomas y no identidades nacionales precisamente porque eso nos permite abrazar una cultura en toda su diversidad”.

La programación refleja ese propósito. No es obvio que el Centro Dramático Nacional, principal institución pública del teatro contemporáneo en España, debute en Aviñón con un clásico ruso, La gaviota de Chéjov, dirigido por la peruana Chela De Ferrari e interpretado por actores ciegos o con discapacidad visual. Tampoco que Don Quijote hable en francés justo en la edición dedicada al español. Que el flamenco lo represente Yinka Esi Graves, bailaora de padre jamaicano y madre ghanesa, nacida en Londres y afincada en Sevilla. Que el uruguayo Gabriel Calderón presente en catalán su obra Historia de un jabalí.

Yinka Esi Graves, en un momento de su espectáculo 'The Disappearing Act'.
Yinka Esi Graves, en un momento de su espectáculo 'The Disappearing Act'.SCHERER Alain

La selección no es canónica, pero las artes escénicas contemporáneas tampoco lo son. Los lenguajes se mezclan, los géneros se disipan, las temáticas se diversifican y el texto no es venerado ya como materia prima principal del hecho dramático. De ahí la dificultad de dibujar un retrato preciso del teatro en español. Pero no resulta del todo imposible trazar su anatomía actual y vislumbrar tal vez sus formas futuras. Lo que sigue es un intento de aproximación con el espíritu heterodoxo y libre del festival francés como guía.

Angélica Liddell

La elección de Angélica Liddell para inaugurar el Festival de Aviñón en el año del español sí es canónica. No solo porque ha presentado más obras que nadie en este idioma en la muestra francesa (siete desde su debut en 2010), sino también porque es una de las figuras más influyentes de la escena internacional actual. Además de relevante poeta: los textos de sus espectáculos se publican como poemarios y son citados por artistas de todo cuño, incluida la mismísima Rosalía.

Nacida en Figueres en 1966, Angélica Liddell se forjó en el fructífero teatro alternativo madrileño de los años ochenta-noventa y tras el cambio de siglo saltó a los grandes escenarios. Su estilo es único y visceral. Monólogos rabiosos, imágenes provocadoras, escenas extremas, acciones impúdicas, belleza y dolor. Es autora de sus palabras, protagonista única sobre el escenario, directora de sus montajes y diseñadora de sus escenografías. Paradigma del artista total contemporáneo. El trabajo que estrenará el 29 de junio en el patio de honor del Palacio de los Papas de Aviñón (en julio llegará al Festival Grec de Barcelona y en septiembre a los Teatros del Canal de Madrid) se titula Dämon. El funeral de Bergman y conforma un díptico con su anterior producción, Vudú (3318) Blixen, de casi seis horas de duración y aclamada como una de sus obras cumbre. Su último acto, donde la creadora escenifica su propio entierro y comparece ante su ataúd mientras atruenan 101 salvas de cañón, quedará como uno de los momentos teatrales más sublimes de este tiempo.

Autoras

La irrupción de la dramaturgia femenina ha transformado las artes escénicas en la última década. No es que antes no hubiera mujeres haciendo teatro, pero sobre todo como intérpretes o tímidamente como directoras. La autoría, la Creación en mayúsculas, parecía destinada a los hombres. Todavía en 2016, un reportaje publicado en EL PAÍS señalaba como hecho insólito el estreno de siete textos de españolas vivas en una sola temporada del Centro Dramático Nacional. Desde entonces se ha producido una eclosión de autoras que no solo han introducido nuevas temáticas, sino también estéticas renovadoras. La madrileña Sara García Pereda, cuya obra Grrrl será objeto de una lectura dramatizada en Aviñón con actores franceses, lo explica así: “El cambio de perspectiva ha derribado la hegemonía de la escritura aristotélica y ha generado nuevas formas de representar la realidad”.

Repasemos algunos ejemplos. Uno de los últimos fenómenos del teatro argentino es Petróleo, donde las cuatro integrantes de la compañía Piel de Lava (Valeria Correa, Pilar Gamboa, Laura Paredes y Elisa Carricajo) hacen temblar los cimientos de la masculinidad tradicional travistiéndose en rudos trabajadores de una plataforma petrolera. La española María Goiricelaya ganó el año pasado el premio Max a la mejor adaptación teatral por su retrato de la maternidad en el siglo XXI a través de la Yerma de Lorca, mientras en paralelo estrenaba otra pieza que ficcionaba la gesta de Nevenka Fernández, la mujer que logró sentar en el banquillo de los acusados al alcalde de Ponferrada en 2001 por acoso sexual cuando el Me Too ni siquiera se divisaba. Su compatriota María Velasco se revuelve contra los abusos en títulos como Talaré a los hombres de sobre la faz de la tierra o Primera sangre. La chilena Manuela Infante salpica los escenarios de ecofeminismo. De Marina Otero se dice que es la Angélica Liddell argentina.

Dramaturgia

La escritura teatral vivió un declive a finales del siglo pasado en favor del llamado teatro posdramático, donde el texto no se concibe como epicentro de creación sino como un lenguaje más en el tejido del espectáculo, según la definición establecida por el investigador alemán Hans-Thies Lehmann. Pero una amplia generación de autores está dando ahora un nuevo empuje a la literatura dramática. Los españoles Juan Mayorga, Lucía Carballal, Alberto Conejero, Pablo Remón o Alfredo Sanzol. Los argentinos Claudio Tolcachir, Pablo Messiez (afincado en España) o Rafael Spregelburd. Los uruguayos Sergio Blanco o Gabriel Calderón. El chileno Guillermo Calderón. Con una particularidad común: todos dirigen sus obras y algunos incluso crean sus textos a pie de escena. Lo cual deriva en un tipo de escritura más variada (diálogos, narración, poemas) y estrechamente vinculada a los lenguajes visuales o la expresión no verbal. La dicotomía teatro de texto-teatro posdramático parece superada hasta en el entorno académico: en su ensayo Los análisis de la escenificación (Fundamentos, 2021), los investigadores Jara Martínez Valderas y José Manuel López Antuñano apuestan por el término “escenificación” en lugar del tradicional “puesta en escena” para estudiar el hecho teatral contemporáneo en toda su dimensión, pues el segundo da por supuesto que lo que ocurre sobre un escenario es una mera transposición del texto literario.

Híbrido

De lo anterior se deriva el principal rasgo de las artes escénicas contemporáneas: la diversidad y el mestizaje de géneros, disciplinas, lenguajes y culturas. Surgen así espectáculos híbridos que se disfrutan como poderosas experiencias estéticas. Son bellísimos los de la compañía franco-catalana Baró d’Evel, programada también en Aviñón y el Grec: danza, circo, música, canto, palabra (en diversos idiomas), humanos y animales (caballos, cuervos, palomas) conviven de manera fascinante en montajes como o Falaise. Otra muestra: una de las producciones triunfadoras del año pasado en España fue una obra de teatro de máscaras sin palabras titulada Forever, de la compañía vasca Kulunka, dirigida por Iñaki Rikarte.

Documental

El contexto social derivado de la crisis financiera de 2008 avivó el interés de los ciudadanos por la política y la preocupación por la realidad más inmediata. En el ámbito escénico eso se tradujo en una explosión del teatro social, político y documental. La alianza entre el dramaturgo catalán Jordi Casanovas con el actor y director madrileño Alberto San Juan dio como resultado en 2014 uno de los grandes éxitos del género en España: Ruz-Bárcenas, transcripción de una sesión judicial en 2013 en la que el extesorero del PP español Luis Bárcenas admitía por primera vez que la contabilidad de su partido estaba trucada. Casanovas daría después otro pelotazo con Jauría, reconstrucción del mediático juicio a La Manada, los cinco hombres que violaron en grupo a una joven durante los Sanfermines de Pamplona en 2016, con dirección de Miguel del Arco. Otro puntal del teatro documental en español es la compañía gallega Chévere, que ha abordado asuntos como la catástrofe ecológica que vivió Galicia tras el hundimiento del petrolero Prestige en 2002 (Nevermore, 2021) o la peripecia vital de la primera mujer sordociega en obtener un título universitario (Hellen Keller, ¿la mujer maravilla?, 2024).

Pero si hay un nombre que refulge en el género documental es el de la argentina Lola Arias, ganadora este año del Premio Ibsen, el reconocimiento teatral más prestigioso del mundo. Sus obras son resultado de largos procesos de investigación con sus protagonistas reales, a los que además entrena para interpretarse a sí mismos, con resultados admirables. En Campo minado (2016) reunió en escena a veteranos argentinos y británicos de la guerra de Las Malvinas. Lengua madre (2021) es un tratado viviente sobre cómo se practica la maternidad en distintos países y sus personajes son ciudadanos anónimos seleccionados tras una investigación que Arias realiza in situ. Hasta ahora lo ha hecho en Bolonia, Madrid y Barcelona. En el Festival de Aviñón y después en el Grec presentará su nueva producción, Los días afuera, protagonizada por personas trans reales detenidas en distintas prisiones de Argentina.

Inclusión

Uno de los montajes más sorprendentes estrenados recientemente en España es Supernormales (2022), escrito por la gallega Esther F. Carrodeguas y dirigido por Iñaki Rikarte (el mismo de Forever). Con un elenco mixto de intérpretes con y sin discapacidad, se trata de una comedia protagonizada por un personaje que se dedica a dar asistencia sexual a personas con discapacidad, con grandes dosis de humor negro y sin ningún tipo de tabúes. Otra buena muestra de cómo la diversidad funcional está conquistando los escenarios es Hamlet, de la peruana Chela De Ferrari, que entreteje la obra original de Shakespeare con las historias personales de siete actores con síndrome de Down, la misma fórmula que está aplicando en La gaviota que presentará en Aviñón. También referente en este campo es la catalana Claudia Cedò, que lleva 15 años derribando prejuicios sobre las posibilidades artísticas del teatro inclusivo, con piezas como Los ángeles no tienen hijos (2022) o Madre de azúcar (2021).

Memoria

La revisión del pasado también se practica en los escenarios. Juan Mayorga, el autor español vivo más representado hoy en el mundo, cultiva la memoria en textos como Himmelweg (2003) o El cartógrafo (2009). Alberto Conejero bucea en la historia en La piedra oscura (2015) o La geometría del trigo (2018). El chileno Malicho Vaca Valenzuela debutará en Aviñón con Reminiscencia (2022), una pieza de teatro documental que atraviesa la historia de Latinoamérica a través de recuerdos de su familia y vecinos de su barrio, ubicado en el corazón de Santiago, una zona vibrante donde comienzan todas las reuniones y manifestaciones políticas. También se presentará por primera vez en el festival francés La Ribot, una de las coreógrafas españolas de mayor prestigio internacional, con un sugerente ejercicio de memoria: Juana ficción, un proyecto de música y danza para el que se ha aliado con el director de orquesta Asier Puga y con el que pretende rescatar la voz de Juana I de Castilla, “reina despojada de su corona y mujer borrada de la historia”.

Descolonización

Asegura Tiago Rodrigues que explorar el teatro mundial a través de sus idiomas es también “una manera de atravesar problemáticas históricas vinculadas a la lengua”. Por eso ha programado en Aviñón dos piezas del argentino de orígenes indígenas Tiziano Cruz, Soliloquio y Wayqeycuna, que parten de un hecho biográfico que muestra cómo los efectos del colonialismo persisten en su país: en 2015 su hermana murió a los 18 años por abandono médico.

Autoficción

El uruguayo Sergio Blanco es el gran referente del teatro de autoficción en español, que ha desarrollado en títulos como Kassandra (2008), Tebas Land (2012), La ira de Narciso (2015) o El bramido de Düsseldorf (2017). En su ensayo Autoficción. Una ingeniería del yo (Punto de Vista, 2018) lo define como una exploración del yo a través de un cruce de relatos biográficos reales con otros ficticios. Muchos autores han seguido su estela no tanto para desarrollar obras de género como para aprovechar sus estrategias de escritura. Esta misma temporada, Lucía Carballal ha autoficcionalizado en La fortaleza la relación con su padre ausente. Pablo Remón la ha practicado en El tratamiento (2018), Doña Rosita, anotada (Premio Nacional de Literatura Dramática 2021) y Los farsantes (2022). Y el catalán Àlex Rigola la inserta en sus libérrimas versiones de clásicos de Chéjov o Ibsen.

Clásicos

“Qué hace un uruguayo como yo con el Siglo de Oro español?”, se pregunta Gabriel Calderón, que en 2022 escribió y dirigió junto al chileno Guillermo Calderón una versión libre de El príncipe constante, de Calderón de la Barca. “Calderón al cubo”, se bromeó entonces. Más allá del chiste, el uruguayo ofrece una respuesta contundente: “Aunque no formen parte del patrimonio teatral de mi país, siento que mi primera obligación respecto a mi lengua está en comprender su tradición. Y los clásicos pertenecen a esa tradición. La cuestión no es lo que yo pueda hacer con los versos de Calderón o Lope de Vega, sino qué me dicen esos versos a mí”. Con ese mismo espíritu ha abordado Iñaki Rikarte (sí: el mismo de Forever y Supernormales, no le pierdan la pista) el encargo de dirigir El monstruo de los jardines para la Compañía Nacional de Teatro Clásico: sin complejos y con una imaginación escénica deslumbrante. Otra vez triunfazo y todos los premios de la temporada. Aviso para quienes se lo perdieron: estará en el Festival de Almagro en julio.

¿Libertad?

La censura es evidente en las dictaduras, pero el teatro no está libre de ella en los regímenes democráticos, donde adopta formas más sutiles. Su fuerte dependencia del dinero público lo hace especialmente vulnerable frente al poder. En España se ha desatado la alarma por la cancelación de montajes programados por entidades públicas tras los recientes vaivenes políticos. Entre otras: El mar: visión de unos niños que no lo han visto nunca, de Alberto Conejero, basada en la vida del maestro republicano Antonio Benaiges, y Muero porque no muero (La vida doble de Teresa), de Paco Bezerra. El Festival de Aviñón parece estar también atento en esto, pues ha programado una lectura dramatizada de esta última.

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Sobre la firma

Raquel Vidales
Jefa de sección de Cultura de EL PAÍS. Redactora especializada en artes escénicas y crítica de teatro, empezó a trabajar en este periódico en 2007 y pasó por varias secciones del diario hasta incorporarse al área de Cultura. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.
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