Dos mujeres ante el padre ausente
Ana Zamora hace un ejercicio de estilo con su puesta en escena de ‘El castillo de Lindabridis’, mientras Lucía Carballal se arremanga para establecer en ‘La fortaleza’ un paralelismo bien traído entre la protagonista de la comedia de Calderón, su propia biografía y la de sus actrices
El rey de Tartaria se muere sin aclarar cual de sus dos hijos debe sucederle: así comienza El castillo de Lindabridis, de Calderón. También el padre de Lucía Carballal falleció prematuramente, antes de que pudiera preguntarle por qué puso tierra de por medio cuando era una niña. Inspirándose en dicha comedia caballeresca, la autora madrileña ha escrito La fortaleza por encargo de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, que produce la puesta en escena de ambas. Ana Zamora dirige la primera de ellas como si fuera una entretenida película de animación en la que galanes y faunos compiten por la princesa prometida. Carballal, en cambio, se interroga sobre el estado de ánimo de Lindabridis y sobre la búsqueda de marido a la que se ve abocada, por imposición de su hermano, pera enlazar enseguida su peripecia personal con la de tan fantástico personaje.
La artesanal puesta en escena de Zamora resulta amable y atenta al detalle: su ingenuidad está muy meditada. Miguel Ángel López y María Alejandra Saturno han contribuido a su buen fin con una atinada búsqueda de composiciones corales e instrumentales de la época, a las que han sumado algunas de su cosecha. Entre los intérpretes, destaca la labor de Inés González (Lindabridis) y de Paula Iwasaki, en el papel de la reina de Francia, que se hace pasar por varón hasta el final. Ambas actrices suman arrojo, elocuencia y encanto, aunque en nada les favorecen los cascos de guerrero de tebeo que les han encasquetado, nunca mejor dicho. No es necesario ponerle a González un yelmo con los cuernos boca abajo, porque ella tiene gracia sobrada de por sí.
La dramaturga ha fundido de maravilla su relato en primera persona con el de sus intérpretes, hasta hacer uno solo
El maravilloso puzle escenográfico característico de los montajes de Zamora, que tan bien funciona en espacios pequeños como el de La Abadía (con el público situado al nivel de los actores o por encima de ellos), resulta menos eficaz sobre el escenario elevado de la Comedia, donde a menudo se convierte en protagonista de largas transiciones en las cuales los actores deben concentrarse en cambiar de lugar la grada de los músicos. En su estética puesta en escena, llena de citas de la cultura popular festiva, se echa en falta la vitalidad telúrica de tales fiestas y también una ligazón entre lo que El castillo de Lindabridis contaba en su día y lo que pudiera contarnos hoy. No se trata de hacer decir a los clásicos lo que no dicen, sino de escuchar lo que nos dicen de nuevo, como sucede en el montaje de Los prodigios, también de Calderón, que Noelia Pérez presentó a teatro lleno el pasado julio en el Canal.
La fortaleza es un soliloquio autoficcional en el que tres exactrices de esta compañía asumen sucesivamente la voz de su autora. Habla Carballal de la ausencia paterna y de su ignorancia respecto a qué motivó tanta distancia, pero en su discurso se advierten pasajes en los que Eva Rufo, Mamen Camacho y Natalia Huarte, representantes netas de tres generaciones de actores de esta compañía, reflexionan sobre el sacerdocio que supone su trabajo. Carballal ha fundido de maravilla su relato en primera persona con el de sus intérpretes, hasta hacer uno solo sobre ese diálogo de ida y vuelta, entre presente y pasado, que todos establecemos con los clásicos.
Con humor e ironía, la dramaturga traza un paralelismo entre los edificios construidos por su padre, Jesús Carballal Fernández, arquitecto de la estación de autobuses de Cartagena, y el castillo volador de Lindabridis, que prefigura el Ilyushin II-80 ruso o el Boeing E-4 estadounidense, fortalezas volantes donde Vladimir Putin y Joe Biden se salvaguardarían si hubiera una guerra nuclear. Quizá lo más significativo de La fortaleza no sea lo biográfico sino la reflexión que contiene entre líneas sobre la temporalidad de los contratos del elenco de la CNTC, que ha de pasar el testigo cada pocos años, en contraste con la fijeza con la que abordan su trabajo las compañías nacionales del este y del centro de Europa.
‘La fortaleza’. Texto y dirección: Lucía Carballal. ‘El castillo de Lindabridis’. Texto: Calderón. Dirección: Ana Zamora. Madrid. Ambas en el Teatro de la Comedia, hasta el 3 y hasta el 10 de marzo respectivamente.
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