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Otelo tiene cuerpo de mujer y Juana de Arco es no binaria: la transgresión de género estalla en los teatros

El debate sobre la identidad se multiplica en los escenarios internacionales con espectáculos que rompen los moldes de la masculinidad o cambian el sexo de los personajes

De izquierda a derecha, Valeria Correa, Pilar Gamboa, Laura Paredes y Elisa Carricajo, componentes de la compañía teatral Piel de Lava, en su obra 'Petróleo'.Foto: CARLOS FURMAN
Raquel Vidales

La semana que viene aterriza en España el último fenómeno de la vibrante escena teatral argentina: se llama Petróleo y está protagonizado por cuatro personajes masculinos interpretados por cuatro actrices. El histórico Globe de Londres (reconstrucción del escenario donde Shakespeare representó sus textos más célebres) ha suscitado una buena polémica este otoño en Reino Unido con el estreno de la obra I, Joan, que presenta una Juana de Arco de género no binario. En el Teatro Español de Madrid se representa actualmente Queen Lear, que imagina lo que habría podido pasar si el rey Lear de Shakespeare hubiera sido reina. Y en noviembre, el afamado director lituano Oskaras Koršunovas presentará en el festival Temporada Alta de Girona un Otelo encarnado por una mujer.

Basten estos cuatro ejemplos para dar cuenta de la vehemencia con que las artes escénicas están absorbiendo uno de los temas candentes del debate social contemporáneo. Tanto el travestismo como el juego con la identidad han sido una constante en el teatro, pero no de manera tan intensa ni con las intenciones actuales. ¿Y qué mejor lugar para explorar la controvertida cuestión del género que la disciplina de la que han brotado (ya desde la Grecia clásica) los principales arquetipos sobre los que se sostiene la civilización occidental? Otelo, máxima encarnación de los celos y el machismo. El rey Lear, la ambición del poder y su decadencia. Juana de Arco, la mujer que se atreve a romper las reglas de los hombres. Cambiarle el género o el sexo a estos personajes no debe entenderse como un intento de enmendarle la plana a Shakespeare, sino que precisamente al tratarse de estereotipos es fácil verles las costuras en cuanto se les da una vuelta. En realidad, toda la historia del teatro se basa en ese ejercicio: la digestión y posterior reinterpretación de las grandes obras del pasado.

Joe Henry, Azara Meghie, Isobel Thom and Natasha Cottriall, en la obra 'I, Joan', de Charlie Josephine.Foto: HELEN MURRAY (Shakespeare's Globe)

En Petróleo, la compañía argentina Piel de Lava hace ese ejercicio con personajes del presente. Cuatro trabajadores de un yacimiento petrolero en la Patagonia charlan durante un descanso en el tráiler donde conviven. Se pueden adivinar sus distintas personalidades por la manera de hablar de cada uno, la forma de moverse, sus posturas… aunque todos comparten la bravuconería propia de “cuatro hombres hablando de sus cosas” en un entorno en el que cualquier signo de vulnerabilidad puede ser objeto de mofa. Desde el principio la obra llama la atención en ese aspecto y pronto el espectador se da cuenta por qué: porque quienes interpretan a esos machotes son actrices. No son parodias, sino personajes cristalinos a los que se les ven las contradicciones precisamente porque están modelados por mujeres que han tenido que aprender a sentarse, comer o reírse como lo haría un hombre.

Valeria Correa, Elisa Carricajo, Pilar Gamboa y Laura Paredes son las cuatro integrantes de Piel de Lava y Petróleo es fruto de un proceso de creación colectiva que se desarrolló hace cinco años en plena explosión del feminismo en Argentina. “No es que la obra naciera directamente por eso, pero reconocemos que es un vómito de la época. El contexto fue el que hizo aparecer el tema de la masculinidad en nuestro imaginario”, admite Elisa Carricajo en una conversación con EL PAÍS por videoconferencia, acompañada de Gamboa y Paredes. “No nos lo planteamos como una burla, sino como una exploración de la masculinidad. Una deconstrucción de la gran performance que tienen que hacer los tipos todo el tiempo para sostener su hombría. Al hacer nosotras esa performance —no disfrazándonos, sino habitando de verdad esos personajes— evidentemente queda más expuesta porque la hemos tenido que componer desde la base”, explica Pilar Gamboa.

Ahí radica el gran éxito que ha tenido el espectáculo desde su estreno en Buenos Aires en 2018. ¿No han ofendido a nadie desde entonces? “En absoluto. El público lo pasa rebién y los hombres se ríen mucho. Porque en realidad lo que hacemos durante la función es liberar poco a poco a nuestros personajes del yugo de la hombría. Un incidente laboral les obliga a romper ese molde para sobrevivir y eso es absolutamente liberador para ellos”, apunta Laura Paredes. El lugar en el que se desarrolla la obra no es casual: en un ámbito como una empresa petrolera, intrínsecamente vinculado al capitalismo, romper las reglas de la masculinidad implica poner en cuestión también el propio sistema.

La actriz Oneida Kunsunga, en el papel de Otelo en la versión de Oskaras Koršunovas.Foto: Dmitrijus Mastvejevas

La primera parada de Petróleo en España será el sábado 22 de octubre en el Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz. Después actuarán en Badajoz (25 de octubre), Sevilla (27 de octubre), Festival Temporada Alta de Girona (4 de noviembre) y Festival de Otoño de Madrid (11 y 12 de noviembre). En esta última ciudad no coincidirán por poco con la obra Queen Lear, escrita por Juan Carlos Rubio en colaboración con Natalia Menéndez, que termina sus representaciones en el Español el 6 de noviembre. La transgresión de género en este caso es distinta, pero el diálogo que intenta establecer con la sociedad es similar. Y las preguntas, también. “¿Qué diferencia a un rey de una reina? ¿Las mujeres ejercen el poder de manera distinta a los hombres?”, plantea Juan Carlos Rubio. El espectáculo no ofrece respuestas absolutas, sino estímulos para invitar al público a sacar sus conclusiones.

También Oskaras Koršunovas deja muchas preguntas abiertas en su Otelo, que se verá el 25 de noviembre en Girona. No le cambia el género al protagonista de Shakespeare, pues lo mantiene como hombre, pero lo desarma al meterlo en el cuerpo de una mujer. Es la misma fórmula de Petróleo, pero aplicada directamente sobre un estereotipo universal.

La actriz Mona Martínez, en 'Queen Lear', de Juan Carlos Rubio. Foto: CORAL ORTIZ (TEATRO ESPAÑOL)

Más directa es I, Joan, obra escrita por Charlie Josephine con puesta en escena de la directora Ilinca Radulian, todavía en cartel en Londres y que desató polémica ya antes de su primera representación el pasado 25 de agosto en el Globe. Muchas voces iracundas se manifestaron en redes en cuanto se anunció su estreno por considerar que la gran mártir francesa quedaba degradada como icono del feminismo al presentarla como persona no binaria. Hasta tal punto llegó la bronca que el Globe salió al paso con un comunicado: “Los teatros no se ocupan de la ‘realidad histórica’. Los teatros producen obras de teatro, y en las obras de teatro todo puede ser posible. (…) El propio Shakespeare jugaba constantemente con la identidad, el poder, con la idea de placer. (…) No temía la incomodidad, y tampoco el Globe. (…) Esta producción simplemente ofrece la posibilidad de otro punto de vista. Ese es el papel del teatro: simplemente hacer la pregunta: ¿imagina si…?”.

Lo curioso es que una vez estrenada la obra, las críticas se apagaron bastante porque el espectáculo en realidad no pone en cuestión el género de Juana de Arco, sino simplemente traslada su heroica historia a la batalla contra la heteronormatividad contemporánea. La crítica Anya Ryan sentenció en The Guardian: “Ignoren la tormenta de Twitter. Es un torbellino muy necesario”.

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Sobre la firma

Raquel Vidales
Jefa de sección de Cultura de EL PAÍS. Redactora especializada en artes escénicas y crítica de teatro, empezó a trabajar en este periódico en 2007 y pasó por varias secciones del diario hasta incorporarse al área de Cultura. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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