El terror del ‘caso de las niñas de Alcàsser’ llega al teatro
María Velasco ofrece en la obra ‘Primera sangre’, estrenada en Madrid, una reflexión sobre los feminicidios y la violencia sexual contra menores
Laura Domingo y María Velasco tenían la misma edad. Las dos eran de Burgos. En abril de 1991, Laura Domingo, de seis años, fue hallada muerta en un paraje cerca de Burgos, 20 días después de su desaparición mientras jugaba en un parque y del que salió de la mano de un hombre joven. María Velasco, dramaturga y escritora, creció bajo el terror de esa historia y de esa ausencia, con miedo y quebraderos de cabeza. El cartel de Se busca ha convivido con ella desde entonces.
Treinta años después, María Velasco se encuentra con una amiga de Burgos y esta le anuncia que está embarazada de una niña. Fue entonces cuando Velasco decidió alzar la voz de aquella niña de su infancia y de otras tantas y tantas jóvenes que han sido objeto de violencia sexual y muerte, con el texto Primera sangre, con el que obtuvo el XXXI Premio SGAE de Teatro Jardiel Poncela en 2022, y que ahora se puede ver en el Teatro Valle-Inclán de Madrid hasta el 2 de junio.
Primera sangre, una obra que se mueve entre el memorial y el documento, el thriller y los cuentos de fantasmas, está protagonizada por María Cerezuela, Javiera Paz, Vidda Priego, Francisco Reyes y Valèria Sorolla. María Velasco es una de las voces más impactantes en la dramaturgia contemporánea española, premio Max 2021 como mejor autora teatral por Talaré a los hombres bajo la faz de la tierra y que ha escrito también La espuma de los días o Harakiri.
A la muerte violenta de Laura Domingo, un caso que se cerró sin resolver, siguieron muchos otros, como el de las dos chicas desaparecidas en Aguilar de Campoo, a finales de abril de 1992, o al de las tres menores torturadas, violadas y asesinadas en Alcàsser, meses más tarde. María Velasco creció con todos estos relatos, expuestos una y otra vez en aquellos programas televisivos carroñeros y amarillistas, en los que, asegura la dramaturga escandalizada, siempre se incidía en el comportamiento de la víctima. “O estaban en el lugar equivocado o iban vestidas de determinada manera o habían transgredido alguna norma” señala Velasco, tras la exhaustiva indagación que ha realizado para afrontar esta obra.
“Yo tuve que vivir un verdadero pulso entre mi miedo y mi libertad. En mi caso fue una rebeldía muy consciente para entender que para viajar sola, caminar de noche y relacionarme con desconocidos tenía que superar los traumas y heridas acumuladas”, explica, tras un ensayo, la autora y directora.
Reconoce Velasco que parte de una memoria que no es necesariamente objetiva y que tiene mucho que ver con los propios sentimientos y su subjetividad. “Todas mis obras surgen de una autoindagación, cuando me topo con algo que me inquieta o me duele. Pero no es una indagación individual, sino que son inquietudes compartidas, búsquedas compartidas con mujeres de mi edad, con actrices de distintas generaciones y gente de mi entorno. En el caso de Primera sangre, este proceso lo he compartido especialmente con Nerea Barjola [autora del ensayo Microfísica sexista del poder. El caso Alcàsser y la construcción del terror sexual]”, explica la directora, para quien la obra tiene mucho de fantasías y fantasmas.
“Me he dado cuenta de que es necesario arrojar luz sobre todos esos relatos de terror que se hicieron de estos casos, alumbrando otro tipo de narrativa que fuera sanadora y resucitar a todas las muertas para construir el relato. Que sean las muertas quienes puedan enseñar a las vivas que hay un deber de vivir, un deber de libertad. Luchar contra el miedo y los peligros de esos relatos paternalistas que nos impiden atravesar los límites”, continúa María Velasco, que honra a todas estas víctimas a través de la poesía y la belleza. “Quiero bailar con todas aquellas menores asesinadas en los noventa y por las niñas que salían a la calle pidiendo perdón con la sensación de que el espacio público no era suyo”.
Primera sangre huye de lo macabro y busca incluso el humor dentro de un mundo de violencia. “Sin humor, belleza y poesía, todo sería imposible e irrespirable. No hemos renunciado a los aspectos luminosos de la vida y hemos huido del cliché del cuerpo muerto y yacente”. Para todo esto, está el teatro, proclama Velasco, “ese arte resistente y poderoso que transforma a un individuo cuando la obra te llega como un dardo”.
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