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Un jefe de UCI: “Me da miedo que vuelva a pasar otra vez”

Varios médicos de Madrid coinciden en que pasar de fase es todavía prematuro

Isabel Valdés
Personal sanitario totalmente protegido traslada a un paciente ingresado en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Infanta Sofía en San Sebastián de los Reyes.
Personal sanitario totalmente protegido traslada a un paciente ingresado en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Infanta Sofía en San Sebastián de los Reyes.Eduardo Parra (Europa Press)

Emilio Nevado tiene “miedo”. Lo dice sin tapujos y en varias ocasiones: “Tengo miedo a que vuelva a pasar otra vez”. Este intensivista es el jefe de servicio de UCI del hospital Príncipe de Asturias, de Alcalá de Henares, uno de los más azotados por la pandemia, y respira con alivio con la decisión de que Madrid continúe en fase 0. Para ellos, los facultativos de intensivos, hace falta tiempo, dice. “No estaríamos preparados para otro rebrote en las condiciones óptimas para asumirlo si ocurre”.

En su centro tienen ahora 20 pacientes graves por coronavirus, su capacidad habitual era de 14. “Necesitamos margen para poder establecer circuitos diferenciados y asentar esta bajada, los pacientes no se merecen que si hay un rebrote, haya que volver a tratarlos con la improvisación obligada con la que lo hicimos la primera vez”. Los hospitales se reconvirtieron en pocos días dándole la vuelta a toda su estructura.

No estaríamos preparados para otro rebrote en las condiciones óptimas para asumirlo si ocurre. Necesitamos tiempo
Emilio Nevado, jefe de UCI

Las unidades de críticos de Madrid, que llegaron a multiplicar por seis su capacidad para hacer frente a la cara más cruda de la infección, han sido uno de los puntos de atención para observar la evolución de la pandemia. Tras dos meses de crisis, todavía están por encima de su tamaño original, de 500 camas: este viernes hay 537 enfermos graves en esas unidades, que fueron las últimas en saturarse y serán también las últimas en recuperarse por el tiempo de estancia que requieren sus pacientes. A eso se suman los 2.806 pacientes de esta infección que todavía permanecen ingresados y los fallecidos, los que “más duelen”, dice Nevado. Hay ya 13.585 en Madrid.

Al otro lado, las Urgencias. Fueron la puerta de entrada del coronavirus a los centros hospitalarios y volvieron antes a una calma relativa. Sin embargo, también ahí aparece la palabra “miedo”. La pronuncia Luis Díaz, médico de esta área en el hospital Severo Ochoa de Leganés, el que más sufrió la presión en ese servicio. Este viernes “solo” tienen 52 pacientes y “solo” la mitad son por covid-19: “Nos da miedo porque en realidad el brote no ha pasado, no hemos salido de él, si nos relajamos, si se relajan las medidas sociales… Hay mucha gente responsable, pero también unos pocos irresponsables por los que podría volver a expandirse el virus”.

En el Severo Ochoa tienen margen para volver a ampliar espacio si fuese necesario. “Pero esperemos que no lo sea”, dice: “A este sistema con la pandemia se le han visto las costuras”. Díaz apunta a que esas costuras “no tienen pinta de cambiar”, se refiere al refuerzo “imprescindible” de personal que necesita la sanidad madrileña: “Isabel Díaz Ayuso [la presidenta de la Comunidad de Madrid] anunció el otro día que iba a alargar los contratos hasta diciembre, los seis que hay en mi servicio de refuerzo fueron a firmar ayer y en el contrato pone como fecha de finalización 31 de mayo”.

Sin ese refuerzo, ese “miedo” insistente entre los sanitarios crece. Enfermería es uno de los colectivos que más lo acusa, ha estado en primera línea de contacto con el virus, muchas veces sin los equipos de protección individual adecuada y su plantilla ha acusado no solo la presión asistencial sino también tener que hacerse cargo, en muchas ocasiones, de actividades para las que nadie les había preparado.

Parece que cuando se toman decisiones políticas no miran lo que está ocurriendo en los centros sanitarios
Víctor Jiménez, enfermero en La Paz

Víctor Jiménez, enfermero en La Paz, recuerda cómo se ha reconvertido ese centro de referencia en poco tiempo: “Parece que cuando se toman decisiones políticas no miran lo que está ocurriendo en los centros sanitarios”. Seguir en fase 0 le parece “obvio”. Paqui Cuenca, facultativa de Digestivo en el Clínico San Carlos, secunda esa idea y apunta que en medio de la pandemia se paralizó la atención al resto de enfermos: “Y eso tiene que cambiar, no podemos seguir acumulando listas de espera. En mi hospital tenemos 500 ecografías pendientes y dudo mucho que vayan a poner recursos para solucionarlo. No nos podemos arriesgar a ir demasiado deprisa en la desescalada, ni el sistema ni los profesionales aguantarían mucho más”.

Ese “aguante” también está en duda en la atención primaria, que a partir de ahora tendrá que soportar el peso de la pandemia. Este servicio será el que se ocupe del seguimiento de los pacientes dados de alta en el hospital, el encargado de detectar y controlar los posibles contagios, seguir también a los positivos leves que puedan mantenerse en domicilio, hacer los test masivos y continuar con su asistencia habitual. Liliana, una médico del Servicio de Atención Rural de Madrid, arguye que a eso hay que añadir “el agotamiento del personal, los altos contagios entre la plantilla de primaria [en su servicio, de seis, dos están de baja] y que en mayo acaban la residencia los 223 residentes de familia y a ninguno les han ofrecido quedarse, ya no solo no refuerzan sino que se nos van los residentes”. Eso, dice, “pone en duda que estemos preparados para un posible rebrote. El paso a la fase 1 era una irresponsabilidad".

La situación actual pone en duda que estemos preparados para un posible rebrote. El paso a la fase 1 era una irresponsabilidad
Liliana, médica de SAR

Alberto Cabañas, uno de esos residentes, cree que “no solo el cambio de fase, la primaria está lejos de estar preparada para asumir la situación actual”. “Si ya nos costaba llegar a lo de antes, con la poca dotación nuestra y la de salud pública, es imposible hacer un correcto seguimiento de los casos". Para este residente, con el futuro a corto plazo aún por determinar, el refuerzo de primaria y de la red de vigilancia epidemiológica es lo que primero “hay que plantearse antes de pensar en la desescalada”. "Entiendo la preocupación por la economía, pero esto no es un sprint, eso no nos puede hacer correr para meternos en una situación peor que la de hace un mes y medio”, concluye.

La presión, las horas de trabajo, la dureza de la infección y la rapidez con la que llegó han supuesto “una tensión emocional y una serie de toma de decisiones difíciles para los profesionales”, explica Celso Arango, director de Psiquiatría y Salud Mental del Gregorio Marañón. Allí hicieron un programa preventivo para intentar aliviar la carga emocional y evitar “casos de estrés postraumático, depresión o ansiedad que pueden darse y que se dan”, explica Arango.

Un rebrote supondría pillar a la plantilla “agotada” después de dos meses de trabajo continuo: “Estamos entrenados para enfrentarnos a cosas duras, pero esto ha supuesto un peso enorme y los profesionales necesitan descanso, distancia con lo que han vivido, ser capaces de no pensar durante unos días en esta situación”.

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Isabel Valdés
Corresponsal de género de EL PAÍS, antes pasó por Sanidad en Madrid, donde cubrió la pandemia. Está especializada en feminismo y violencia sexual y escribió 'Violadas o muertas', sobre el caso de La Manada y el movimiento feminista. Es licenciada en Periodismo por la Complutense y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Su segundo apellido es Aragonés.

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