El arte desecho
Los creadores reflejan en su trabajo su preocupación por el medio ambiente Usan material reciclado, basura o interactúan con la naturaleza para concienciar
Un ejército de hombres lata se ha paseado ya por medio mundo. Alemania, Francia, Italia, España, Rusia, China, Egipto... el Ártico. Y tiene intención de recorrer también la otra mitad. En 2014 llegarán a Israel y el Tíbet. En 2015, a Latinoamérica. Este particular batallón de mil figuras de hojalata hecho a partir de residuos es denominado Trash People (Gente Basura) y es obra del artista alemán Hans-Jürgen Schult, conocido como HA Schult, que a principios de los años sesenta comenzó a preocuparse por el medio ambiente y a reflejarlo en el arte. Fue uno de los primeros en hacerlo. Pero en esa época comenzaron a proliferar este tipo de trabajos. Exposiciones fotográficas, esculturas ambulantes, performances, arte que interacciona con la naturaleza… ¿Qué artista no quiere causar un impacto? En este caso, pretenden concienciar acerca de la necesidad de cuidar el Planeta, criticar la cultura consumista y promover la reflexión sobre una sociedad que genera cantidades ingentes de residuos cada día.
Un autobús-jardín en mitad de un vertedero; un muro de basura en una playa; un río de periódicos cubriendo una calle en una gran ciudad, o una instalación natural en pleno bosque en la que el creador vivió durante meses. Son algunos ejemplos de arte con mensaje ambiental. De artistas que, a partir de sus manifestaciones, pretenden remover conciencias. Y, aunque reconocen que la preocupación por el medio ambiente se refleja desde hace unos años, hay quien considera que tal vez nunca lo hará de forma suficiente, debido a las dimensiones del problema: el ser humano ha causado tal impacto en el Planeta que este está dando señales de que es posible que ya no tenga futuro tal y como lo conocemos. Esta corriente procura reflejarlo, convencidos los creadores de que, si bien el arte quizás no pueda cambiar el mundo, sí puede intentarlo.
Esta es la filosofía de HA Schult, quien a sus 74 años se define como “más activo que nunca”. El artista, que reside en Colonia (Alemania), está convencido de que el arte ambiental es el arte del futuro. “Producimos basura y nos convertimos en basura”, explica. Es su materia prima. Su Trash people ha cumplido ya 13 años. Hecha a base de elementos reutilizados, como latas de refrescos, cables o material electrónico, el paso del tiempo no la ha desgastado. Los soldados de 1,80 metros que componen este ejército de hojalata siguen como el primer día, recorriendo el mundo para advertir de que el ser humano deja huella en el Planeta. Pero esta no es, ni mucho menos, la única acción que ha llevado a cabo el creador. A finales de los años sesenta fue arrestado por cubrir con desechos una calle de Múnich; en la década siguiente, hizo que un avión se estrellara contra un vertedero en Staten Island (Nueva York); en los ochenta, la calle Washington Street (Nueva York) se convirtió en un río de 600 millones de periódicos New York Times. HA Schult asegura que su arte se dirige a todo aquel preocupado por el medio ambiente y que es financiado por compañías también involucradas en la ecología. Es un entusiasta de su trabajo: “El arte no puede hacer políticas, ni química, ni medicina. Pero el espectador de arte sí puede hacerlas”.
Pretendo mover conciencias e intentar fomentar el cambio porque, de lo contrario, acabaremos enterrados en basura Zireja
Igual de entusiasta se muestra Irene Sanfiel, Zireja, tinerfeña que estudió Administración y Dirección de Empresas pero que siempre ha querido dedicarse al arte. Aún no puede vivir de él, aunque aspira a conseguirlo. La joven acaba de ser galardonada por la Agencia Europea de Medio Ambiente por una de sus fotografías, Waste Coast. Estaba de vacaciones en Fuerteventura y le llamó la atención la presencia de una gran estructura metálica, de escombros, en una playa. “En un punto de información leí que muchos residuos provenientes del mar iban a parar allí, y que antiguamente la gente usaba esos materiales, por ejemplo maderas, para fabricar sus casas”, relata. “Así que pasé un rato haciendo fotos. Pretendo reflejar las consecuencias del consumo masivo sobre el medio ambiente… mover conciencias e intentar fomentar el cambio porque, de lo contrario, acabaremos enterrados en basura”, añade. Y matiza que esa transformación tiene que comenzar por el propio individuo, por pequeñas acciones que modifiquen sus hábitos.
Vivió un año en Ghana y se quedó impresionada por el estado de la costa de Accra, “plagada de desechos”. Allí estuvo trabajando con artistas plásticos y músicos en torno a este tema. Aunque esa es solo una de sus líneas de acción. La otra, la relación del ser humano con la basura, algo que ha plasmado en una serie de fotografías en los centros de gestión de residuos de Tenerife. La artista lamenta que en España no esté “más desarrollado” el arte ambiental, aunque asegura que en los últimos años ha aumentado considerablemente el número de creativos dedicados a esta temática, “sobre todo en el campo del diseño y del do it yourself (hazlo tú mismo)”.
Así lo destacan también en Basurama, un grupo de siete personas que emprenden proyectos que tienen algo en común, la basura en sus distintas manifestaciones. “Como punto de partida para pensar, para pensarnos, para pensar la ciudad y también como herramienta para transformarla”, explican Rubén Lorenzo y Manuel Polanco, dos miembros del colectivo. El proyecto nació en el año 2000 en la escuela de arquitectura de Madrid como un festival de reciclaje. Cuentan que querían desmarcarse del modelo que tenían a su alrededor. Y, poco a poco, esa iniciativa fue evolucionando. Desde entonces, han desarrollado más de 200 proyectos en más de 40 países. “Tenemos diversas líneas de actuación, pero los desechos siempre están presentes en ellas. Les damos una segunda vida, los dignificamos”, comentan. Y añaden: “No nos gusta dar una respuesta a la gente, entre otras cosas porque muchas veces nosotros ni la conocemos, pero sí queremos promover la reflexión”.
La entrevista se produce en su taller, en Madrid, en el que todo es reutilizado. Rápidamente explican que ellos hacen “algo más que arte con basura”, que le dan utilidad a algo que la sociedad ha considerado inútil y que intentan hacer visibles las consecuencias del consumo masivo. Como en ‘Eres lo que tiras’, que llevaron a cabo en 2007 en el Festival Internacional de Benicassim, un muro de diez metros de ancho por cinco de alto fabricado a partir de la basura del propio festival. O In love we trash, proyecto desarrollado en varias partes del mundo, como Polonia o Tailandia. “Llama la atención lo distinto que era el hinchable a base de plásticos que preparamos en ambos lugares. Mientras que en Tailandia usamos un plástico proveniente del vertedero de Bangkok, y tuvimos que limpiarlo y repararlo para poder utilizarlo, en Polonia usamos los propios plásticos que cubrían la maqueta de la feria en la que participábamos, que estaban nuevos, daba vergüenza casi llamarles basura”, comentan.
Betsabeé Romero, que también emplea material reutilizado, señala que el arte lleva la ecología hacia lo simbólico y lo cultural. “Ese es el plus. Trabajo en un sentido muy amplio el concepto de reciclaje. No solo reciclo las llantas, cuya vida como basura es mucho más larga que su vida útil, sino que he elegido trabajar con neumáticos porque es el instrumento emblemático de la velocidad y modernidad industrial. Los reciclo y utilizo como instrumento de impresión, como herramienta para la memoria”, indica esta artista mexicana que ha presentado su obra en más de 30 exposiciones individuales en Nueva York, Francia, España o Egipto. Está convencida de que es necesario partir de la comunidad y del sentimiento identitario para trabajar. Por ello, dice, le gusta interactuar con el entorno. Dos ejemplos de ello son Todos los caminos llevan al supermercado y Como un jardín en un pajar. El primero, una espiral formada por carros de la compra y bolsas, “un ciclo asociado al consumo que tiene que ver con una producción y un mercado que al final satura de basura”, en la que trabajó con alumnos de la escuela de arte de Nueva York. El segundo, un autobús escolar convertido en jardín que instaló en Chimalhuacán, una ciudad a las afueras de México DF: “Invitaba a los niños a subirse y se convirtió en el único espacio verde de la zona”.
En un lugar totalmente distinto, en mitad de un bosque, Will Beckers, artista holandés afincado en Bélgica, instaló su Willowman Project, una iniciativa enmarcada en la Expo Holanda, por la cual este creador ideó un ambiente completamente natural, una instalación donde él vivió y trabajó durante seis meses. El land art es una corriente consistente precisamente en esto, en crear arte integrado en el paisaje. “El reto consistía en ver la naturaleza de forma completamente nueva para reencontrarse con la esencia. El público se vio obligado a cambiar de marcha, los efectos de la alta tecnología desaparecían y eran reemplazados por pura sencillez en contacto directo con el entorno natural”, señala. Uno de sus objetivos es “despertar un recuerdo dentro de la conciencia de los visitantes a la obra, confrontarles con la naturaleza y, de esta forma, auspiciar el diálogo entre ambos”. Pretendía generar una reacción en el público, fomentar la sostenibilidad y la educación en sostenibilidad. Y se pregunta: “¿Hay algún artista que no sea también activista?”
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