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El cirujano pederasta francés: “Es posible que haya víctimas que todavía lo ignoran”

El tribunal que juzga a Joël Le Scuoarnec trata de aclarar cómo pudo cometer las agresiones sexuales en distintos hospitales durante 25 años sin levantar las sospechas de otros colegas: “Aproveché mi condición de médico para abusar de los pacientes”

Maxime Tessier, abogada de Joël Le Scouarnec, y el excirujano, durante una jornada del juicio en Vannes (Bretaña).
Maxime Tessier, abogada de Joël Le Scouarnec, y el excirujano, durante una jornada del juicio en Vannes (Bretaña).ZZIIGG (REUTERS)
Daniel Verdú

Los juicios cuyos veredictos parecen más evidentes resultan a veces los más complejos de resolver. El final del proceso del cirujano Joël Le Scouarnec —como lo fue el de Dominique Pelicot, el hombre que durante años drogó a su esposa para que decenas de hombres la violasen en su propia casa— estaba escrito antes de empezar. De hecho, fue él quien lo hizo minuciosamente en unos diarios íntimos donde anotó cada uno de sus crímenes durante 25 años. Ahí figuran una a una las 299 víctimas, la mayoría menores de edad, que se sientan estos días en un gran anfiteatro para seguir el juicio a 300 metros de la corte. Pero en esas líneas, 50 páginas por año, también se encontraba su propia condena. Lo interesante, en los dos procesos más mediáticos que ha visto Francia en los últimos años, es la letra pequeña. Es decir, por qué lo hizo, quién lo sabía, cuánta gente le encubrió y, sobre todo, cómo puede ser que fallasen todos los controles. “He traicionado a todos mis colegas, les mentí para encubrir mis actividades y les pido disculpas a todos por lo que pude haber hecho”, señaló por la mañana el acusado.

La jornada se dedicó también al análisis de los escritos de Le Scuoarnec, de 74 años. El problema es que una parte de esos relatos fueron destruidos, lo que invita a pensar que hay todavía víctimas que ignoran que fueron agredidas por el cirujano. Se trata de los cuadernos que irían de 1993 a 1996. Por primera vez, el cirujano reconoció lo que se temía. “Es posible que haya víctimas que lo ignoren”, señaló. La cuestión es, en realidad, cuándo empezó a abusar de menores. “Desde 1984-1985. Todo empezó en una época en la que mi sobrina se refugiaba en mis brazos. Su contacto me despertó una suerte de placer, admitiendo que la palabra puede ser algo fuerte. Empecé en ese momento a querer meter la mano en su ropa interior. Luego aumenté los tocamientos”, explicó. Todo eso quedaba anotado en sus cuadernos, que siempre releía a finales de año para “corregir las faltas de ortografía” y masturbarse.

El cirujano, desde ese momento, no puso ningún freno a sus crímenes. “No sé el porqué. Sé que estaba en la transgresión constantemente. No me prohibía nada. Fue eso lo que hizo que me interesara por la zoofilia. Primero por las imágenes, luego por actos realizados por mí mismo”, señaló. El cirujano también abusó de sus propios animales. Todo le traía al pairo. En 2004 fue detenido y condenado por posesión de imágenes pedófilas, pero no modificó ni un ápice sus hábitos. “Nada”, respondió a preguntas de la presidenta del tribunal. Su entorno, admitió, “lo sabía”. Tenía que saberlo por fuerza. Pero nunca se sintió vigilado.

El juicio de Joël Le Scouarnec, que el martes encaró su séptima jornada, no solo busca establecer la culpabilidad del acusado, sino que también pone en evidencia las fallas del sistema que permitieron que siguiera ejerciendo su profesión sin ser detectado, a pesar de múltiples señales de alerta. El juicio durará previsiblemente hasta junio y el excirujano de 73 años se enfrenta a 20 años de cárcel por 100 cargos de violación y 150 de asalto sexual, perpetrados contra 158 niños y 141 niñas. Con el avance del proceso se espera que los testimonios de expertos, víctimas y testigos arrojen más luz sobre la magnitud de sus crímenes y las responsabilidades institucionales involucradas.

El martes fue una jornada clave con intensos interrogatorios y testimonios determinantes para comenzar a entender cómo un médico pudo abusar durante 25 años de sus pacientes sin levantar sospechas. Durante las audiencias, el acusado insistió en separar su labor profesional de sus crímenes, como si quisiera preservar su reputación como médico. “En mi comportamiento, realizaba mi actividad profesional lo mejor posible, pero al mismo tiempo cometía agresiones sexuales a pequeños pacientes, efectivamente. Atender a las personas no borra los hechos que pude haber cometido en el mismo período”, señaló. El tribunal, de hecho, escuchó a tres expertos médicos: un cirujano, una radióloga y un pediatra. Su intervención sirvió para aclarar aspectos técnicos sobre el funcionamiento de un bloque quirúrgico y la organización del personal durante las operaciones.

Le Scouarnec fue interrogado sobre su trayectoria profesional y los hospitales donde trabajó, un largo itinerario que también es objeto de sospecha. El martes se le interrogó sobre si sus múltiples cambios tenían como objetivo encubrir sus crímenes o diversificar a sus víctimas. “No, no era así. No tenía esa estrategia”, aseguró. Uno de los puntos más controvertidos fue su salida de Loches en 1994, coincidiendo con la destrucción de uno de sus “diarios negros”, donde registraba sus crímenes. El acusado explicó que se marchó debido a “desacuerdos con otro médico” y porque “sus pacientes disminuyeron”. Sin embargo, la coincidencia entre su partida y la destrucción de sus notas ha generado suspicacias en la corte, que entiende que pudo ser el momento en el que fue descubierto. Le Scouarnec, además, tuvo relación con otro médico condenado por pederastia en la década de 2000. El cirujano le defendió y, de hecho, renunció cuando este se lo pidió, a lo que respondió: “En ese momento, pensé que era injusto. No comprendía la gravedad de mi situación”.

La actitud de Le Scouarnec ha generado indignación entre las víctimas y sus representantes legales. Una abogada de la parte civil criticó su lenguaje, esa manera de explicar los hechos, como si hubiese sido víctima de una posesión: “Usted habla como si todo esto hubiera ocurrido fuera de su control, como si fuera una víctima de sus propios impulsos”. Otra le reprochó su actitud ante el tribunal: “Mis clientes sienten que está jugando con nosotros, que sigue manipulando la situación”.

Scuoarnec, sin embargo, continuó con su intento de discernir entre su trabajo y su carrera criminal. “Siempre he logrado compartimentar mi vida”, afirmó. “Cuando operaba, mi mente estaba completamente enfocada en la cirugía”. Pero también reconoció haber utilizado su estatus para acercarse a sus víctimas. “Me aproveché de la confianza que inspiraba mi rol de médico”, admitió. Sus declaraciones fueron cuestionadas por los abogados de las partes civiles. Uno de ellos le preguntó directamente: “¿Eligió usted esta profesión para poder tocar los cuerpos de los pacientes con otros fines?”. Le Scouarnec respondió con firmeza: “¡No! Nunca fue esa mi intención”.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes
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