Sobrevivir a dos años de guerra en Sudán: tres historias desde el interior de la tragedia
La contienda entre ejército y paramilitares, que estalló en abril del 2023, ha provocado la mayor crisis humanitaria del mundo y ha afectado de maneras diferentes a las distintas zonas del vasto país


En dos años, la guerra civil en Sudán entre el ejército regular, las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido y grupos armados aliados a uno y otro, ha sumido al país en la mayor crisis humanitaria del mundo: unos 30 millones de personas —la mitad, niños— necesitan hoy ayuda humanitaria, 24 millones sufren niveles de hambre aguda, incluida hambruna, y más de 12 millones han huido de casa, según la ONU.
El número de bajas que ha provocado directamente el conflicto, entre muertos y heridos, simplemente se desconoce. Las violaciones de derechos humanos han sido generalizadas y sistemáticas por parte de todos los bandos beligerantes, aunque particularmente brutales por parte de los paramilitares. Y a todo ello se suman unas condiciones incompatibles con la vida en muchos territorios del país, como la malnutrición extrema y el colapso del sistema de salud, que están contribuyendo a disparar la mortalidad por causas que se podrían prevenir.
En las semanas previas a esta fecha, EL PAÍS habló con tres sudaneses que han permanecido en sus hogares durante todo el transcurso de la guerra para conocer cómo han afrontado este período y cómo ha impactado la contienda en tres lugares diferentes del país que se han visto afectados de forma muy distinta: Jartum, la devastada capital de la nación; Zamzam, el mayor campo de desplazados de Sudán; y Puerto Sudán, la capital provisional en el mar Rojo.
Jartum, la capital arrasada
Shaima Hasan, una joven de 22 años de padres sudaneses que nació y creció en la ciudad saudí de Jobar, recuerda vívidamente cómo su primera toma de contacto con Sudán, al poco de regresar junto a su familia en 2018, fueron las grandes protestas contra el régimen del ex presidente Omar Al Bashir, derrocado en abril del año siguiente tras tres décadas en el poder.
Aquellas multitudinarias movilizaciones sociales fueron las que forzaron al ejército sudanés a aceptar iniciar una transición democrática, que fue descarrilada al cabo de dos años en un golpe de Estado ejecutado conjuntamente por los dos mismos bandos que, en abril del 2023, incapaces de salvar sus diferencias y de cimentar su autoridad, llevaron el país a la guerra.
El Estado de Jartum ha sido uno de los más castigados. De allí han escapado casi uno de cada tres de los más de 12 millones de desplazados que ha provocado el conflicto.
Hasan y su familia se instalaron en la ciudad de Omdurmán. La capital de Sudán se sitúa en el lugar donde las aguas del Nilo Azul y del Nilo Blanco convergen en un solo río, así que la zona está formada por tres ciudades gemelas: Jartum capital; Omdurmán, en el oeste; y Bahri, al noreste. Cuando estalló la guerra, los paramilitares rápidamente ocuparon casi toda la zona, pero el ejército recuperó el control de la mayor parte de Omdurmán en enero del año pasado.
La joven sudanesa explica que antes de la guerra “la situación era estable y la seguridad era buena”. Ella estaba estudiando psicología, una carrera que todavía no ha podido terminar y que compagina con su trabajo de diseñadora gráfica, y asegura que “la vida era fácil” y que no “no había miedo”. “Con la guerra”, desliza, “el mundo se puso patas arriba”.
El Estado de Jartum ha sido uno de los más castigados por los encarnizados enfrentamientos entre el ejército y los paramilitares, que han devastado buena parte del corazón de la nación. De allí han escapado casi uno de cada tres de los más de 12 millones de desplazados que ha provocado el conflicto en menos de dos años. Pero Hasan y su familia optaron por quedarse.
La joven recuerda que tras empezar la guerra “los precios empezaron a subir” rápidamente y que “la seguridad, desde el principio, fue inexistente”. “Incluso [cubrir] las necesidades básicas, como la comida y el agua, se volvió difícil”, agrega.
El coste personal también ha sido muy alto. “Antes era independiente, y psicológicamente estaba a gusto; podía hacer cosas por mi cuenta”. Con la guerra, sin embargo, cada uno está “muy preocupado de sí mismo y por la situación económica, porque no hay trabajo, así que cada cual intenta buscar formas de conseguir una fuente de ingresos para comer y beber”. La situación se vio además agravada por los constantes “combates, bombardeos y disparos”.
La situación en la zona de la capital ha dado no obstante un gran vuelco en los últimos meses. En septiembre, el ejército lanzó una ofensiva sorpresa y logró recuperar tres puentes clave y un punto de apoyo en Jartum. Sus avances se aceleraron en enero tras recapturar la principal ciudad al sur de la capital, Uad Madani. Y para finales de marzo las fuerzas regulares habían recuperado todo Jartum, Bahri y casi todo Omdurmán.
Estos avances del ejército en el centro de Sudán están empezando a revertir los movimientos de la gente. En este sentido, el último informe de movilidad de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), de marzo, registró, por primera vez desde el inicio de la guerra, una caída del número de desplazados internos en el país, a raíz del regreso de casi 400.000 personas a sus lugares de origen desde mediados de diciembre, incluida una minoría a Jartum.
“Cuando el ejército empezó a controlar estos lugares la situación [comenzó a] aliviarse”, apunta Hasan. “Los mercados se estabilizaron e incluso los tiroteos disminuyeron”, enfatiza la joven. A pesar de la inmensa devastación sufrida en la capital, “la gente está emocionada”, afirma, “y el movimiento en el transporte, las escuelas y demás está empezando a volver”.
Zamzam, el mayor campo de desplazados
A Saddam Abkar Safi, de 31 años, el estallido del conflicto le sorprendió también en Jartum, donde se había mudado años atrás para estudiar en la Universidad Islámica de Omdurmán y donde luego había decidido quedarse para empezar a trabajar como comerciante y poder pagar así la educación de sus dos hermanos pequeños y ayudar a mantener a su familia.
Abkar Safi nació en Oniqi Tandeb, un pequeño pueblo ubicado en el oeste del Estado de Darfur Norte, pero de pequeño tuvo que abandonar su hogar con su familia a raíz del genocidio que perpetraron en la región milicias aliadas con el régimen de Al Bashir, que años más tarde se institucionalizaron, en parte, en las Fuerzas de Apoyo Rápido. Tras su huida, Abkar Safi y su familia se instalaron en el campo de desplazados de Zamzam, ahora el más grande de Sudán.
“Cuando comenzó la guerra estaba en Jartum, pero regresé a Zamzam, donde la situación era muy difícil” debido al cese de operaciones de muchas organizaciones humanitarias, comenta. En Zamzam, que se sitúa a unos 15 kilómetros de la capital de Darfur Norte, El Fasher, vivían más de 450.000 personas en 2022, pero durante la guerra ha acogido a muchos desplazados.
La situación ha empeorado aún más, sobre todo después de una serie de ataques de los paramilitares a mediados de febrero durante los que quemaron por completo el mercado central de ZamzamSaddam Abkar Safi, desplazado en Zamzam
La situación que se encontraron Abkar Safi y otros jóvenes regresados a Zamzam tras el inicio del conflicto les empujó a fundar un grupo de voluntarios a los tres meses con el fin de ayudar a su gente. “Comenzamos recogiendo donativos en metálico o en especie en los mercados de Zamzam y entre los sudaneses en la diáspora”, explica. “Pero al principio nos enfrentamos a retos muy grandes porque los donativos eran escasos en comparación con la multitud de desplazados y afectados por la guerra” que llegaban a Zamzam desde otras partes de Darfur, agrega.
Estas unidades de respuesta de emergencia formadas en Zamzam y otros puntos del país han dirigido sus esfuerzos a acciones como apoyar centros de salud, suministrar medicamentos y material sanitario, organizar cocinas comunitarias, preparar y repartir cestas de comida, proveer agua y ayudar a huir a civiles. Su labor es especialmente determinante ante el colapso del Estado, los estragos de la guerra y la falta de ayuda exterior.

Abkar Safi asegura que, después de lanzar una campaña en redes sociales, empezaron a recibir más contribuciones. Su objetivo, afirma, es “proporcionar ayuda a los desplazados hasta que mejoren las condiciones de vida en el campo”. Pero la situación en El Fasher y los campos de desplazados de su alrededor se ha ido agravando en el último año por el asedio impuesto por los paramilitares como parte de su ofensiva en Darfur Norte, el único Estado de Darfur que no controlan. En agosto ya se declaró una hambruna en Zamzam, donde se han registrado un gran número de muertes por inanición.
El joven reconoce que recientemente la situación ha empeorado aún más, sobre todo después de una serie de ataques de los paramilitares a mediados de febrero durante los que quemaron por completo el mercado central de Zamzam e impusieron un asedio casi total en el campo. Médicos Sin Fronteras (MSF) también se vio forzado a suspender sus actividades, incluido un hospital de campaña –el principal en el lugar– a raíz de este recrudecimiento de violencia.
“[Desde entonces] nos enfrentamos a grandes desafíos debido a la falta de suministros y de alimentos en el mercado”, lamenta Abkar Safi.
La situación en la zona ha degenerado rápidamente tras la derrota de los paramilitares en el centro de Sudán y su repliegue a Darfur, y el pasado domingo, después de tres días de ataques contra Zamzam, las Fuerzas de Apoyo Rápido se hicieron con el control del campo, del que han huido miles de familias, entre ellas la de Saddam Abkar Safi, hacia las últimas partes de Darfur que aún no han ocupado.
Puerto Sudán, la capital temporal
En el extremo opuesto del país, a orillas del mar Rojo, Tahani Othman, una periodista de 40 años, destaca que su ciudad, Puerto Sudán, construida a principios del siglo pasado por las autoridades coloniales británicas para sustituir al anterior puerto principal del país, Suakin, es en esencia una ciudad de costa “muy relajante y bonita”.
Más allá de su belleza, Puerto Sudán se encuentra en el extremo este del país, lejos de los feudos paramilitares en Darfur, y cuenta con las mayores instalaciones portuarias de Sudán, con un aeropuerto internacional y con una refinería de petróleo, así que fue la ciudad elegida por la junta militar sudanesa para instalarse tras haberse visto empujada fuera de Jartum.
Desde entonces, Puerto Sudán se ha convertido en la capital administrativa provisional del Gobierno castrense y allí se trasladaron varios ministerios, organizaciones humanitarias y las misiones diplomáticas que siguen operando en Sudán. También ha sido la ciudad a la que han llegado, en busca de mayor seguridad y estabilidad, miles de desplazados del centro del país.
Othman señala que Puerto Sudán continúa siendo “una de las ciudades más seguras” de Sudán, aunque admite que la presión de los desplazados se ha notado con fuerza. Antes de la guerra, esta pequeña ciudad acogía 12.000 desplazados, mientras que actualmente la cifra se ha disparado a más de 230.000.
La gente sufre para pagar el alquiler. Los desplazados en Puerto Sudán están siendo explotados por sus circunstancias.Tahani Othman, periodista sudanesa
“Puerto Sudán era diferente antes de la guerra. Ahora hay muchos problemas: problemas de saneamiento, problemas de agua y, en verano, problemas de electricidad”, explica. “Con la llegada del verano, el problema es que hace muchísimo calor y la gente no lo aguanta, sobre todo cuando no hay electricidad, [porque] el aire acondicionado es esencial”, constata.
La periodista sudanesa también destaca que todo se ha encarecido, sobre todo la vivienda. “La gente sufre para pagar el alquiler. Los desplazados en Puerto Sudán están siendo explotados por sus circunstancias”, lamenta.
Con todo, Othman asegura que el ambiente en la ciudad ha cambiado desde que el ejército comenzó a recuperar el centro de Sudán, y en particular desde que retomó Jartum y algunos empezaron a volver. “No te imaginas aquel día: había un gran ruido en la calle, la gente estaba celebrándolo. Había una gran alegría y lo mismo ocurre cada vez que se libera una nueva zona”, retrata. “Por supuesto, los preparativos continúan y la gente regresará”, anticipa.
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