“Todo lo que queremos es agua para beber y un techo sobre nuestras cabezas”: el drama de ser niño en Sudán
Más de cinco millones de menores sudaneses están desplazados en su país y muchos ya se enfrentan a la hambruna. Para evitar la muerte de cientos de miles, las organizaciones humanitarias necesitamos un acceso seguro, sostenido y sin obstáculos
“El barrio temblaba porque el bombardeo era muy intenso. Todo en la casa temblaba: las puertas, las ventanas, todo. Estábamos muy asustados. Mi madre nos escondió debajo de la cama para que no nos hicieran daño”, explica Minyar, de 11 años. Es de Jartum (Sudán) y ahora vive en el Estado de Kassala, 600 kilómetros al noreste.
Mis colegas y yo escuchamos este tipo de historias desgarradoras cuando nos reunimos con niños que se han visto obligados a huir de sus hogares en medio de la cruenta guerra de Sudán. En la actualidad, más de cinco millones de niños y niñas están desplazados en el país. A menudo nos encontramos con ellos en campamentos y asentamientos superpoblados donde el acceso a refugios, asistencia sanitaria y saneamiento es nulo o muy limitado. Las familias luchan por salir adelante y los niños corren un gran riesgo de desnutrición y brotes de enfermedades mortales.
“Todo lo que queremos es agua para beber y un techo sobre nuestras cabezas. Por desgracia, muchos de nosotros no podemos conseguir estas cosas básicas”, afirma Weam, de 15 años, natural de Jartum y ahora en el Estado de Gedarif, al sudeste.
La situación es especialmente grave para los niños y las familias atrapados en zonas afectadas por el conflicto directo, la inseguridad y la falta de protección. La situación en el campo de Zamzam, en el norte de Darfur, ya ha superado el umbral de la hambruna. Además de Zamzam, hay otras 13 zonas en Sudán donde el riesgo de hambruna es alto si el conflicto se agrava aún más. En estas zonas hay casi 143.000 niños menores de cinco años que sufren desnutrición aguda grave. Esta es la forma más mortífera de desnutrición y estos niños requieren tratamiento inmediato.
La situación en el campo de Zamzam, en el norte de Darfur, ya ha superado el umbral de la hambruna
Los niños desnutridos también tienen más probabilidades de enfermar gravemente. Aunque los expertos no dan previsiones de mortalidad, si no se toman medidas, decenas de miles de niños y niñas de Sudán podrían morir en los próximos meses. Los brotes de enfermedades como el cólera, el dengue, el paludismo y el sarampión aumentarán los riesgos. Con fuertes lluvias e inundaciones en muchas partes de Sudán, las enfermedades pueden propagarse rápidamente y empeorar gravemente el panorama para la infancia.
Más del 70% de los hospitales de las zonas afectadas por el conflicto no están operativos y la cobertura nacional de vacunación se ha desplomado del 85% que se registraba antes de la guerra a alrededor del 50%. En las zonas de conflicto activo, las tasas se sitúan, como promedio, en el 30%, una tasa de cobertura críticamente baja. Esto ha llevado a los sistemas esenciales al borde del colapso.
Hace poco regresé de una misión sobre el terreno en el Estado de Jartum. Hablé con enfermeras, médicos y otros trabajadores sanitarios que mostraron un compromiso inquebrantable de servir a sus comunidades en primera línea, a pesar de no haber cobrado durante meses. “Conocí a niños desnutridos en mi comunidad, vi la angustia en los ojos de sus madres y me entusiasmé por ayudarles. Cuando veo que los niños poco a poco van cogiendo fuerzas y empiezan a recuperarse, me siento feliz y comprometida a continuar nuestro trabajo aquí”, afirma Saida. Es una joven especialista en nutrición comunitaria que trabaja en su barrio. “Los días son largos y no tenemos personal suficiente, pero no puedo rendirme, me necesitan aquí”, reitera.
Más de 17 millones de los 19 millones de niños y niñas en edad escolar en Sudán están fuera de la escuela
Más allá de la amenaza del hambre y las enfermedades, millones de niños y niñas no van a la escuela. Más de 110 escuelas y hospitales de Sudán han sido atacados desde el comienzo del conflicto, y cientos de centros educativos se utilizan como refugios para los desplazados internos, lo que limita el acceso a la educación en las zonas donde las escuelas se han abierto parcialmente. Aunque algunas han ido reabriendo gradualmente, la mayoría de los niños en edad escolar no han vuelto a la enseñanza. Más de 17 millones de los 19 millones de niños y niñas en edad escolar están fuera de la escuela.
“Si las escuelas vuelven a abrir, nos volveremos a encontrar, reiremos juntos y olvidaremos esta guerra”, sueña Walaa, de 11 años.
Las escuelas también proporcionan un entorno seguro para el aprendizaje y protegen a los niños vulnerables de abusos y peligros físicos. En la escuela tienen la oportunidad de aprender, jugar y relacionarse con sus amigos, empezar a superar traumas y recuperar cierta sensación de normalidad. La educación también puede prevenir prácticas como el trabajo y el matrimonio infantiles, y proteger a los adolescentes del reclutamiento por parte de grupos armados.
Para apoyar a los niños y niñas se tiene que poder llegar a ellos dondequiera que estén. Algunos de los pequeños que necesitan apoyo continuado viven en zonas aisladas de la ayuda humanitaria. Un acceso seguro, sostenido y sin obstáculos es esencial para que podamos ampliar la entrega de suministros y servicios vitales para ellos.
Desde principios de año, Unicef y sus aliados han proporcionado agua potable a cinco millones de niños y familias, suministros sanitarios esenciales a más de tres millones de personas y exámenes de desnutrición a otros tres millones. Seguimos transportando suministros de nutrición para tratar a 215.000 niños gravemente desnutridos. La guerra continúa, pero nosotros nos quedamos y seguimos apoyando a los niños y niñas de Sudán mientras nos necesiten.
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