2020, el año que más hambre pasó Latinoamérica en la última veintena
El reciente informe de la ONU sobre el panorama regional de seguridad alimentaria y nutricional de 2021 revela que 59,7 millones de personas están malnutridas. Son 13,8 millones más que hace un año
Son las peores cifras de las dos últimas décadas. El hambre en América Latina aumentó un 30% de 2019 a 2020, elevando a 59,7 millones el número de personas afectadas. Son 13,8 millones más de platos vacíos de un año para otro, y aunque la pandemia es la razón principal, no es la única, ya que estos alarmantes datos no han parado de crecer en los últimos seis años. La migración forzada, los desastres naturales y el cambio climático están detrás de este “escenario sombrío” en la que ya es la región del mundo donde más drásticamente han aumentado unas estadísticas que plasman una situación desoladora: 267 millones de víctimas de la inseguridad alimentaria y 106 millones de adultos con obesidad. Las mujeres, de nuevo, son las que más sufrieron este impacto.
“Si las cosas no cambian con rapidez y profundidad, los países de la región incumplirán sus compromisos”, alerta el estudio titulado Panorama regional de seguridad alimentaria y nutricional de 2021, publicado este martes por cinco de las agencias principales de la ONU: la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), la Organización Panamericana de la Salud / Organización Mundial de la Salud (OPS/OMS), el Programa Mundial de Alimentos (WFP, por sus siglas en inglés) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef). En el documento se insta a que se transformen los sistemas agroalimentarios para que sean más “eficientes, resilientes, inclusivos y sostenibles”.
En América Latina y el Caribe, la suerte se divide prácticamente en dos. Cuatro de cada 10 individuos conoce de primera mano la inseguridad alimentaria moderada o grave. Esto se traduce en una horquilla que va desde la incertidumbre de si se podrán cubrir o no todas las comidas del día, hasta la imposibilidad de ingerir alimento alguno en más de una jornada al año. Este último grupo, prácticamente, se duplicó entre 2014 y 2020: de 47,6 a 92,8 millones. Para estos 267 millones de americanos en una u otra condición, se convierte en misión imposible el segundo Objetivo de Desarrollo Sostenible, que pretende erradicar cualquier forma de malnutrición para 2030.
Isabel de la Peña, oficial de Programas del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) en la División de América Latina y el Caribe también es crítica con la meta: “El panorama actual nos sitúa más lejos que antes. Pero no diría que es una misión imposible. Se requiere de mucha voluntad política. Mucha. Y por ahora estamos fallando en ofrecer un menú nutritivo para todos los ciudadanos”.
Latinoamérica ostenta el difícil título de ser la región del planeta con la dieta saludable más costosa. Para la experta, la solución pasa por poner en el centro a la población más vulnerable. “Los pequeños agricultores están a cargo de un tercio de todo lo que consumimos. Son comunidades afrodescendientes, indígenas y rurales. Y son ellos los que no pueden llevar comida a sus casas. Toca que sean transversales en las políticas para tomar acción”. El estudio también revela que las mujeres (41,8%) suelen estar más afectadas por la inseguridad alimentaria que los hombres (32,2%). Carla Mejía, asesora regional de nutrición del Programa Mundial de Alimentos para Latinoamérica y el Caribe, se lo achaca a la pérdida de empleos: “Ha habido un retroceso de más de 30 años, según el BID, en cuanto a participación laboral de las mujeres durante la covid. Y esto ha dejado 13 millones de mujeres sin trabajo en la región. La falta de ingresos concomitantes con una dieta nutritiva fuera del alcance de la población son las razones de lo que vemos ahora”.
Haití es el país de la región donde más cotidiano se hace el no tener qué llevarse a la boca. El 46,8% de los ciudadanos ingiere menos calorías de las que su cuerpo necesita
En 2020, la prevalencia del hambre en América Latina y el Caribe fue de 9,1%, la cifra más alta en los últimos 15 años, aunque es ligeramente inferior a la media mundial (9,9%). Este indicador aumentó dos puntos porcentuales durante la pandemia, siendo la subregión mesoamericana (que engloba desde México hasta los países andinos) la que mayor incremento experimentó (2,5). La población subalimentada en el continente también entiende de fronteras; 16,1% en el Caribe, 10,6% en Mesoamérica y 7,8% en Sudamérica.
Haití es el país de la región donde más cotidiano se hace el no tener qué llevarse a la boca. El 46,8% de los ciudadanos ingiere menos calorías de las que su cuerpo necesita. Le siguen Venezuela (27,4%), Nicaragua (19,3%), Guatemala (16,8%), Honduras (13,5%), Bolivia (12,6%) y Ecuador (12,4%). El resto de los países con información disponible tienen una prevalencia de la subalimentación inferior al 10%. Solo en Brasil, Cuba y Uruguay es menor al 2,5%.
Mercedes López Merino, coordinadora en el país caribeño para Alianza por la Solidaridad, incide en que la crisis económica, social y política “ha desencadenado mayores índices de desigualdad”. Además, los frecuentes desastres naturales “acaban con los medios de vida de la gente más vulnerable”: “Fue muy común ver familias rurales el año pasado que únicamente tenían recursos para comer una vez al día”.
La obesidad, un preocupante indicador de malnutrición
Para las personas que padecen una inseguridad alimentaria moderada, el acceso a un plato de comida no está garantizado. Y cuando lo tienen, no suele ser un menú equilibrado y nutritivo. El filtro es el precio. Por eso la obesidad es otro detector. “Seguimos perdiendo la batalla contra todas las formas de malnutrición”, aseguró en un comunicado la doctora Carissa F. Etienne, directora de la Organización Panamericana de la Salud. “Estamos lejos de poder garantizar una nutrición saludable para toda la población. Pero no podemos dejar a nadie atrás”.
De la Peña añade a la reflexión que la obesidad deja un “enorme” coste humano y económico: “El 75% de las muertes en esta zona del planeta se debe a enfermedades no transmisibles como el cáncer, diabetes, patologías cardiovasculares… Todas ellas relacionadas con la obesidad. El golpe económico es también inabarcable”, lamenta. Según el estudio El coste de la doble carga de la malnutrición en República Dominicana publicado en 2017 por CEPAL, el precio de la inseguridad alimentaria asciende al 2,6% del PIB del país.
Latinoamérica ostenta el difícil título de ser la región del planeta con la dieta saludable más costosa del mundo
El sobrepeso infantil también ha ido en aumento desde las últimas dos décadas. En el ejercicio anterior, 3,9 millones de niños —el 7,5% de los menores de cinco años— lo padecían. Una reciente publicación de Unicef pone el acento en la escalada de esta patología en niños. En los últimos 30 años, se sumaron 400.000 menores de edad a la preocupante lista. Tres de cada diez pequeños y adolescentes viven hoy con sobrepeso. Guayana está al otro lado de la moneda, pues logró disminuir esta tasa un 30% en los últimos ocho años. Bolivia, Panamá, Paraguay, Perú, El Salvador y Uruguay la redujeron más de un 20%.
La desnutrición que no se va de Guatemala
Guatemala sigue siendo el país latinoamericano con peores cifras de desnutrición crónica o retraso del crecimiento (42,8%). Ana Lucía Salazar, nutricionista de Oxfam en el país centroamericano, pone el foco en esos primeros años de vida. “Estos determinan una transición clave del menor a la adultez. Son sumamente importantes para saber si va a presentar problemas de desarrollo o no. Y el verdadero conflicto aquí es que esto ya es algo generacional. La desnutrición se repite en círculo”. Según la guatemalteca, el machismo juega también un papel importante: “Una mujer tiene que tener los hijos que Dios le dé. Y estamos hablando de cinco, seis o siete. Y en condiciones en las que no podrían ni siquiera mantener a uno. Y se va generando una dificultad piramidal, en la que toda la base de una sociedad no tiene qué comer”.
Los expertos coinciden: la protección social cumple un papel central para asentar una base sólida de recuperación, dado el potencial para promover la generación de ingresos, la resiliencia de quienes viven en situaciones de mayor vulnerabilidad y acelerar los progresos en el ámbito de la seguridad alimentaria y la nutrición. Para Daniela Godoy, oficial principal de Políticas de Seguridad Alimentaria y Nutricional para la región, asegurar las transferencias monetarias, la asistencia alimentaria, las ayudas a la agricultura familiar y a la pesca artesanal, así como los menús escolares son medidas imprescindibles. Hasta entonces, aseguran los entrevistados, la erradicación del hambre será una quimera.
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