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TRIBUNA
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Pedro Sánchez se ‘reconcilia’ con Page

El líder socialista ha hecho las paces con la ‘otra’ España que el presidente de Castilla-La Mancha simboliza. Está por ver su efecto en las autonómicas de 2027

Sánchez y Page, en octubre en La Moncloa.
Sánchez y Page, en octubre en La Moncloa.Álvaro García
Estefanía Molina

Pedro Sánchez se ha reconciliado con Emiliano García-Page. Y es que algunos ajustes que el PSOE acometió en su reciente congreso suponen toda una declaración de intenciones. Desde el abandono de las teorías queer hasta el acuerdo interno sobre la financiación de Cataluña, se aprecia un distanciamiento sutil frente a las polémicas derivadas de pactar con Podemos o con el independentismo, motivos que contribuyeron a la caída de varios de sus barones en 2023 y cuyo ajuste parece clave para ayudarles a reflotar en 2027.

Solo hay que remontarse a los comicios municipales y autonómicos de 2023 para entender hasta qué punto las alianzas del presidente resultaron lesivas para el PSOE de la España mesetaria y sur. La coletilla del “que te vote Txapote” irrumpió en plena campaña, después de que Bildu colocara en sus listas a algunos condenados por delitos de sangre, que ante la polémica renunciaron a concurrir a las elecciones. Y, pese a que la derecha se agarró a ella, esa frase solo fue el símbolo de un caldo de cultivo más profundo. Algunas encuestas detectaron posteriormente que las alianzas con el independentismo y el paso por el Ejecutivo del partido de Pablo Iglesias eran rechazados por muchos votantes socialistas. Tanto fue así que el PSOE perdió miles de votos aquel 28-M, aunque más se desplomó la izquierda alternativa, lo que supuso la caída de varios gobiernos progresistas. En definitiva, en 2023 se hizo evidente que hay una España, especialmente en Cataluña y Euskadi, que apoya a Sánchez, donde el nacionalismo y las ideas de Podemos y Sumar no presentan ninguna resistencia, sino al contrario, lo que le permite seguir en el poder. Y, en cambio, hay otra España más conservadora o centralista —vamos a llamarla así— donde las alianzas del Gobierno resultan letales, y hoy arrasa la derecha.

Así que Sánchez se reconcilia ahora de forma metafórica con lo que Page simboliza. El presidente de Castilla-La Mancha supone el máximo exponente de un PSOE crítico con que haya territorios “privilegiados” o con la amnistía, e incluso de un PSOE más reactivo a la influencia que los postulados de Podemos ha ido teniendo en la izquierda desde 2016, pese a haber pactado con ellos. Es parte de un paradigma de esa otra España. Y aunque está claro que seguirá habiendo pactos con Carles Puigdemont o Ione Belarra, el posicionamiento del partido coincide con un giro sutil en la legislatura respecto a la imagen pública que generan los socios alrededor del presidente del Gobierno.

Primero, desde el inicio era evidente que la financiación para Cataluña no iba a ser un concierto como el vasco. Exagerar su dimensión solo fue la forma que ERC tuvo de asegurarse que sus bases no tumbaran la investidura de Salvador Illa por pánico a hundirse en unas nuevas elecciones. Es más, el propio PSC ha desinflado la esperanza del pacto fiscal en las ruedas de prensa del Govern. Por eso, parece toda una metáfora que Marta Rovira, una de las muñidoras del acuerdo, vaya a quedarse a vivir en Suiza, pese a haber sido amnistiada. Ahora bien, que la financiación para Cataluña se diluya —será singular, pero aprobada en el Consejo de Política Fiscal y Financiera, donde están las autonomías del PP— es la mayor carta de presentación para los barones del PSOE en sus futuros comicios. Y aunque Oriol Junqueras logre volver a dirigir ERC, podría lavarse las manos de lo que decidió la anterior ejecutiva.

Segundo, la amnistía ya no supone el mismo escándalo en términos de imagen que hace un año. A la lentitud en su aplicación —ni a Puigdemont ha llegado todavía— se le suma que el Partido Popular ha dejado de hacer casus belli de ello: de un lado, porque hace un año no era tan evidente como ahora que el procés está hundido, y la prueba es que Salvador Illa gobierna en la Generalitat; del otro, tampoco le conviene a Alberto Núñez Feijóo seguir protestando, ya que quizás alberga la esperanza de pactar con Junts alguna vez.

Tercero, la izquierda contigua al PSOE no tiene ya el mismo predicamento en el debate público que hace años. A diferencia de Podemos, la presencia de Sumar en el Consejo de Ministros no genera una hipermovilización en la derecha, porque hace menos ruido. Que Sánchez haya dado el poder a las feministas clásicas deja margen para que sea la izquierda alternativa la que defienda las teorías queer desde fuera del Gobierno, como intento de reconstrucción de un espacio que arrastra una severa crisis.

Pese a todo, el fuerte presidencialismo de Sánchez amaga con seguir lastrando a sus barones en 2027, como sucedió en 2023. El desembarco de Óscar López en Madrid es un caramelo para Isabel Díaz Ayuso, al ser un ministro contra el que dirigir las críticas por los casos judiciales abiertos. Así es la política: si hace poco España estaba sumida en el escándalo por la amnistía, o hace cuatro meses por la financiación para Cataluña, hoy son otros los frentes. Y, por eso, la reconciliación con Page supondrá un balón de oxígeno para la España más conservadora, pero el antisanchismo tan intestino sigue siendo igual de imprevisible como potente movilizador de voto a la derecha.

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Sobre la firma

Estefanía Molina
Politóloga y periodista por la Universidad Pompeu Fabra. Es autora del libro 'El berrinche político: los años que sacudieron la democracia española 2015-2020' (Destino). Es analista en EL PAÍS y en el programa 'Hoy por Hoy' de la Cadena SER. Presenta el podcast 'Selfi a los 30' (SER Podcast).
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