Me felicito por la ley de amnistía
¿Acaso hay mayor ejemplo de democracia y respeto institucional que pedir perdón a quienes han desviado fondos públicos para atentar contra el orden constitucional?
Lo primero que debemos hacer es imitar al ministro de Presidencia, Félix Bolaños, y felicitarnos por la ley de amnistía. La actualidad —el caso Koldo, que afecta a varios ministerios y administraciones autonómicas; los problemas fiscales del novio de la presidenta de la Comunidad de Madrid; la denuncia del PP al presidente del Gobierno ante la Oficina de Conflictos de Intereses; el aniversario del 11-M; el adelanto electoral en Cataluña— no debe empañar esta ocasión histórica: el regreso a la política normal.
Gracias a esta ley, los partidos independentistas podrán por fin presentarse a las elecciones municipales, autonómicas y generales. Podrán llegar a gobernar una ciudad o hasta una comunidad autónoma, tener grupo parlamentario propio si les dan los votos y si no también, si por ejemplo se los prestan el PSOE y Sumar, para que puedan aumentar sus fondos. Podrán contribuir a medidas que se adopten en España, influir en la legislación y el presupuesto. Podrán alcanzar acuerdos con otras fuerzas políticas para evitar que en la escuela pública de una comunidad autónoma española los niños estudien en español el tiempo en que, según la justicia, tienen derecho a hacerlo. La prueba más clara de la bondad de la amnistía es que le parece bien a José Luis Rodríguez Zapatero, que de Pekín a Caracas es un referente para la democracia. El Estado asume que fue todo culpa suya: para eso gobernaba la derecha. La llamada normalización podría haber consistido en que alguien delinque, se pagan las consecuencias y la vida sigue. Pero ¿acaso hay mayor ejemplo de democracia y respeto institucional que pedir perdón a quienes han desviado fondos públicos para atentar contra el orden constitucional, sin molestarnos en recuperar un euro de los impuestos de los ciudadanos que se han malversado para violar los derechos de esos ciudadanos? La concordia está en el aire, como el olor a marihuana en las calles de Nueva York. Por ejemplo, en las burlas de Jordi Turull a Salvador Illa, en las amenazas de Míriam Nogueras a los jueces o en el vídeo de ERC que muestra ejemplos de machismo en castellano y reacciones indignadas en catalán.
La reconciliación se observa también en el Congreso, donde el clima no puede ser más constructivo. Lo que le ha faltado al Gobierno, como se ha señalado, es pedagogía. Resulta curioso porque la lección era muy sencilla: unos políticos eliminan los delitos de otros políticos para continuar en el poder y envuelven toda la operación en mentiras. La asignatura donde mejor habría encajado la lección es educación para la ciudadanía. @gascondaniel
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