Alguien hablará de vosotras
Pese a los innegables avances de las últimas décadas, la lucha de las mujeres por la igualdad, la dignidad y la seguridad sigue siendo muy dispar, con frenos y marcha atrás
No alcanzo a imaginar, por mucho que lo intente, cómo sería la vida encerrada en un burka. Primero fue la amputación de un derecho tan fundamental como el de la educación para las niñas. Ahora, los talibanes están de nuevo dispuestos a recluir a la mujer al ámbito puramente doméstico. La esclavitud por decreto oficial vuelve sin pudor a Afganistán en pleno siglo XXI. Nadie podía ignorar lo que ocurriría en el país tras la ignominiosa salida de Estados Unidos el pasado verano y la previa de sus aliados (incluidos nosotros).
Es difícil también ponerse en el lugar de las mujeres ucranias que han optado por raparse el pelo para resultar menos atractivas a los agresores rusos. Más de 400 casos de violaciones han llegado al ombudsman de Ucrania desde que comenzó la invasión; por la propia naturaleza de estos crímenes, serán muchos los que quedarán sin reportar.
Pocos meses antes, expertos en derechos humanos de Naciones Unidas habían alertado del uso de la violencia contra las mujeres en el conflicto de Tigray, Etiopía, como parte de una estrategia deliberada. Aterrorizar a las víctimas, humillar al enemigo, minar la moral, forzar la procreación… son algunos de los objetivos de la violencia sexual utilizada como arma de guerra; consecuencias colaterales de los conflictos descritas magistralmente por Christina Lamb en Nuestros cuerpos, sus batallas.
Mientras, en Estados Unidos, un Tribunal Supremo de mayoría conservadora pretende, según una filtración, derogar la sentencia que garantiza el derecho al aborto a nivel federal, para hacerlo depender de cada Estado. La decisión perjudicaría, sobre todo, a mujeres jóvenes, con pocos recursos, mayoritariamente negras. Sería un cambio significativo para el país que abanderó la lucha por los derechos civiles.
Violencias, decisiones sobre la propia vida o el propio cuerpo, diferencias de oportunidades. Pese a los innegables avances de las últimas décadas, la lucha de las mujeres por la igualdad, la dignidad y la seguridad sigue siendo muy dispar, con frenos y marcha atrás.
Abruma la impotencia, individual e internacional, para combatir los retrocesos recientes. Por muy buena voluntad que muestren, las declaraciones del G-7 o de la Unión Europea, advirtiendo de que juzgarán al Gobierno talibán “por sus acciones, no por sus palabras”, no son más que papel mojado, vista la incapacidad para hacer nada más. La historia de los conflictos demuestra que será tarea ímproba, si no imposible, llevar a los violadores delante de un tribunal. Es improbable que los miles de personas que han salido a la calle para defender el derecho al aborto en Estados Unidos, como antes ocurriera en Polonia, logren revertir la decisión de acabar con él.
En nuestras cómodas sociedades debemos seguir denunciando y dando visibilidad y voz a todas esas mujeres siempre que podamos. Apoyar organizaciones que trabajan por ellas. Que su causa sea la nuestra. También por puro egoísmo: si algo hemos aprendido es que ningún derecho puede darse nunca por sentado.
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