Merkel: “La migración podría decidir el destino de la Unión Europea”
La canciller alemana aterriza en la cumbre europea más necesitada y debilitada que nunca
Angela Merkel se juega su futuro en Bruselas. Tras 13 años en el poder, la canciller alemana aterriza hoy en la cumbre europea más necesitada y debilitada que nunca. Llega sin el respaldo de parte de su propio Gobierno y en busca de acuerdos migratorios para salvar su mandato. Los conservadores bávaros, partido tradicionalmente aliado y ahora enemigo le ha impuesto un ultimátum: si Merkel vuelve a Berlín con las manos vacías, el ministro de Interior amenaza con ordenar el domingo el cierre de las fronteras al margen de la Unión. Si aprietan el botón de las fronteras, el Gobierno de Berlín podría tener los días contados.
En su comparecencia esta mañana antes del Bundestag, antes de viajar hacia Bruselas, Merkel ha resaltado la trascendencia del momento histórico que atraviesa Europa. “La migración podría decidir el destino de la Unión Europea”, ha dicho. La canciller defendió el multilateralismo frente al repliegue nacionalista que campa con creciente asertividad por la Unión. “O lo sabemos resolver de manera que en África y en otros lugares, la gente vea que nos guiamos por nuestros valores y creemos en el multilateralismo frente al unilateralismo, o nadie va a creer en el sistema de valores que nos ha hecho fuertes”, ha añadido en el Parlamento alemán.
Merkel no espera obtener en Bruselas un acuerdo global sobre asilo capaz de reducir drásticamente la entrada de demandantes a Alemania procedentes de otros países de la UE, como exigen los bávaros. Pero la canciller sí aspira a lograr avances en la llamada “migración secundaria” a través de acuerdos bilaterales con países europeos, para devolver a demandantes de asilo, según confirmaron ayer fuentes oficiales alemanas. Merkel busca a contrarreloj una solución revestida con una pátina legal y europea, que evite un efecto dominó en la UE equivalente al fin de la libre circulación en el espacio Schengen.
En el Parlamento, Merkel defendió su decisión de permitir a partir de 2015 la llegada de cerca de millón y medio de refugiados, pero también dijo que aquel fue un periodo excepcional y que las cifras de llegadas han caído. La canciller ha defendido también la firma de acuerdos con países africanos similares al que la UE firmó con Turquía para frenar las llegadas.
Merkel habló ante un hemiciclo dividido y en alerta ante una posible fractura del Ejecutivo en los próximos días debido a la cuestión migratoria. La noche del martes, la CDU y la CSU, los partidos enfrentados mantuvieron largas y tensas negociaciones en Berlín, en busca de un entendimiento que no acaba de llegar y que mantiene en vilo a los países de la Unión Europea. No lograron sin embargo avances significativos. “No podemos negar que la reunión de la coalición [de Gobierno] fue tensa”, dijo el miércoles Horst Seehofer, el ministro de Interior, Construcción y Patria y cabeza visible de la revuelta bávara. “Esto es muy serio. Hemos visto en las conversaciones que no se trata de algo menor, que [el desacuerdo] gira en torno a temas centrales”, dijo por la mañana Volker Kauder, jefe del grupo parlamentario de la CDU.
A la reunión acudieron también los socialdemócratas, miembros de la coalición de Gobierno, que asisten como convidados de piedra a una guerra abierta entre los partidos conservadores del Ejecutivo. Andrea Nahles, la líder de la socialdemocracia alemana (SPD), no descartó incluso la celebración de nuevas elecciones, después de que se filtrara que su partido ya había mantenido varios encuentros preparatorios. “Todavía no sabemos, hay que esperar y ver”, dijo Nahles.
Lo que está en juego estos días en Berlín es la supervivencia del Gobierno alemán, pero no solo. Porque defender, como hacen los bávaros, el control de la migración a través de la imposición de trabas fronterizas al margen de los consensos de la Unión es una música muy parecida a la que suena en Viena, en Roma o en los países del este de Europa. Y es también parte del murmullo populista que exalta la soberanía nacional en materia de inmigración, que recorre muchas otras capitales europeas, y que ha abocado a la Unión a una crisis existencial a la que los socios de la UE deberán dar respuesta hoy y mañana en el Consejo Europeo.
A pesar de que las cifras de demandantes de asilo han caído en picado en el último año en Alemania, la llegada de extranjeros ha supuesto un balón de oxígeno para la extrema derecha, Alternativa por Alemania (AfD), que ha sabido explotar los temores y disfunciones propias del proceso de acogida.
El calendario electoral regional ofrece la explicación más potente a la aguda crisis de Gobierno que atraviesa Alemania. El próximo 14 de octubre están convocadas las elecciones en Baviera, el feudo histórico de la CSU. Las encuestas indican que la Unión Social Cristiana podría perder su tradicional mayoría absoluta debido al empuje de la extrema derecha y su discurso antiinmigración. Las predicciones han desatado en el nerviosismo en las filas de la CSU, que ha endurecido en los últimos meses su retórica migratoria, hasta el punto de lanzar un ultimátum sobre un tema —la expulsión en las fronteras de quienes hayan pedido asilo en otro país— que no existió ni en la campaña electoral del pasado otoño, ni en las negociaciones para formar Gobierno en Berlín. “Ha tomado a todo un país y a todo un continente como rehén para su campaña electoral”, ha interpretado en Stern el líder liberal, Christian Lindner, en alusión al primer ministro bávaro, Markus Söder.
Las últimas encuestas indican sin embargo también que emular la retórica de Afd no ha reportados grandes apoyos a la CSU, sino más bien al contrario. Que cuando los electores pueden elegir entre la copia y el original, tienden a decantarse por la opción más auténtica. El sondeo de Forsa vaticina que la CSU perdería la mayoría absoluta en Baviera y lograría un 40% y también indica que los bávaros valoran mejor la gestión de Merkel (43%) que la del hombre fuerte de la CSU y primer ministro bávaro, Markus Söder (38%). El tono algo más conciliador de la CSU en los últimos dos días podría ser una reacción a las encuestas, según interpreta la prensa alemana.
Una ruptura con el partido de Merkel supondría además el fin del pacto de no agresión que rige los casi 70 años de vida de la alianza entre los partidos conservadores. Eso supondría que la CDU podría decidir presentarse a las elecciones en Baviera, lo que mermaría aún más la posibilidad de que la CSU conserve su mayoría absoluta. Por eso, si la CSU y la CDU hacen caso a los números y a los cálculos racionales, deberían ser capaces de alcanzar un entendimiento de aquí al domingo. Pero si la escalada emocional terminara por imponerse, se abriría por el contrario un escenario muy incierto para Alemania, pero también para el resto de Europa.
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