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La última lección de las supermodelos

Las mujeres que cambiaron la percepción de la moda como fenómeno popular a principios de los noventa vuelven para contar sus verdades. Pero, sobre todo, para reclamar un legado sociocultural que va más allá de portadas y pasarelas

Moda Modelos Mujeres
De izquierda a derecha, Naomi Campbell, Cindy Crawford, Christy Turlington y Linda Evangelista, durante la Vogue World Party, el 14 de septiembre de 2023, en Londres.Jeff Spicer (Getty Images for Vogue)

Hay un momento en Sr. y Sra. Smith (2005) en el que el personaje de Brad Pitt ―el tal señor Smith, un asesino a sueldo― se jacta de no levantarse de la cama por menos de medio millón de dólares. En boca de un hombre, semejante argumento laboral nunca ha tenido pérdida: demuestra poder y constata éxito profesional. En la de una mujer, tampoco, aunque la lectura siempre haya sido otra: denota soberbia y certifica la proverbial arrogancia de a quien se le ha subido el triunfo a la cabeza. Que se lo digan a Linda Evangelista, autora de la declaración de principios original que parafrasea la película: “No nos levantamos [de la cama] por menos de 10.000 dólares diarios”. El eco de la frase, seguramente la de mayor calado en la cultura popular que haya dado la moda en los últimos 30 años, todavía la persigue. Sí, sirvió para definir una era, la de las supermodelos. Pero también para sentenciarla.

“Tengo la sensación de que aquellas palabras van a acabar grabadas en mi lápida”, concedía Evangelista al cumplir los 50, en 2015. La canadiense las ha lamentado públicamente en más de una ocasión. La más reciente, en The Super Models, la docuserie de Apple TV+ que explora el mito fundacional de las maniquíes que revolucionaron los negocios de la belleza y el vestir a principios de los noventa. “Nunca debí decirlas”, admite en un momento dado. “Pero ya no soy la misma persona de entonces. No quiero que se me conozca por eso”, apostilla, para rematar metiendo el dedo en la llaga: “Si no hubiera sido mujer, jamás se me habría juzgado con tanta dureza. Mostrarse orgulloso de tus exigencias solo resulta aceptable si eres hombre”. No mentía.

Recogida en una entrevista en Vogue, en 1990, la declaración refería las hazañas profesionales tanto suyas como de su colega Christy Turlington: nunca empleó la primera persona del singular, como ha pasado distorsionada a la posteridad. De hecho, unos meses después se supo que la estadounidense se había embolsado 800.000 dólares por apenas dos semanas de trabajo como imagen de la firma cosmética Maybelline. Un año más tarde, Evangelista batía su propio récord al ganar 20.000 dólares por un solo desfile, el de alta costura primavera/verano 1991 de Lanvin. Aunque importante, en realidad el dinero era lo de menos: lo de más siempre fueron la influencia y el poder real de aquellas mujeres capaces de encumbrar una marca, levantar una pasarela, vender revistas a mansalva y hasta impulsar carreras ajenas (lo que les deben no pocos diseñadores, fotógrafos, estilistas o maquilladores) con su mera imagen/presencia. Por eso lo de súper.

Desde la portada del número de enero de 1990 de la edición británica de Vogue, retrato generacional en blanco y negro de Peter Lindbergh, las modelos Linda Evangelista, Christy Turlington, Cindy Crawford, Naomi Campell y Tatjana Patitz dieron carta de naturaleza a un fenómeno sociocultural de dimensiones tan colosales que describe y contextualiza por sí mismo toda una década de nuestra historia reciente, entre la caída del telón de acero y la sociedad del miedo post 11-S. De alcance incluso político ―lo que su ejemplo supuso para la comunidad/cultura queer, en especial la racializada, merece estudio aparte―, que siga siendo objeto de revisión y tema de interés general 33 años más tarde vuelve a demostrar su relevancia. La docuserie, como la muy polémicamente retocada portada de septiembre del Vogue estadounidense, acaba de reunir a las cuatro supervivientes del quintento seminal (un cáncer de mama se llevó prematuramente a Patitz en enero de este año, tenía 56) con el objetivo de humanizarlas, despojándolas del aura de divinidad para presentarlas como mujeres normales, empresarias y madres de familia ya en la mediada edad, con sus carencias, miedos e inseguridades.

La portada del número de septiembre de 2023 de las ediciones anglosajonas de 'Vogue'.
La portada del número de septiembre de 2023 de las ediciones anglosajonas de 'Vogue'.

Abusos físicos, depredación sexual, adicciones, racismo, enfermedades, bajadas psicológicas a los infiernos, todo está de nuevo bajo el foco mediático. El mismo tipo de chismes que cebaron en su día las páginas de los tabloides y las encumbraron como celebridades más allá de las pasarelas y las muy sonadas campañas de publicidad, cuando la moda se convirtió en el nuevo rock’n’roll. Tampoco era la primera vez que pasaba, que la cuestión ya había causado sensación informativa en los sesenta del Swinging London. Claro que modelos como Twiggy, Jean Shrimpton, Linda Morand o Penelope Tree nunca tuvieron la sartén de sus carreras por el mango, que es de lo que se trata.

Lo que no suele contarse es que el fenómeno de las supermodelos estuvo a punto de no ser. Hubo una primera sesión grupal, con Estelle Lefébure, Karen Alexander, Rachel Williams, Linda Evangelista, Tatjana Patitz y Christy Turlington, retratadas igualmente por el fotógrafo alemán, que casi se queda en un cajón. Era 1988 y a la entonces directora de Vogue USA, Grace Mirabella, no le gustaron las imágenes de aquellas jóvenes con camisas blancas, todo risas en la playa de Santa Mónica. Los designios empresariales quisieron que, en noviembre del mismo año, Mirabella saliera de Condé Nast para ser sustituida por Anna Wintour, que venía de poner patas arriba la edición británica de la llamada biblia de la moda. Cuando la dama de hierro del negocio editorial las encontró y decidió publicarlas, ya se le habían adelantado en su anterior casa. La portada de Lindbergh que celebraba la irrupción de los años noventa también ayudó a que Rolling Stone rescatara otro posado conjunto anterior obra de Herb Ritts, con Stephanie Seymour en lugar de Linda Evangelista, un desnudo grupal que tenía que haber sido la cubierta de mayo de 1989 de la cabecera musical.

“Fue un tiempo tan extraordinario como intenso, cuando las sesiones de fotos duraban días y la moda ocupaba las primeras planas de los medios”, exponía Claudia Schiffer al presentar Fashion Photography from the 1990s, la exposición que comisarió en 2020. Como la californiana Stephanie Seymour, la danesa Helena Christensen, la francesa Carla Bruni o la australiana Elle Macpherson, la musa de Karl Lagerfeld se ganó igualmente el apelativo de supermodelo. De hecho, la alemana, aclamada en su día como la nueva Brigitte Bardot, las sobrepasó a todas en número de portadas (se le cuentan más de un millar) y llegó a ser la mejor pagada entre sus coetáneas (merced al contrato con Revlon por 10 años, a seis millones del ala cada uno, firmado en 1992). Pero no haber figurado en la canónica portada de Lindbergh, génesis del fenómeno popular junto al emblemático videoclip Freedom! ‘90 de George Michael en el que solo daban el cante Linda, Cindy, Naomi, Christy y Tatjana ―desde aquella no necesitaron nunca más de apellidos―, suele descolgarla de revisiones/reuniones posteriores. Cierto que, en 2017, desfiló mano a mano con Campbell, Crawford, Christensen y Bruni, convocada por Donatella Versace para homenajear a su hermano Gianni, en el 20º aniversario de su asesinato. Su pequeña revancha fue salir a la pasarela al son de la tonada con la que George Michael proclamó su libertad creativa. Hace una semana se defendía en solitario en Milán, de nuevo reclamada por la casa de la Medusa.

Si marcas y diseñadores llegaron a temer su influencia, sentirse eclipsados por sus poderosas presencias y hartarse de sus caprichos y delirios de grandeza, tanto como para acabar con el reinado de las supermodelos, resulta mera especulación. Lo único cierto es que, en moda, los ciclos son cortos y al que muere de éxito o por hartazgo le sigue otro diametralmente opuesto, que fue lo que sucedió a partir de la segunda mitad de los noventa tras la ascensión de Kate Moss. “Las supermodelos nos condujeron a la celebridad. Las generaciones que llegaron después de Claudia, Linda y Naomi nunca aspiraron a ser otra cosa que simples modelos, no deseaban la atención. Mientras, actrices y cantantes comenzaron a comprometerse con la moda, al darse cuenta de su poder para construir sus personalidades y expresarse tal como son en la alfombra roja. Así fue como las supermodelos acabaron siendo remplazadas por las famosas”, argumentaba Anna Wintour en The Guardian, en 2019, refiriendo su disruptiva decisión de poner a la actriz Renée Zellweger en la portada de septiembre de 1998 de Vogue. Era la primera vez que una modelo profesional no aparecía en el que aún pasa por ser el número más importante del año editorial en el sector.

De izquierda a derecha, Cara Delevingne, Lily Collins, Linda Evangelista, Naomi Watts, Gwendoline Christie, Christina Ricci, Amber Valletta, Demi Moore, Naomi Campbell, Kate Moss y Nikolai von Bismarck asisten al desfile de moda Fendi Primavera Verano 2024, el 20 de septiembre de 2023 en Milán, Italia.
De izquierda a derecha, Cara Delevingne, Lily Collins, Linda Evangelista, Naomi Watts, Gwendoline Christie, Christina Ricci, Amber Valletta, Demi Moore, Naomi Campbell, Kate Moss y Nikolai von Bismarck asisten al desfile de moda Fendi Primavera Verano 2024, el 20 de septiembre de 2023 en Milán, Italia.Jacopo M. Raule (Getty Images for Fendi)

La realidad es que nunca se fueron, o no del todo. También porque la etiqueta coleó hasta entrados los 2000, aplicada a los rostros y anatomías de Eva Herzigova (reina del Wonderbra), Nadja Auermann (las piernas más largas del negocio), Kristen McMenamy (la actitud), Amber Valletta (la única que ha hecho carrera de verdad también como actriz), Stella Tennant (la aristocrática, fallecida prematuramente en 2020), Tyra Banks (el ángel díscolo de la lencería) o Karolína Kurkova (la revelación de la cantera del Este europeo). La mayoría ha seguido dejándose ver intermitentemente, pasarela arriba, campaña de publicidad abajo. Algunas es como si nunca se hubieran ido, aún asiduas a las semanas de la moda. Bien desfilando, bien en primera fila, acaban de volver a tomar por asalto Milán (Maggie Rizer en Etro, la ubicua Campbell en Dolce & Gabbana) y París (Valletta y Shalom Harlow en Schiaparelli, por ejemplo). Es, claro, otro síntoma de la llamada economía de la nostalgia, bien engrasada por la actual revisión Y2K (el estilo de los primeros 2000), pero también la prueba de que la edad ya no es un problema en el negocio, al menos no si eres modelo. A los 43, Gisele Bündchen, punta de lanza del relevo brasileño a finales de los noventa, se marcaba un comeback sensacional vía Louis Vuitton y Victoria’s Secret hace apenas unos meses. A Daria Werbowy, que en un mes cumple 40, se la espera con expectación como imagen de Phoebe Philo y Gucci.

Vogue
Naomi Campbell, Linda Evangelista, Tatjana Patitz, Christy Turlington y Cindy Crawford, en la portada de 'Vogue' de enero de 1990.

Sí, claro que hubo españolas en aquel contingente: Judit Mascó, Laura Ponte, Esther Cañadas, Eugenia Silvia, solo que aquí se las llamaba top models y, aunque con importantes carreras internacionales, su repercusión popular siempre ha sido más de andar por casa. En la última portada global de Vanity Fair que celebra la “mitología de la belleza”, entre la década de los sesenta y los noventa, no salen. Y eso que aparecen incluso predecesoras históricas como Twiggy, Penelope Tree, Elisabetta Dessy, Pat Cleveland, Lauren Hutton e Imán, apelotonadas junto a las sospechas habituales y alguna más (Carolyn Murphy, Paulina Porizkova, Milla Jovovich, Kirsten Owen) en un fotomontaje de Luigi & Iango que ha dado que hablar en las redes. La que tampoco está es Linda. Claro que ella ya tiene lo suyo.

Visiblemente recuperada del procedimiento estético que desfiguró su cuerpo y rostro hace unos años (amén de los dos cánceres de mama a los que tuvo que enfrentarse durante el último lustro), Evangelista disfruta ahora mismo de un muy celebrado regreso, imagen de la colección Zara x Steven Meisel ―que hace una semana la llevaba hasta Arteixo, donde compartió vivencias y lecciones con los empleados de Inditex― y protagonista de la monografía Linda Evangelista Photographed by Steven Meisel, recién editada por Phaidon, que la une también a su fotógrafo de cabecera en un recorrido por sus largos años de colaboración. Las instantáneas de su gira promocional bullen en redes sociales, igual que esas en las que se la aprecia emocionada caminando junto a Naomi, Cindy y Christy en la Vogue World Party, celebrada durante la pasada semana de la moda londinense. Era lo que les faltaba: supermodelos viralizadas.

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