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Judit Mascó: “Ser modelo me ha realizado, pero no me ha hecho feliz”

A sus 53 años, la también presentadora continúa trabajando en el sector de la moda, pero vive ahora centrada en ayudar a mujeres vulnerables

La modelo Judit Mascó con un fotomontaje de una foto de ella misma en el año 1999 cuando presentó Cartelera.
La modelo Judit Mascó con un fotomontaje de una foto de ella misma en el año 1999 cuando presentó Cartelera.Albert Garcia

“Ser modelo me ha realizado, pero no me ha hecho feliz”. Judit Mascó (Barcelona, 53 años) no renuncia ni a su trabajo ni al éxito cosechado siendo top model, especialmente a finales del siglo pasado, porque asegura que esa experiencia la ha moldeado tal y como es ahora. Pero realmente lo que la hace feliz es su dedicación en los últimos años a tareas solidarias, que incluye la presidencia de la Fundación Ared, de ayuda a las mujeres en situación de vulnerabilidad, desde hace cinco años. “Si no hubiera nacido con mi físico me dedicaría a las personas. No hay mejor motor de vida que hacer feliz a otra persona”, destaca.

La carrera de Judit Mascó ha estado marcada por el éxito y el reconocimiento. Hizo su primer anuncio —de helados— a los 13 años, gracias a un vecino que tenía un estudio de publicidad. Y subió a una pasarela profesional a los 17, aunque se había estrenado en los desfiles años antes, al participar en uno benéfico para recaudar dinero para una residencia. Entonces vio que la experiencia le despertaba un gusanillo que todavía le acompaña. “La pasarela es la única parte que hacemos en directo, es como el teatro. El corazón te va a mil porque te puede ir bien o mal, la gente te aplaude o no, y tienes la responsabilidad de mostrar el trabajo de un diseñador. Pasas nervios, pero también es un subidón de adrenalina. Es un reto que te hace crecer”, sintetiza.

Asegura que su carrera en las pasarelas y portadas mundiales más importantes no resultó fácil, especialmente al principio. “Es una profesión que te coge muy joven. Es un mundo muy competitivo y no estás preparada, y puedes caer en trampas si no estás bien acompañada”. Pero ella supo hacer de la necesidad virtud: “Tuve que crecer y madurar desde bien pequeña. Esta profesión, que en un primer momento dirías que es frívola, a mí me ha hecho quien soy”.

Aunque se retiró de la primera línea, no ha dejado de participar en desfiles de forma esporádica y continúa haciendo campañas publicitarias para diferentes marcas. Pero la distancia y el paso del tiempo le permiten analizar la evolución positiva que está viviendo el sector de la moda, aunque todavía insuficiente para esta mujer inconformista. “El mundo de la moda es cíclico: en los 90 se valoraba la imagen de la mujer femenina con curvas, pero después se impuso la imagen más andrógina. Ahora estamos en un momento en que se empiezan a ver ciertos cambios y puedes ver modelos embarazadas y de diferente prototipo. No me gusta utilizar conceptos como curvy, porque ya es poner etiquetas y eso es hipócrita, si hay diversidad hay diversidad. Sí que estamos en un momento de cambio, pero a mí me gustaría que la moda fuera realmente inclusiva”, defiende.

Pero Mascó, madre de cuatro hijas, no para quieta: colabora en diferentes medios de comunicación y presenta eventos, todo combinado con aficiones como el deporte, con un papel destacado del yoga y el pilates. Y la lectura, un hábito que adquirió de bien pequeña —sus padres eran maestros y se leía mucho en casa—, pero que desplegó como modelo. “Era un trabajo de mucha soledad y largos viajes. Yo me encerraba en mi mundo y leía”. Y añade que ahora tiene entre manos la relectura de El callejón de los milagros, del Nobel egipcio Naguib Mahfuz.

Con todo, si en algo está centrada su vida actualmente es en la vertiente solidaria, algo que tampoco le viene de nuevo. “Mis padres hacían mucha tarea social en los Caputxins de Sarrià y yo de pequeña pasaba más horas allí que en casa. Crecí en un hogar con muchos valores y eso al final rezuma, y cuando ves según qué situaciones, te remueve”. Esto la ha llevado a participar en numerosos eventos benéficos y a colaborar con varias entidades solidarias.

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Desde 2018 preside la Fundación Ared, una entidad con la que empezó a tener contacto hace 25 años, gracias a un amigo de la familia que le propuso colaborar con el taller de costura que realizaban para las mujeres de la prisión de Wad-Ras, en Barcelona. “Cuando conocí la entidad, me enamoré. Qué mejor manera de ayudar a una persona que darle los instrumentos para que encuentre su camino, se empodere y tenga autonomía y autoestima, y no un estigma”, destaca. La fundación, con 29 años de historia, se dedica a la formación y la inserción social y laboral de mujeres en situación de vulnerabilidad, ya sea porque son presidiarias, víctimas de una situación de discriminación o padecen alguna discapacidad. El trabajo en la fundación, también, resulta un revulsivo. “Siempre he trabajado en una profesión muy individualista, de mucho ego, pero en Ared trabajo en equipo, con gente a quien no le interesa la moda, y aprendo mucho”.

Mientras prepara una futura campaña publicitaria mundial con una marca de cremas y dos colaboraciones en radio y televisión para la próxima temporada, la modelo asegura que se encuentra en un “buen momento vital”, porque tiene la libertad de hacer lo que quiere. Con todo, no olvida que los años pasan. “Le doy vueltas, pero pienso que lo que hay que hacer es focalizar hacia dónde quieres ir. Y prepararte, mental y físicamente. Yo me cuido mucho y me gusta cuidarme. Vejez y belleza pueden ir de la mano. Y también hacerse mayor es bonito, porque puedes ser un referente generacional”, remata.

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