Lhardy abre una cafetería de lujo en el barrio de Salamanca, en Madrid
El mítico local madrileño, célebre por su cocido, ocupará un local de más de 300 metros cuadrados en el hotel Wellington


Decía José Martínez Ruiz, Azorín, que no se podía concebir Madrid sin Lhardy, en cuyo espejo, “nos esfumamos en la eternidad”. También Benito Pérez Galdós, tal y como se recoge en el libro de Luis Cepeda, Tradición y actualidad del escaparate de Madrid, ensalzó la visión del fundador, Emilio Huguenin —nacido en Montbéliard (Francia), de padres suizos, cocinero y restaurador con local abierto en Burdeos—, que en 1839 abrió en la Carrera de San Jerónimo un establecimiento destinado a marcar época. “El primero en las artes del comer fino, en ponerle corbata blanca a los bollos de tahona, en dar de comer y ganar fama por su puntualidad, esmero, pulcritud y por la ciencia de sus cocineros, que ya no hay Madrid que se le ponga por delante", decía el novelista.
Casi dos siglos después, y tras alguna crisis importante de por medio —en 2021, en plena pandemia, solicitó un preconcurso de acreedores para negociar su deuda y evitar el cierre—, la ciudad sigue sin resistírsele. Entonces acudió al rescate Pescaderías Coruñesas, grupo propietario también de El Pescador, O’Pazo, Filandón y Desde 1911. Ahora, prepara la apertura, a finales de año, de Café Lhardy, en el barrio de Salamanca.
El nuevo espacio se situará al inicio de la exclusiva calle Velázquez, en el local que ocupaba La Llave de Oro, una de las cafeterías del hotel Wellington —un clásico de la hotelería madrileña de cinco estrellas, que, de momento, se mantiene en manos de la misma propiedad que lo abrió en 1952, el empresario Baltasar Ibán Valdés, con negocios en el sector del transporte y fundador de la ganadería de toros de lidia que lleva su nombre—. Tendrá más de 300 metros cuadrados distribuidos en dos plantas, terraza exterior y capacidad para un centenar largo de clientes. “Será una cafetería al estilo neoyorquino y parisino, un sitio de no parar, desde las nueve de la mañana hasta pasada la medianoche. Abarcará todos los servicios”, adelanta Abel Valverde, director de restauración en Pescaderías Coruñesas.
No será una sucursal del original, sino un proyecto complementario, con personalidad y diseño propios, según explica Valverde. Aun así, conservará algunas de las señas de identidad de Lhardy, como el samovar de plata del siglo XIX —con el que los clientes se sirven su propio consomé caliente, el utensilio que los zares rusos usaban para hervir el agua con la que preparaban el té—. O el croquetero, ese joyero de plata y cristal, vigente en la tienda de Lhardy desde el inicio, que mantiene calientes las croquetas de cocido y los hojaldres salados.
La propuesta gastronómica está aún por definir. De ella se encarga el chef ejecutivo del grupo, Diego Murciego. Valverde avanza que tendrá un aire más informal, con una barra de producto en crudo, donde estarán presentes las ostras o el salmón, coctelería y un brunch dominical. También habrá espacio para la cocina dulce: con desayunos desde primera hora de la mañana y meriendas a media tarde. La repostería distingue a la tienda de Lhardy gracias al maestro chocolatero Ricardo Vélez, propietario de Moulin Chocolat, The Pâtissier y Macaron Glacé, con un amplio repertorio que abarca ensaimadas, brioches, panetones, pastas de té, macarons, trufas, chocolates y roscones de Reyes.
“Se quería acercar Lhardy al barrio de Salamanca y hacer de este local un nuevo punto de encuentro, de la mañana a la noche, pasando también por el afterwork. La oferta va a ser muy completa”, concluye Valverde.
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