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El Puntal Tricio, un chiringuito con gran cocina marinera y buenas vistas a Santander

Desde hace 60 años, es un ejemplo de negocio familiar, respetuoso con el medio ambiente y culinariamente impecable a pie de playa, que pone medidas para preservar el entorno

Puntal Tricio chiringuito Santander
Ración de rabas de calamar, del Chiringuito El Puntal Tricio.CESAR ORTIZ
Rosa Rivas

En la playa del Puntal, donde la ría de Cubas se abraza con la bahía de Santander y las dunas dibujan la columna vertebral de un precioso arenal, hay un recinto imperdible para los buscadores de experiencias gastronómicas en Cantabria. El Chiringuito El Puntal Tricio es, desde hace 60 años, un ejemplo de negocio familiar estéticamente bonito, respetuoso con el medio ambiente y culinariamente impecable.

“Mi idea del chiringuito siempre ha sido la misma, y sigo manteniendo la esencia: un lugar informal y comida rica con producto de altísima calidad. Yo compro en los mismos sitios donde compran pescado y marisco los mejores restaurantes de Santander. No tengo nada de piscifactoría”, presume Ricardo Tricio San Emeterio, quien junto con su hija Elena Tricio y su yerno Rubén Martín ha tejido una red de prestigio que les lleva cada temporada a ser valorados entre los mejores chiringuitos playeros de España.

Vistas desde El Chiringuito El Puntal Tricio
Vistas desde El Chiringuito El Puntal TricioCESAR ORTIZ

En poco más de diez minutos se llega desde Santander en unas barcas llamadas Pedreñeras, que salen cada media hora desde el embarcadero del Palacete, pero también se llega andando desde la playa de Somo. Tras recorrer un coqueto muelle de madera, pintado en verde y rojo, que la propia familia Tricio construyó en los años setenta, los viajeros se adentran en El Puntal. “En el paraíso todo sabe mejor”, presumen en este local donde el mar también se come con los ojos. Unas vistas espectaculares incentivan lo que hay en el plato. Sumado a la precisión y la amabilidad del servicio. El “buen rollo” es norma de la casa, con más de una veintena de empleados.

Ricardo Tricio —el jefe, como le llama su hija— reivindica el concepto y la palabra chiringuito, aunque su oferta podría equipararse a la de un restaurante marinero de alta gama. “Me siento orgulloso cuando me dicen que es un chiringuito de lujo. Y no engaño a la hora del precio, porque pienso que los productos buenos hay que pagarlos”. Eso lo sabe su clientela fiel.

Carpaccio de gambas.
Carpaccio de gambas.CESAR ORTIZ

Más de mil personas al día acuden en los meses de verano a saborear una cocina marinera con pescados y mariscos extraordinarios y si el apetito es de carne, un chuletón de Valles Pasiegos. Tricio abre todos los días de la semana (en horario ininterrumpido de cocina de las diez de la mañana a las seis de la tarde) y forma parte de la ola gastronómica de Ribamontán al Mar, zona surfera y de buen comer.

Una carta marinera

Entre las joyas de su carta figuran los mariscos fresquísimos (percebes, cigalas, almejas, bogavante…), pescados salvajes (rodaballo, lubina, machote, merluza, rape..); los bocartes rebozados, el bonito a la plancha, al estilo Roly (con pimiento rojo y verde, cebolla y tomate) o en albóndigas; alcachofas con foie, carpaccio de gamba, anchoas, rabas (tiernas y de excelente rebozado), anchoas, el sabroso tomate de Galizano y una delicia de la bahía santanderina: el magano de guadañeta. Es un exquisito y pequeño cefalópodo, parecido al chipirón, que es pescado con anzuelo y tiene una temporada corta, entre junio y agosto. En Tricio lo sirven a la plancha, acompañado de cebolla pochada. “Un día puede haber 24, otro 30, y otro ninguno. Así es el mar”, dice Ricardo Tricio.

Plato de percebes gallegos.
Plato de percebes gallegos. CESAR ORTIZ

Él se encarga también de cortar a mano el jamón ibérico de bellota. Y todos los días selecciona el pescado que le surten en el mercado de la Esperanza. En los fogones cuenta con el dominicano José Luis Frías como jefe de cocina. La bodega tiene más de 70 referencias de vinos, incluidos los de Cantabria. Y no faltan vermús, destilados y espumosos. “Vendemos mucho champán”, dice la familia Tricio y reconocen que su público es tremendamente disfrutón. Darse un homenaje supone un ticket medio de 50 a 60 euros, pero hay opciones más económicas de raciones y tapeo y bocadillos para llevar a la playa. Y previo depósito de una fianza, los sibaritas pueden llevarse una bandeja de madera para comer y beber con los pies en la arena. Asimismo, hay una opción de cenas de verano, a 70 euros, con menú cerrado y transporte en lancha (desde las 21.15 horas hasta las 2 de la madrugada). Viernes y sábados pueden organizarse fiestas privadas, con música incluida.

Comedor del chiringuito El Puntal Tricio.
Comedor del chiringuito El Puntal Tricio.CESAR ORTIZ

Cada año el chiringuito se guapea y este verano cuenta con un jardín vertical sombreando su fachada. Construido en madera, en un estilo entre norteño y tropical, con manteles verdes y cojines que hacen cómodas las sillas plegables (también de madera), tiene placas solares en el tejado. A un costado, cubos de reciclaje recuerdan a la clientela que están en una zona a cuidar: ni basura ni colillas en la arena. Y los empleados están al quite. Ya en 2015, el Ministerio de Medio Ambiente premió a Tricio como Chiringuito Responsable por sus prácticas sostenibles.

Entrada al chiringuito este verano.
Entrada al chiringuito este verano.CESAR ORTIZ

Desde primera hora de la mañana hasta el último barco público a Santander (a las 20 horas) este paraíso playero está abierto en Semana Santa y en la temporada veraniega, que arranca en junio y se prolonga hasta el 2 de octubre. A los cántabros no les quita entusiasmo un día nublado. “Si el chiringuito está abierto, hay barco, a no ser que haya una galerna…”, asegura Elena Tricio.

Medidas para cuidar El Puntal

Un macrobotellón descontrolado hace unas semanas ensombreció el idílico panorama del Puntal. La quedada fue en la zona de la ría de Cubas, “a 20 minutos andando por la playa desde donde estamos nosotros”, explica Elena Tricio, dolida porque se haya mencionado a su famoso chiringuito en un suceso ajeno.

“El Puntal es muy extenso y hay que cuidarlo, es nuestra vida. No se pueden consentir masificaciones ni faltas de limpieza”, añade. Su filosofía de chiringuito sostenible es inquebrantable, reivindica. Y extreman medidas. Han limitado el acceso al comedor a grupos de más de 10 o 12 personas, no permiten despedidas de soltero y no sirven en vasos de cristal en la barra, sino en vasos de plástico biodegradable previa fianza de un euro.

“Solo nos dedicamos a dar de comer y a que disfruten los comensales”, insisten en Tricio. Y el precio de sus copas, a 9 euros, mientras otros las dan a 3, es disuasorio para las masas bebedoras. “Ese público no nos interesa”, dicen.

Ahora la Guardia Civil patrulla la costa del Puntal para controlar fiestas y taxis-barca piratas con exceso de gente. El Puntal es un tesoro que los santanderinos no quieren perder.

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Sobre la firma

Rosa Rivas
Periodista vinculada a EL PAÍS desde 1981. Premio Nacional de Gastronomía 2010. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense. Master en Periodismo Audiovisual por Boston University gracias a una Beca Fulbright. Autora del libro 'Felicidad. Carme Ruscalleda'. Ha colaborado con RTVE, Canal +, CBS Boston y FoolMagazine.
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