La revolucionaria casa ecológica de invierno y de verano
El estudio de arquitectura Takk ha convertido un piso convencional en una vivienda por capas en la que solo la mitad está construida, generando una casa de invierno y otra de verano. Su diseño responde a criterios ecológicos y sociológicos
Los esquemas arquetípicos de distribución de las viviendas y la idea de que una casa es para toda la vida son dos cosas que en los últimos años se nos han quedado obsoletas. El cambio ha sido tan rápido que hasta la arquitectura va por detrás. Lo admite la autora de esta vivienda, la arquitecta Mireia Luzárraga, que, junto con Alejandro Muiño, lidera el estudio Takk. “Las casas a menudo están pensadas y hechas solo para una cierta franja de edad, por ejemplo, para el hombre productivo blanco de 40 años que va a tener familia. ¿Y qué pasa si eres más joven, o más mayor, o tienes otro tipo de unidad de convivencia? La cultura popular ha evolucionado mucho con respecto al diseño de la vivienda, en parte por los programas de televisión sobre reformas, mientras que la arquitectura y la construcción están evolucionando mucho menos rápidamente. Con este proyecto cambiamos radicalmente el modelo de casa burguesa del siglo XIX, replicado en el XX, y además así mejoramos otras tantas cuestiones, como el rendimiento energético o la ventilación”, apunta.
Cuando Luzárraga habla de la casa burguesa replicada se refiere al típico modelo de habitación principal y dos dormitorios secundarios, salón y cocina separada que, de hecho, tenía esta vivienda en Mirasierra (Madrid). El clásico piso que igual funcionaba muy bien en la sociedad de los años setenta y ochenta, pero que ahora no termina de adaptarse a los nuevos modos de vida y unidades de convivencia. En estos nuevos modos de vida entrarían desde tres adultos que quisieran compartir piso, en el que uno de ellos tendría un cuarto mejor que los demás, incluso, con baño; o personas que no cocinan porque no les interesa o son crudiveganos, por lo que no necesitarían una cocina de grandes dimensiones o superfuncional; o personas con una profunda mentalidad ecorresponsable y una manera muy específica de abordar la crianza, caso del propietario de esta vivienda, hermano de uno de los arquitectos.
El diseño de esta vivienda responde a un osado planteamiento radical, hecho a medida del estilo de vida de quienes la iban a habitar: una pareja con una niña pequeña. Para entender por qué esta casa se diseñó así, hay que entrar en su mentalidad, algo que, por otro lado, debería ser el punto de partida de cualquier reforma y una llamada a que los esquemas actuales de distribución sean más flexibles para facilitar la adaptación a distintos usuarios. Por un lado, la familia se distinguía por un enfoque muy práctico y laxo con respecto a la crianza, la convivencia y la intimidad. Por otro, era indispensable para ellos que la vivienda mejorara su rendimiento energético y ser ecológicos con los materiales y el proceso de reforma.
Por este motivo, desde Takk plantearon eliminar todas las divisiones de su estructura convencional, proyectando una distribución totalmente nueva por capas que generaba una vivienda de invierno y otra de verano. De sus 110 metros cuadrados, solo se construyeron 60, convirtiendo los 50 restantes en una gran terraza medio interior: la vivienda de verano. Siguiendo el concepto arquitectónico de “habitación dentro de una habitación”, los 60 metros cuadrados construidos son un volumen aislado y climatizado situado en la parte más interior: la vivienda de invierno. Ya solo construir la mitad era un punto de partida más ecológico de recursos con el que, a su vez, se conseguía reducir el consumo energético.
Como si fuera una matrioska, dentro del volumen de invierno se construyó otro más que, a modo de cabaña nórdica, funciona como un dormitorio único y comunal. Una inusual propuesta resuelta así a petición de la familia. Por un lado, teniendo presente que mientras los niños son pequeños casi siempre duermen con los padres (un nuevo bebé estaba a punto de llegar). Por otro, contando con el calor humano como una variable más de eficiencia energética. “No buscábamos intimidad, ni la queríamos. Para nosotros era más importante aplicar unas lógicas basadas en la ecología”, recalca Gonzalo, el propietario.
La cocina y la sala de estar se diseñaron como un espacio abierto y multiusos. Así, la larguísima encimera de la cocina puede funcionar también como mesa de trabajo o incluso de juegos. “La cocina abierta también fue un requerimiento importante, porque queríamos un espacio en el que pudiéramos interactuar con la gente: tanto la familia como los amigos. Es una zona con un diseño muy ambiguo: es cocina, comedor, zona de trabajo, de juegos… La idea de la casa era que fuera muy versátil: ahora la utilizas como una cosa y luego como otra”, resume Gonzalo, enfatizando el enfoque flexible y cambiante desde el que se abordó el proyecto respecto a funciones y espacios.
Las tripas del volumen de invierno, construido en madera y recubierto de corcho marrón oscuro como aislante, están totalmente a la vista deliberadamente. Y los 50 metros cuadrados de la casa de verano que lo rodean pasaron a ser espacios semiexteriores, sin cerramientos en fachada y unos acabados en crudo con materiales más apropiados para este otro uso. No es que no se haya terminado de rematar o que se quedaran sin presupuesto. Podrían parecer imperfecciones, pero no lo son.
Para conseguir los 50 metros cuadrados de la casa de verano, la línea de lo 100% interior fue radicalmente alterada. Esto generó, por un lado, un espacio a modo de galería catalana, ideal como jardín interior-exterior. Por otro, en lo que era la antigua terraza se ubicó una bañera, perfectamente planteada visualmente, pues permite disfrutar de la embriagadora arboleda exterior sin exponerse a las miradas de los vecinos. Y en la zona contigua, un poco más protegida con un cerramiento de librillo, se ubicó una chimenea de leña que genera una suerte de espacio liminar.
Con todo ello, el piso obtuvo varios bonus: al eliminar gran parte de las numerosas divisiones internas, mejoró en iluminación, en ventilación y, de nuevo, en consecuencia, en rendimiento energético. Además, también ganó en su conexión con el exterior, pues al no tener ventanas permitía disfrutar mucho mejor del nada despreciable vergel que rodea esta casa. La vista desde el dormitorio comunal resulta francamente serena y placentera.
Ahora, la familia propietaria se ha ido a vivir al campo, un movimiento que ni ellos mismos habían visto venir. Esta vivienda la habita en la actualidad un inquilino, que tiene un hijo adolescente que pasa con él los periodos de custodia que le corresponden. Para que el niño pueda tener su propio espacio, el área liminar se ha convertido en su dormitorio y sala de estar con sus amigos. Para ello se han tenido que poner ventanas para aislar mejor ese espacio, ya que en la actualidad se usa todo el año (y también por las molestias de una obra en las inmediaciones). Son de fácil quita y pon, de modo que en el futuro la vivienda pueda volver a su diseño original. Salvo esto, el resto de la casa se adapta perfectamente al actual residente, incluido el dormitorio comunal: “Lo de tener así tu dormitorio, tan expuesto, a casi nadie le gusta. Si tú vas a casa de un amigo, rara vez te enseña su habitación. Es una zona muy íntima. Un dormitorio de este tipo no le encaja a todo el mundo, pero a mí sí y, además, me encanta”, asegura el inquilino.
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