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Los primeros pasos de inteligencia artificial en el arte: modas, estafas y grandes esperanzas

Las nuevas herramientas tecnológicas y el algoritmo plantean cuestiones éticas sobre la propiedad artística y su futuro

Installation for the Jon Rafman exhibition, at the Sprüth Magers gallery in London
Installation for the Jon Rafman exhibition, at the Sprüth Magers gallery in London.Ben Westoby (Sprüth Magers)
Miguel Ángel García Vega

Desde el óleo, jamás había existido una revolución similar en el arte. El debate se divide entre la aparición de un nuevo tipo de expresión artística y quienes la imaginan subida al cadalso de las ideas fracasadas. La inteligencia artificial (IA) ha rasgado la creación como una arpillera de Millares. El arte y la tecnología llevan 50 años de relación, pero ha sido un discurso minoritario. Quizá el surcoreano Nam June Paik (1932-2006) sea el gran nombre. Entremedias, excentricidades que avanza la IA. El MoMA añadió el año pasado 14 videojuegos a su colección. De Super Mario Bros (1985) a Minecraft (2011). Caminando hacia el pasado, el Museo de Arte del Condado de Los Ángeles (­Lacma) propone la exposición Coded. Revela de qué forma los ordenadores pasaron de calcular trayectorias de misiles a usarse en la creación artística. Pero alguien ya ha pulsado la tecla. El neoyorquino ­Guggenheim ha contratado a una comisaria, Noam Segal, experta en creación y tecnología.

Este circuito no es casualidad. El arte creado a través de IA disfruta de días de inmensas esperanzas. Jon Rafman ha mostrado en la galería Sprüth Magers de Londres unas enormes pinturas generadas por algoritmos. Utiliza la tecnología machine learning. Cuanto mayor sea la calidad de los datos aportados al algoritmo, mejor es el producto estético. ¿Posee esta aritmética futuro? “En el mercado lo ignoro, pero el espíritu creativo del ser humano devorará esta tecnología y la hará suya a través de obras complejas, irónicas y sutiles”, prevé el artista Daniel Canogar.

Damien Hirst —cuyo trabajo pertenece cada vez más a los manuales de las escuelas de negocio y menos a la historia del arte— sabe ganar dinero. Su proyecto The Beautiful Paintings (Las pinturas hermosas), generado por IA, le ha proporcionado 19,3 millones de euros en nueve días (concluyó el 10 de abril) tras vender 5.508 pinturas. Físicas y digitales (en formato NFT, similar a una imagen JPG). Ha revisado su serie Spin Paintings (1992). Hirst recurrió a un clásico de los parques de atracciones. Esa experiencia en la que los chicos vierten pintura sobre una lámina girando y se obtienen espirales de colores. Millones por una ocurrencia sencilla barnizada de tecnología.

El problema resulta tan extenso como sus posibilidades de fraude. Boris Eldagsen rechazó el premio del Sony World Photography Awards 2023 porque utilizó IA. Él mismo lo reconoce. Su objetivo era advertir de los peligrosos límites entre manipulación y fotografía. En nuestra sociedad son las instituciones quienes validan el sueño o la mentira del arte. El mexicano Rafael Lozano-Hemmer —uno de los grandes artistas en la fusión entre creación y tecnología— no tiene dudas sobre el nuevo arte. “Entrará en los museos, al igual que la pintura o la performance. No existe disciplina humana ajena a la IA porque forma parte de nosotros mismos, incluso si tenemos que evitarla”.

Pero estos programas se entrenan con imágenes. Cuanta mayor calidad tengan, mejor. Y aquí aparecen los abogados. ¿Quiénes son los dueños de los derechos? Getty Images ha demandado al generador de imágenes Stability en Estados Unidos y Reino Unido por dos billones de dólares en daños debido a que utilizaron millones de sus fotos para formar a los algoritmos.

Ironiza el pintor británico David Hockney que el mejor acrónimo de los NFT sería “ladrones y estafadores internacionales”. Se desperezan amaneceres nublados. Entre el rechazo y el compromiso. La Fundación Knight (Detroit) invertirá 23 millones de dólares en creación digital. Profesan esperanza. “La IA nos empuja a reimaginar la forma en la que viven todos los sectores de la sociedad y tendrá su impacto en el arte”, augura Victoria Rogers, vicepresidenta artística. Hay algo distópico en máquinas que pueden apropiarse de cualquier estilo artístico existente. Hay algo perturbador.

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Sobre la firma

Miguel Ángel García Vega
Lleva unos 25 años escribiendo en EL PAÍS, actualmente para Cultura, Negocios, El País Semanal, Retina, Suplementos Especiales e Ideas. Sus textos han sido republicados por La Nación (Argentina), La Tercera (Chile) o Le Monde (Francia). Ha recibido, entre otros, los premios AECOC, Accenture, Antonio Moreno Espejo (CNMV) y Ciudad de Badajoz.

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