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Clair Patterson, el hombre que calculó la edad de la Tierra

El científico estadounidense finiquitó la especulación histórica sobre el origen del planeta. Gracias a él hoy sabemos que tiene unos 4.500 millones de años.

Illustration with a sci-fi vibe
Sci-fi imageSeñor Salme

Durante mucho tiempo la fuente autorizada para conocer cuál era el origen de la Tierra y del universo eran las sagradas escrituras. Todas las religiones han desarrollado una mitología propia para explicar el origen de todo y eso incluye el planeta en el que vivimos. En general, todo existe porque en algún momento algún dios o diosa así lo quiso. Como explicación genérica sirve para salir del paso, el problema es cuando nos interesamos por los detalles concretos. Por ejemplo, ¿cuándo se formó la Tierra? Si leemos el relato del Génesis, Dios hizo la creación en una semana, por lo que el universo, la Tierra y la vida se formaron con muy poca diferencia de tiempo. El arzobispo y profesor en el Trinity College de Dublín James Ussher (1581-1656), basándose en el Antiguo Testamento, las edades de los patriarcas bíblicos y su genealogía, sentenció que la Tierra se había formado en el año 4004 antes de la era común, concretamente en la tarde de un 23 de octubre. Anteriormente otros autores, incluyendo al astrónomo Johannes Kepler (1571-1630), habían intentado cálculos parecidos, pero llegando a resultados diferentes.

Sin embargo, muchos hallazgos parecían contradecir que la Tierra tuviera poco más de 6.000 años de antigüedad. La aparición de restos de fauna extinta, como los dinosaurios, en estratos en los que nunca se encuentran restos humanos o animales actuales parece indicar una gran separación temporal. Si el hombre hubiera convivido con los dinosaurios encontraríamos representaciones en el arte rupestre, o herramientas hechas con restos de dinosaurios, algo que nunca ha pasado. Esto parece contradecir el relato de que la vida y el universo se crearon con varios días de diferencia. Por lo tanto, estimar de forma precisa la edad de la Tierra suponía un reto científico en toda regla.

Clair Patterson (1922-1995) era el hijo de un empleado de correos que nació en un pequeño pueblo de Iowa (EE UU), en pleno mar de mazorcas de maíz. Su madre, muy interesada en la educación, le regaló un juego de química siendo niño, lo que despertó su vocación. En 1944 se graduó en Química en la Universidad de Chicago y trabajó en el proyecto Manhattan, responsable de la fabricación de la bomba atómica. Acabada la guerra, empezó su doctorado con un proyecto destinado a medir la presencia de isótopos de plomo en meteoritos. Existen elementos químicos que tienen varias formas, en función de la cantidad de neutrones que existan en el núcleo. Se da la particularidad de que alguno de estos isótopos puede ser inestable y descomponerse con el tiempo. Por lo tanto, una medida de la composición de diferentes isótopos nos puede dar una idea de la antigüedad de la muestra. Este es el fundamento del análisis del carbono 14 que se utiliza para datar muestras históricas. Puesto que en 14.000 años la cantidad de carbono 14 en la muestra original se habrá reducido a la mitad, esto nos sirve para fechar la muestra. En el caso de estudios geológicos se utilizan isótopos más estables, en los cuales su periodo de semidesintegración abarca millones de años. A esta metodología se la llama datación radiométrica.

Probablemente el uso del análisis de isótopos podría darnos una medida exacta de la edad de la Tierra. Pero esto plantea un problema. Los fenómenos geológicos de la Tierra como la tectónica de placas, los hidrotermales, la erosión o la propia actividad humana pueden haber interferido con la composición isotópica original del planeta. Por lo tanto, la Tierra ha borrado las huellas de su origen. Pero no estaba todo perdido. La mayoría de los modelos sobre el origen del sistema solar indicaban que fuimos el resultado de la condensación de materia a partir de un disco de polvo y gas llamado nebulosa protosolar. Esto implica que todos los planetas tienen la misma edad, y lo más interesante, en ese proceso no solo se formaron planetas, también asteroides, como los del cinturón entre Marte y Júpiter, y materia de menor tamaño que a veces cae a la Tierra en forma de meteorito. Según este modelo, los meteoritos serían como cápsulas temporales del inicio del sistema solar. Si la teoría fuera cierta, la medida de los isótopos de plomo de diferentes meteoritos debería dar radiodataciones parecidas y esto nos indicaría la edad del sistema solar. Gracias a esta genial intuición de Clair Patterson, hoy sabemos que la Tierra tiene aproximadamente 4.500 millones de años. Lo de la semana de la creación judeocristiana se queda un poco corto.

J. M. Mulet es catedrático de Biotecnología.

Patterson contra las grandes petroleras

No solo por saber la edad de la Tierra tenemos que reconocer el trabajo de Patterson. Gracias a su interés por el estudio del plomo descubrió que en muestras de suelo recientes de diferentes partes del mundo aparecía una capa de compuestos de este elemento que se debía a su uso como aditivo en la gasolina. Patterson alertó de la peligrosidad de esta práctica y abogó por su eliminación, lo que le valió una campaña de descrédito por parte de las principales compañías petroleras. Pero al final, a veces, la ciencia triunfa, y si en las estaciones de servicio hay gasolina sin plomo, es en parte gracias al esfuerzo de Patterson.

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